lunes, 8 de octubre de 2007

Buscando a la Danzarina

BUSCANDO A LA DANZARINA



Le pusimos el nombre de la “Bailarina”, pero eso fue hasta mucho después, cuando ya pudimos ver la máquina terminada. Pero el nombre quedó bien puesto, pues bien que nos hizo sudar y bailar el tango apache, para domesticarla.
Era la máquina más complicada. El concepto era bastante simple, como todos los procesos tecnológicos. Pero como en todo el país no había máquinas parecidas, no teníamos en qué basarnos, ni siquiera pudimos encontrar algo como una aproximación para hacer los planos. Todo lo que veíamos en los puntos de venta, eran simples dibujos sin ningún detalle.
Era realmente una máquina complicada. Pero como ya habíamos hecho otras cosas complicadas, nos envalentonamos y nos decidimos a fabricarla. Se trataba de un cono que trabajaba en forma vertical. Este cono debía tener una malla lo suficientemente fina para dejar pasar el almidón, mas no así la fibra. La inclinación del cono debía ser tan precisa que en el transcurso de pocos segundos debía filtrar el agua más el almidón, y por la superficie pasar la fibra hasta el extremo, y allí evacuarlo. Todo este proceso a más de tres mil revoluciones por minuto.
El producto molido por la “Robusta Siete Leguas”, debía ser trasladado con la ayuda de una bomba de lodos hasta el mismo centro de la “Bailarina”. Allí entraba con fuerza regulada, a la máquina cónica, que con el movimiento rotativo impulsaba la masa por el interior de su superficie cónica, filtrando lo filtrable y empujando por la superficie la fibra de desecho. De la masa diluida en agua, la máquina debía recuperar la mayor parte del almidón a través de la malla
La “Robusta” era tan eficiente, que el primer problema que nos creó, fue que no encontrábamos un tamiz de acero inoxidable tan fino como el que requeríamos. Por muchos pasaba gran cantidad de fibra, que nos dejaba un producto inmanejable. Un día, por suerte, encontramos a una señorita que se dedicaba exclusivamente a la importación de mallas de todo tipo y de todos los materiales afines a éste, para la industria. Su lema era que no había malla que ella no pudiera suministrar. Le dimos los datos técnicos del tamaño de fibras por pulgada que debía tener, lo que la dejó pensativa. De inmediato hizo una llamada telefónica, y nos comunicó que sí era posible, y que con el incentivo del adelanto requerido, podíamos contar con las mallas en unos 20 a 25 días.
La característica de esta amiga, era que no tenía ningún establecimiento comercial. Atendía directamente en su casa, parte de la cual había convertido en oficina que seguramente con la demanda fue creciendo, ya que se veía bastante amplia. Sus clientes eran principalmente empresas del sector minero, con cuyas necesidades se había especializado. Al parecer el negocio iba viento en popa, aunque la oficina se veía sin mayores pretensiones, bastaba ver el carro mercedes que manejaba la niña, que era bastante joven para el negocio que tenía entre manos. Lo difícil era ubicarla, ya que era un negocio que se mantenía entre bambalinas y era conocido solo por la clientela de confianza. Fue una suerte dar con su paradero, por medio de un amigo que la conocía por estar encargado de las compras de una empresa grande. Seguramente había de por medio alguna reserva con la entidad tributaria, o bien la calidad de los clientes no requería de publicidad.
A los treinta días, por fin llegaron las mallas. Qué difícil fue sujetarlas a la superficie de la estructura cónica preparada. Aquí se habrán realizado más de catorce pruebas, antes de que pudiéramos aprobar el modelo final. Eran, pues, muchas variables las que intervenían en el funcionamiento de la bendita “Bailarina”. Sólo en la inclinación del cono, tuvimos que rectificar siete veces. Si era mucho, expulsaba el almidón, si era poco, quedaba retenida la fibra más de lo conveniente, y empezaban unas vibraciones terribles. El nombre se lo puso Dorish, con esa chispa que animaba sus conversaciones.
§ A cada máquina le pondremos nombre, flaco, me dijo un día, porque estas son tan especiales que cada una tiene su personalidad propia.
§ Y a esta que nombre le pondremos, matan tiru, tiru la, le contesté con el mismo ánimo de broma.
§ Pues se llamarán las bailarinas. Uno por la forma del cono, que semeja la falda de una bailarina de can can.
§ Mira viejo que habrás echo en tu juventud, que ahora me hablas de can can como si tal cosa he?
§ Otro día de cuento jovencito, porque si me escucha mi esposa, los dos tendremos que salir volando, en la punta de la escoba.
§ Bueno, lo de la falda está bien, pero el cono nos mira en forma horizontal.
§ Cómo se ve que no has visto bailar este baile, precisamente en lo mejor de la danza las bailarinas levantan sus polleras, para entusiasmar a la platea pues flaquito. Y el nombre les cae a pelo porque esta máquina no trabaja sola, serán como mínimo cuatro, y si el trabajo aumenta, por lo menos seis.
§ Y claro como estarán todas juntas y en fila les cae muy bien eso de bailarinas. Muy bien Leonidas, una ves más acertaste.
§ El diablo sabe más por viejo que por diablo pues muchacho.
Para un funcionamiento eficiente, se tuvo que preparar una batería de cuatro “Bailarinas”, cada una hacía parte del trabajo y se complementaban, dando un resultado que sí era muy eficiente. De esta manera, resolvimos todos los problemas técnicos, que incluían la cantidad de masa que producía la “Robusta”, y habría sido imposible que se diera abasto con una o dos máquinas.
Aquí es donde les nació el nombre de las “Bailarinas”, al verlas trabajar juntas, y por la forma de falda que tenía el cono, recibieron el nombre. Y también, por supuesto, por lo engreídas y detallosas, tanto que nos hicieron sudar la gota gorda en cada detalle y en cada proceso.
Dos de ellas hacían el filtrado primario, dotadas de una malla un poco gruesa, y dos el secundario, con una malla más fina. Con su caja circular de acero inoxidable, se miraba a las máquinas de veras con admiración. Las mil conexiones y tuberías de ingreso y salida, tratamos de esconderlas bajo el piso, para que siempre lucieran elegantes y simpáticas.
Las tribulaciones en que nos pusieron las “Bailarinas” sería larguísimo de relatar, pues la demora de más de cuatro meses que empleamos, ya podrá indicar lo que queremos contarles. La contribución del maestro Dorich, y mi hermano Henry el Sabio fue fundamental en esta etapa. Así como la secadora cayó dentro de mi jurisdicción la Baylarina era responsabilidad del Sabio. Dorich molestó a todos sus amigos, los que tenía en todas partes. En alguna ocasión tuvimos que molestar a algún amigo del SIMA, encargado de las construcciones de la Marina de Guerra, y en otras ocasiones al departamento de Mecánica y Mantenimiento de la Fuerza Aérea. Comentamos esto para dar una idea de lo que estábamos dispuestos a hacer, a realizar cualquier esfuerzo, con tal de resolver los aspectos técnicos con los que tropezábamos con frecuencia.
Ya cuando las “Bailarinas” tenían buen tiempo trabajando, se nos ocurrió que uno de nosotros debía viajar al Brasil, para ver si las tremendas factorías que había en ese país, podían ayudarnos en algo para perfeccionar nuestras queridas máquinas.
Efectivamente, el Sabio hizo el
viaje. Nos hubiera gustado ir juntos, pero siempre el dinero era una limitación. Así pues, le tocó viajar a él, y recorrió con ojos golosos, esas gigantescas empresas que tienen los brasileños en el sur, en los estados que miran al Atlántico. Para suerte de ellos los suelos cultivables están muy cerca de la costa lo que les permite trabajar a costos muy económicos y embarcar sus productos en los puertos sin pagar fletes onerosos. Los brasileños todo lo hacen en grande, y las extensiones que disponen para cultivar yuca son interminables.
Regresó con bastante información valiosa, pero más que todo para confirmar que estábamos recorriendo el camino correcto. La diferencia era que las máquinas allá eran mucho más grandes, como correspondía a ingenios de miles de hectáreas. Lo demás, en general, eran máquinas más toscas, ya que como comentamos en otro capítulo, el procesamiento de la yuca es básicamente mucho más sencillo que el de la delicada papa.

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