DANZA MI DÓLAR DE PLATA
Lo primero que hice fue ir a ver a mi madre quién apenas verme ya estaba leyendo en mi rostro.
§ Habla con franqueza Alfonso, me dijo, de lejos ya vi la preocupación que traes, ¿se trata de una mujer? Algo grave debe ser que te a prestado esa cara de hombre grande.
§ Es verdad madrecita, tu me has visto andar cómo diablo en pena. He estado buscando lo que no es posible encontrar, pero la virgen ha puesto la oportunidad en mi camino. Pero se trata de plata grande.
§ No te preocupes Alfonso, por la mañana le daremos solución a eso. Ahora serena tu corazón, aquieta el alma y descansa, eso es lo más importante.
§ Sus palabras me dieron una tranquilidad y una paz que en muchas semanas y meses no había tenido. La serenidad del rostro de mi madre me dio una gran fuerza y confianza. Ella tiene la solución, cualquiera que sea me dije, y pude relajar mis entumecidos huesos, relajarle y dormir como un niño en aquel camastro que había acunado mis mejores años. A la mañana siguiente la madre me había preparado un espléndido desayuno y cuando me animé a preguntarle me dijo.
§ Ten hijo aquí te entrego todo mi capital. Con esto resolverás lo que necesitas, y diciendo esto me entregó una antigua moneda de plata, con gran ceremonia y seriedad.
§ Pero madre…
Solo alcancé a decir esas palabras con gran asombro. Pero al mirar a sus ojos profundos y serenos, éstos me trasmitieron una tranquilidad que no conocía, agradecí el gesto como si hubiera recibido un baúl lleno de dinero, y a despedirme con un conmovido abrazo.
Pasado el primer momento de desconcierto comprendí que a mi madre nunca le habían faltado recursos. Nunca tuvimos grandes riquezas, pero siempre hubo para lo necesario y vivíamos algo mejor que los vecinos. Así me enteré que esa moneda, a la cual ella llamaba “Mi Dólar” era una especie de talismán o amuleto que le daba la confianza de encontrar siempre el pan de mañana. Y desde ese momento a mí también me dio la fuerza muy grande para hacer todo lo necesario y cumplir el compromiso que había adquirido.
Con el pequeño adelanto y el dinero que me facilitó don Enrique, me fui a los pueblos ganaderos, empezando por el mío. Di una gran fiesta, invitando a todo títere con cabeza. Allí arengué a los míos en el sentido de que habíamos recibido un desafío, y que yo lo había aceptado en nombre de todos ellos. Les dije que cumpliendo el reto que nos habían hecho, pondríamos en su sitio nuestra fama de buenos ganaderos, y de paso nos ganaríamos unos buenos soles. La idea tuvo una buena acogida, y los más entusiastas me acompañaron a los otros pueblos. Yo había estado varios años en la capital, y luego, recorriendo otros pueblos, en calidad de guardia civil. Al retirarme, había adquirido la costumbre de vestir bien y tener una buena cabalgadura con excelentes aperos. Eso gustaba a los muchachos, a quienes organicé como a un cuerpo militar y a cada grupo se le entregó una tarea muy específica y un territorio que no podía ser invadido por el otro grupo.
Más rápido de lo que había calculado, se armó el primer lote de animales. Los trasladamos hasta unos corrales que previamente había alquilado, y allí los tuvimos varios días, para que se recuperaran del viaje, y ponerlos presentables para el comprador. Era un bonito lote de animales. Se les dio buen pasto, y mandé a mis ayudantes a bañarlos y escobillarlos bien. Yo mismo, armado con una tijera, cortaba los pelos que algunos animales tenían de más. Luego mandé a mis amigos por el segundo lote, con la consigna de que les daría pronto alcance con su dinero. Como los viera desconfiados, les entregué, en calidad de adelanto, hasta el último real que me quedaba del dinero recibido. Con eso, ya quedaron más tranquilos y se fueron a recorrer los pueblos que habíamos acordado.
Desde que dio inicio este negocio no soltaba para nada mi dólar de plata. La fe que había puesto en el mi madre, se contagió a mi persona y desde entonces me acompañó en muchas actividades productivas dándome la fuerza necesaria para no acobardarme nunca cuando el efectivo hacía falta.
Cuando vi que todo estaba bien encaminado me fui al campamento de mi amigo Enrique, para esperar la venida del ganadero. Contraté pasturas y algunos peones para que cuidaran los animales próximos a llegar. Los muchachos no demoraron ni tres días en aparecer, pues eran muy cumplidos con las fechas acordadas. Casi al mismo tiempo también llegó Silva y de inmediato lo llevé a los campos de pastoreo. Quedó encantado con la calidad del ganado. Su juventud era solo en apariencia, el joven conocía a profundidad el negocio ganadero y a ojos vistas evaluaba el lote de una sola mirada. Luego volteando hacia mi su cara de satisfacción me dijo:
§ Bueno, como un incentivo para usted, mi querido Alfonso, sin contar grandes ni chicos, le pagaré a 18 soles por unidad. Mi gente ha contado 108 animales, por lo que le debo exactamente 1,944 soles, tenga y cuéntelos, por favor.
§ Son sólo mil novecientos ocho, los otros dos animales, se los traigo a mi amigo, el ingeniero Enrique.
§ Pues así sea, pero tenga el dinero, que no lo volveré a contar, luego me entrega los dos animales.
Era un mundo de dinero. Nunca había tenido en mis manos esa cantidad. A mí, me salían los animales a 8.50 por cabeza, incluidos todos los gastos, y el pago de la comisión a mis amigos, peones para el traslado, pastos y otros. En esa época todo lo veía del tamaño y precio de las reses, así que poniéndome a calcular, se me ocurrió que con ese dinero podría conseguir más de trescientas reses, y ya estábamos hablando de la mitad del pedido. Esas cuentas me dieron una gran alegría y no podía creer que los hubiera conseguido de una manera tan sencilla. Bueno, que había sido sencillo es una manera de decir cuando uno se mueve en ese ambiente y para quien tiene la información necesaria. Para una capitalino andar por esos andurriales es el mismo infierno.
Ya en el campamento, conversábamos con Silva.
§ Estoy muy contento con el lote de ganado, decía el hombre. Espero que no hayan escogido lo mejorcito para impresionarme.
§ De eso no se preocupe, amigo Silva. Tendrá la misma calidad, mientras yo sea su proveedor.
§ Le agradezco, don Enrique, el haberme recomendado a un amigo tan serio y responsable.
§ Bueno, se lo dije desde un principio, con decirle que el hombre llegó con cuatro días de adelanto, y ese tiempo estuvo esperándolo. Pero agradezco también que me trajera de Lima esos manjares que me regaló. Aquí no se come mal, por el contrario, desde que Alfonso me provee, comemos muy bien, pero no se encuentran esas cosas que vienen de la capital.
§ No era para menos, don Enrique, es una nadería lo que les traje, apenas unas galletas, fideos, conservas y esas chucherías.
La cena estaba magnífica. El ingeniero no se descuidaba en llevar donde iba, a su magnífica cocinera, que esta vez había combinado muy bien lo comida del lugar, con lo traído por el joven desde Lima.
§ Lo que se ha hecho ahora es una obra de pioneros, dijo con ceremonia Enrique, y eso merece celebrarlo con un buen vino. Salud amigos.
§ Este acuerdo puede llamarlo la triple alianza, dijo Silva, y mientras se avance como hoy día, no tengo inconveniente en traer el mejor vino de Ica para celebrar la incorporación de tan lindos territorios a la vida nacional.
§ Yo y mi gente procuraremos estar a la altura de tan buenos amigos, dije, y no pude continuar ya que eso de hacer discursos no era mi fuerte.
§ Era un simple campamento, pero la mesa estaba servida como para una verdadera fiesta, la que compartimos con la gente de la obra y otros invitados que habían llegado atraídos por los avances de la carretera.
Luego de preocuparme por dejar al ingeniero bien abastecido, y de regalarle los dos magníficos toros que había traído para él, por la recomendación hecha, regresé a los pastizales, donde me esperaban mis hombres de confianza, y emprendimos el viaje por el segundo lote. No dije a nadie nada del dinero, pero tomé la precaución de pasar por el pueblo, y abrir una cuenta en el banco, donde guardé la mayor parte. Luego compré dos buenos revólveres a mis ex camaradas de la policía, y contraté a uno de ellos, que estaba de vacaciones, para que me acompañara en las correrías dándome apoyo.
§ Llévate el uniforme por si acaso. Haremos un trabajito de cuidado.
§ Está bien, hom, ahora usted es mi oficial, e iremos a donde usted diga y haremos lo que usted mande.
§ Lo pasarás bien, hermano, ya sabes que no todo es trabajo.
§ Claro que sí, y menos conociéndolo a usted.
Llegando al pueblo, lo primero fue arreglar las cuentas. Ya estaban empezando las murmuraciones, por la demora en los pagos, y eso no era bueno. Pagada la gente, de inmediato salieron a buscar más animales. Contentos, pues también se pagaron las comisiones a los amigos que estaban comprometidos a reunir los animales. Salieron cuatro grupos, llevando todos algo de dinero para las compras, pero no mucho, pues era cuestión de evitar las sorpresas. Como ya se habían pasado la voz de que éramos buenos pagadores, no habría inconveniente en usar el mismo sistema anterior. Pagar un adelanto, y recoger los lotes fijando una fecha de pago.
Con mi grupo, nos fuimos a los pueblos más alejados, pero también donde todavía no habíamos llegado, y las crianzas eran de lo mejor. Me di con la sorpresa de que en esos lugares no sólo conocían bien a mi padre, sino que lo apreciaban mucho. Como en otras ocasiones, hicimos una buena fiesta, invitando a los ganaderos, incluyendo a los que vivían lejos o retirados del pueblo. Para ello, me brindó su casa un pariente de mi padre, don Camilo Bustamante. Fue una bonita fiesta, pero lo que más les gustó fue que era también para hablar de negocios. A partir del día siguiente, con mi amigo el policía, hicimos una relación de las necesidades de ganado que había, con la fecha al costado. Luego empezamos a atender a los ganaderos, poniendo en otra columna la cantidad que entregarían y la fecha de entrega. A los que entregarían de inmediato, se les daba su adelanto y se firmaba el respectivo contrato.
No podíamos haber calculado mejor. Había ganado de sobra y bien alimentado. En mi pueblo, el tamaño de las reses era mayor que en otras zonas, pero en estos pueblos sembraban alfalfa y su ganado era de lo mejor, para levantar el lote, como decían mis paisanos. En esos primeros días, recogimos más de doscientos animales y resolvimos llevarlos todos, pues serían mezclados con tres lotes sucesivos, y para el cuarto, ellos mismos traerían cien animales hasta la capital de la provincia, y se les pagaría al contado. Fue una jornada memorable. Los demás también regresaron con buenos resultados, así que luego de unos días de descanso para los animales, nuevamente nos pusimos en marcha, esta vez con más 240 animales.
En los pueblos intermedios, alquilábamos pasturas, para que el ganado no sufriera y llegara en buenas condiciones. Luego de cuatro días de marcha, llegamos a los potreros alquilados, a los que felizmente habíamos encargado que se regaran abundantemente, para que hubiera abundante pasto y se pudiera recuperar el peso del ganado que llegaba. Igual que con el lote anterior, se puso presentables a los animales, que tenían cinco días para mejorar su aspecto.
Como debíamos evitar que los vendedores entraran en contacto con el comprador, los llevamos al pueblo a festejar. Éste quedaba a unas buenas cuatro leguas de donde estaban las pasturas, y de allí, bien atendidos, comidos y bebidos, los enviamos por el tercer lote. Esta vez, con su pago completo, y el corazón contento.
Regresando, ya Silva nos estaba esperando. Le gustó mucho el lote, pues los animales de Parinacochas habían levantado a la tropilla que entregamos esta vez.
§ Mi buen amigo, dijo, pensé que, como siempre se hace, ustedes me habían traído el mejor lote la primera vez. Éste está mejor, y como premio al esfuerzo, le bonificaremos con 19 soles. Así que 246 animales por 19, salen exactamente 4,636 soles, y aquí los tiene a su disposición.
§ No esperaba esta amabilidad de su parte, gracias, y son sólo 4560, ya que los dos son pedido de don Enrique, y no se olvide de descontar los dos anteriores.
§ No se fije en minucias, amigo Alfonso, los números quedan como están, porque así han sido anotados. Dele ese saldito a sus hombres en mi nombre, que se tomen un buen caldo y si alcanza también un buen pisco.
§ Gracias, Roberto, no he conocido antes a un amigo tan generoso como usted.
§ No le haga tantas vueltas, Alfonsito, yo estoy ganando buena plata gracias a usted, y espero que usted también tenga alguna compensación, ¿qué mejor cimiento puede haber para una buena amistad?.
§ Y eso merece un salud, con este rico vino de Ica que me ha traído Roberto, intervino don Enrique. Se siente la uva fina en este producto y es hora de rendirle honores, ya que es otra buena ocasión para celebrar. Y no hay mejor manera de hacerlo que ponerse un buen vino entre pecho y espalda, vengan por aquí muchachos.
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