lunes, 8 de octubre de 2007

La Danza Maravilla de Villarica

La Danza Maravilla de Villarica


Era un valle hermoso, un clima que queda marcado en el recuerdo, y una época en que todo parecía perfecto. Nunca supimos que hubiera hambre. Nuca vi limosneros en la calle. Había pan del bueno para todos, había trabajo suficiente. Viviendo los tiempos de ahora con tanto alboroto y tanta corrupción no entiendo por que no se puede gobernar el país como se hacía antes. Pero no solo del pan vive el hombre, como en todas las épocas los jóvenes vivíamos pendientes de la música y que linda música era la de ese tiempo Estaban los Panchos, que hacían suspirar hasta a los corazones mas duros o a los corazones remendados acompañados de una larga lista de músicos mexicanos a cada cual mejores tanto varones como mujeres. Estaba la sonora Matancera que hacía bailar hasta a los descreídos. Estaban las canciones de los brasileños con su ritmo alegre y juguetón en competencia con los argentinos que se habían apropiado de las baladas y el ritmo zumbón.
La música nos extasiaba como a todos los jóvenes y de verdad la disfrutábamos con verdadero placer. Pero estaba principalmente nuestra propia música que no se dejaba pisar el poncho por las melodías extranjeras y era tan variada que daba gusto. Multitud de conjuntos se disputaban la preferencia del público llegando a través de esa cajita mágica de la radio, que recién hacía su aparición en nuestro medio. Para nosotros este pequeño aparato era todo un descubrimiento y le sacábamos todo el provecho posible, pero lo más lindo era moverse al compás de cada ritmo, inventar pasos nuevos buscando la armonía entre los cuerpos el movimiento y la música. Algún día tendré suficiente tiempo para hacer una lista completa de los discos que llegamos a juntar en esa época. Eran tantos que lo único útil que se nos ocurrió hacer, fue compartirlos con los otros jóvenes del pueblo por medio de un programa radial. Fue una decisión audaz porque éramos todavía muy jóvenes, la mayoría bordeando los 13 años, pero fue una acción muy gratificaste porque nos enseñó la importancia de compartir. Aprendimos que compartiendo aquello que nos producía gozo, era doblemente gratificaste.
Una sonrisa en el rostro de aquellos que no podrían comprar un disco, porque en aquella época eran muy caros, era para todos nosotros una alegría y tenían la libertad de pedirlo cuantas veces quisieran y hacer los comentarios que se les ocurrían. De allí nacieron muchas anécdotas que recordábamos con regocijo. Por ejemplo aquella de que nosotros no teníamos una colección personal sino era de un grupo de muchachos organizados en un club juvenil. La colección fue creciendo justamente con el apoyo de mucha gente pues a uno de los chicos se le ocurrió que por los cumpleaños cualquiera podía dedicarle un disco al festejado, disco que se le cobraba a la módica suma de un sol de entonces. Esta suma estaba al alcance de todos y llegó a tener muchos aficionados. Luego de pagadas las dos horas del programa, nos quedaba siempre una cantidad interesante que a fin de mes servía para encargar a la capital otra buena tanda de discos nuevos, con lo que siempre estábamos al día con lo más reciente.
Pero no era solamente la música, en realidad disfrutábamos de todo lo que hacíamos. Bastaba un paseo o ir de pesca para que diéramos rienda suelta a toda nuestra energía, como si ésta hubiera estado guardada dentro de un resorte para luego salir saltando e inundándolo todo de esa alegría de vivir que ahora vemos tan poco o muy raramente.
§ Mira hermano decía Victor por que no nos vamos el sábado a Auquibamba para comer un churrasco de venadito.
§ Ya salió el tragón, no quiere solamente un churrasco común y corriente, quiere nada menos que de venadito.
§ Que te han hecho los benditos animalitos para que pidas un churrasco con esos ojos que ya no aguantas P ta.
§ Bueno tu papá nos dio permiso el otro día. Nos dijo que había una tropita de animales que le estaban perjudicando los alfalfares. Se trata de hacer una buena obra nomás hermanos.
§ Es cierto lo que dice este bribón, terminaba por aceptar Barni, pero ya saben las reglas, no se puede cazar a ninguna hembra ni al jefe del grupo, que es el que los cuida.
§ Y bueno cuando se les casa, se ausentan por varias semanas y tu papá podrá estar mas tranquilo.
§ Que sapo es el bandido, por eso no te preocupes cumpa, siempre hay quién se encarga de espantar a los animales, pues cada campo tiene su responsable.
§ Pero hay que ayudarle pues cuñadito, y de paso doña Susana nos prepara un churrasquito encebolladito, con sus cebollitas y sus tomatitos recién cosechados, no te digo….y si le pone al lado su papita frita ¡hay…..me muero!
Ya perecía que el sinvergüenza de Barni estuviera frente al plato que describía con lujo de detalles. Era cierto que un plato salido de las manos de mi abuela o de las artes de doña Susana su alumna eran para recordarlos durante meses y se quedaban grabados en la memoria para contarlos a las generaciones venideras.
Todo lo que se hacía era con esa plenitud de vida que recuerdo. Cada pieza estaba en su lugar, por eso más adelante dimos en llamar a esa época “Los Años Maravillosos o para los neófitos la Danza Villa Mara.”
Y el padre a pesar de ser tan estricto no podía controlar nuestros movimientos. Ese era su propósito por supuesto pero sólo lo logró con mi hermana porque había un internado para señoritas en un colegio de monjas a donde fue a para la pobre y solo salía los fines de semana. Con nosotros solo podía emplear el miedo que en ese entonces era la forma que usaban todas las familias para poner en vereda a sus inquietos hijos. Pero con nosotros a pesar de que teníamos gran temor al carácter del padre, más podía la inquietud que movía nuestros pies como si tuvieran cosquillas. Y como en varias ocasiones nos habíamos dado buenas escapadas y no llegó a pasar nada, entonces nos acostumbramos a proceder con mucha libertad pero siempre guardando las espaldas. Es esto contábamos con la complicidad de nuestra madre, que nos daba permiso a escondidas. Y más aún la protección de mi abuela que nos amparaba de todo mal.
Lo curioso era que haciendo tantas cosas aparentemente no quedaba tiempo para la escuela y no era así cuanto más cosas hacíamos en el colegio nos iba muy bien. Disputábamos los primeros puestos y eso era parte de una cordial competencia. No éramos chancones eso si, pero la dedicación que le dábamos al parecer era un espacio de calidad, pues dominábamos los cursos bien lo que quizá era producto de un trabajo en equipo .
Pero este capitulo está dedicado al padre no a las travesuras de los hijos y los amigos. En pocos años había puesto su nombre en relieve conquistando a lo mejor de la sociedad de la capital del departamento. Sus métodos productivos le había permitido subir a donde están los mejores, lo que a ellos les había tomado años de años. Esto le dio prestigio y pasaba como un empresario que había traído considerables inversiones al trabajo de la explotación agraria. Y en realidad no era así. Su secreto era poner audacia y tesón en proyectos que otros no le daban importancia. Por ejemplo enlazar los tres pilares de la producción. La industria, la ganadería y la agricultura. Pocos hacían una cadena con estos tres elementos, o bien se dedicaban al engorde de ganado, a la fabricación de aguardiente de caña o a la agricultura por separado. Uno solo de los hacendados de entonces hacía dos cosas y con gran dificultad pero destacaba entre todos los demás por ese rasgo. En cambio el padre supo combinar las tres actividades de manera que la mesa se sostenga bien en tres sólidas patas. Era fácil darse cuenta que eran actividades complementarias y cada una mejoraba la rentabilidad de la otra. Por ejemplo en la explotación de caña de azúcar, sacar aguardiente ya era una gran proeza. Sin embargo el desafío estaba en sacar otros productos como licores derivados del aguardiente. Licores que luego de una segunda destilación podían convertirse en muchos tipos de presentaciones, con el simple agregado de sabores de frutas, hierbas aromáticas y otros ingredientes. Del jugo de la caña, se sacó chancaca, y varios tipos de azúcar. Del bagazo de sacaba suplementos alimenticios para los animales moliéndolo y agregándole otros restos de los productos del molino de granos y restos de la agricultura, todo bien molido y mezclado. De las hojas en ves de quemarlas como hacían todos, el padre las mandaba cortar por medio de unos machetes curvos y luego de picados, lo daba de forraje a los animales.
Eran pequeñas cosas que juntas hacían una cadena de pequeñas contribuciones que a la hora de hacer las cuentas sumaban y lo hacían muy bien, ya que en poco tiempo Alfonso se convirtió en el cliente favorito de los bancos. Los gerentes gustaban de pasar los fines de semana en el fundo con todo su familia, lo que les permitía ver de cerca los progresos e innovaciones que Alfonso iba introduciendo en la explotación, saliendo por completo de la forma tradicional que imperaba hasta entonces.
Cada quién en su mundo vivía una etapa de sus años maravillosos, pensando ingenuamente por supuesto, que siempre sería así, y que por el contrario todo debía mejorar aún más con el correr de los años y el esfuerzo convertido en una gran empresa.
Nosotros los hijos que teníamos diversas edades cada cual tenía su grupo o pandilla que se desgañitaba a su manera y podía poner toda la imaginación posible para idear entretenimientos de toda índole. Allí se daba el espacio necesario para intentar todo lo que podía ocurrírsele a una mete muy imaginativa, y siempre sería poco para las posibilidades que daba un terreno con mil accidentes geográficos. Era común juntar unos 15 muchachos todos a caballo y ponernos a hacer carreras o bien formar dos grupos y hacer guerras entre pandillas que poco faltaban para ser completamente reales, pues terminaba con una buena cantidad de heridos que luego tenían que consolarse con las cremas curativas y los suculentos almuerzos de la Abuela Hono y la gigantesca doña Susana, que era la reina de los cuarteles donde estaba la cocina.
Cada quién tenía un paraíso a su medida, pero lo que era general para todos era comprender de acuerdo a la filosofía andina que la esencia de todo el bienestar radicaba estaba basada en el trabajo. Cada uno desde los más pequeños pasando por los adolescentes y los mayores tenía una obligación en ese mundo organizado. Cada quién tenía que cumplir con su pequeña parte lo que convertía nuestro paraíso en un lugar de armonía de cielo y tierra.

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