jueves, 25 de junio de 2009

UNA MUJER ESPECIAL

UNA MUJER ESPECIAL
Por Elisa Yanac Reynoso
La Señora Pina, nace en un época y en un lugar del Perú, en el cual las mujeres no gozaban de un reconocimiento social que fuese más allá de las alabanzas por ser correctas administradoras de la casa, esposas fieles y madres abnegadas, al mismo tiempo que se las mantenía analfabetas en la ciencia, la técnica o el arte. Los padres generalmente, se oponían o veían como inútil y hasta contraproducente educar a las mujeres, por eso es importante reconocer la visión de sus padres, quienes la alentaron por el camino del estudio, del compromiso con sus semejantes y de una fe expresada en una vida con sentido ético. Este apoyo de sus padres aunado a su enorme deseo de estudiar posibilitaron que llegara a estudiar a San Pedro (la meca del magisterio en aquella época) e incluso haya pisado las aulas universitarias. Sólo desde esta mirada contextualizada, podemos valorar tal logro en su real dimensión, ya que desde la perspectiva de hoy podría considerarse un simple hecho cotidiano.
Aún cuando era una mujer hermosa y sana, requisitos suficientes para interesar a un “buen partido”, se casó más allá de los 25 años en una época en la cual el sentido fundamental de la vida de una mujer era casarse, tener hijos y todo ello debía alcanzarlo alrededor de los veinte años de edad; sin embargo, eso no era algo que la desvelara, pues además era inteligente, tenía su trabajo, la compañía de sus libros y muchos sueños de viajar para conocer éste y otros mundos. Sabía que podía y debía tomarse su tiempo para elegir a su esposo con mucho cuidado. Aceptó a don Alfredo, convencida de su inteligencia, fortaleza de carácter y de que sería un buen padre para sus hijos, además de su atractivo físico, por supuesto. Asimismo, cuando la conocí me conmovió ese maravilloso vínculo madre-hijo que la une a Huguito, lo cual ponía en evidencia sin lugar a dudas que ese extraordinario ser, con el cual compartiría mi vida, provenía de una madre extraordinaria.
Fue hija de su época; ya que por las noticias y revistas que leía sin césar, debió haberse enterado de la lucha de las mujeres en el mundo por el derecho al voto, por el acceso a la educación, y del surgimiento del movimiento feminista. Se le podría considerar feminista, pero en el mejor sentido del término, ya que alentaba a las mujeres a estudiar, fomentaba la lectura entre sus colegas, formaba asociaciones de mujeres en donde se encontrara, pero sin tratar de competir con los varones, era una convencida de que la educación era la mejor forma de libertad. A lo largo de su vida mantuvo esta preocupación e interés por el desarrollo de las mujeres lo cual la llevo a promover y celebrar con mucha complacencia la candidatura de una mujer a la presidencia de la República, la presencia de Ministras en el gobierno, y en general, disfrutaba como suyos todos los logros de las mujeres ya sean de índole intelectual, artístico o deportivo, independientemente de su país de origen o de su condición social. En ese espíritu de promover que las mujeres lleguen a lo máximo de su capacidad, me comprometió a obtener el Doctorado, decía que en la familia tenía que haber Doctoras, tomen debida nota sus nietas y las esposas de sus nietos.

Otro aspecto a resaltar en ella es su fluidez en el discurso y su amena conversación. Nunca dejó de pronunciar unas palabras en las celebraciones familiares, siempre con un mensaje cariñoso y esperanzador, o de atender a sus visitas ofreciéndoles lo que tenía pero sobre todo una agradable conversación. Cuando visitaba a Huguito en su casa, y más frecuentemente, cuando me tocó vivir con ella en los tres primeros años de matrimonio, mantuvimos prolongadas conversaciones, me encantaba escuchar sus relatos acerca de sus inicios como maestra, de su noviazgo con don Alfredo, de su matrimonio, del nacimiento de sus hijos, de sus libros, de los espectáculos que disfrutó, de sus frustraciones y de sus sueños; y le gustaba que le contara de mi trabajo y de mis estudios. Pero lo que más admiré en ella fue su agudo sentido de la crítica constructiva. No suele ser ésta una práctica muy frecuente en las personas, y mucho menos en las mujeres, por el contrario, en el imaginario social se le representa a la mujer como quien habla “detrás” de las personas, que disfruta del chisme. Muchas veces la oí hablar con mucho tino, directamente con la persona interesada sobre lo que pensaba, y también a mí me solicitó un par de veces que aclarara sus inquietudes y otras tantas me planteó sugerencias, todo lo cual asumí de buen grado, pues era clara su buena intención, creo que esta actitud mutua nos permitió mantener una conexión especial, además de intereses comunes que compartíamos.
Claro está, que reconocer sus méritos no implica hablar de perfección, y creo que eso es lo más valioso de ella, que desde su imperfección humana ha logrado constituirse en esa persona especial cuya sabiduría y calidad humana impregna todo su ser y su actuar, al punto de dejar huella en sus descendientes y en todos los que la conocimos.

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