LA BECARIA DE TARAPACÁ
Por Hugo Vásquez Espinoza
Corría el año de 1927, a la medianoche de un día cualquiera, se encontraba Doña Honorata Hernández de Espinoza meditando sobre temas muy importantes para la familia, cuando llegó su esposo Don Leoncio y ella le preguntó, cómo estuvo la corrida de toros? El aludido contestó, bravaza, hubo dos muertos, y uno que ya volteaba la esquina lo tuve que operar, el toro le había seccionado los testículos y ha quedado tan bien que tendrá mellizos, estuve hasta altas horas curándolo y luego fuimos a celebrar. Qué bien dijo mamá Hono, como le llamaban con cariño sus allegados, ahora duerme, mañana tenemos mucho trabajo salimos temprano a Occra(*) a preparar charqui para cinco años completos. ¿Mañana? replicó don Leoncio, pero si me he comprometido a ir a Larcay a realizar unos injertos de rosas. Duerme ya no leas por esta noche (el aludido tenía la virtud de la lectura y se pasaba noches enteras leyendo).
Muy temprano Don Leoncio algo intrigado preguntó por qué para cinco años si siempre preparamos para un solo año, es que los negocios van algo mal y deberíamos ver otras opciones dijo Mama Hono. Ella avizoraba la crisis económica que se avecinaba, era el año de 1927 el octavo del segundo gobierno de Leguía y los negocios no iban como antes. Tenía el negocio de la panificación con integración vertical, es decir fabricaba su propia harina, cultivaba su propio trigo, que debido a una compleja logística le permitía márgenes superiores a su competencia, además cultivaba el trigo en la provincia de Aymaraes. Luego de cosecharlo lo llevaba 250 km hasta Andahuaylas para que lo molturaran y llevaba la harina a Pampachiri a 105 km, para panificar en su horno y venderlo al público, esto lo lograba merced a las mulas Tucumanas que poseía y le permitían en esos años sin carreteras, transitar largas distancias.
Mama Hono estaba convencida que debía educar a sus hijos con algo más que la educación primaria y secundaria, solía decir “ a mis hijos debo ponerles media y también zapatos para que anden en la vida, se avecinan tiempos muy difíciles, que estudien una profesión” y eso sólo se podía hacer en Lima, distante 45 días de viaje y como sus hijos eran todavía tiernos adolescentes decidió viajar para atenderlos ella misma e iniciar allá una nueva vida, algo siempre difícil y más para provincianos de clase media. La situación que definió su decisión fue que su engreída hija Agripina, terminaba la primaria en Andahuaylas en la única escuela existente la famosa escuela 652 donde fue alumna de la Profesora Celia Gonzales de del Solar.
Vendieron casi todo lo que tenía, más lo ahorrado, llegando a la fabulosa cifra de 6000 libras esterlinas. Su idea era comprar tierras en la Magdalena, muy cerca de Lima y que su imaginativo esposo Leoncio se dedicara a su pasión y profesión, cultivar flores exóticas y frutas orgánicas, como lo hacía en su fundo de Jesús María. Leoncio era un voraz lector, ello explica que tuviera múltiples oficios: era fotógrafo, fabricante de sellos, médico herbolario, activo practicante de la agricultura orgánica, tenía una especial inclinación por la investigación y el desarrollo de nuevas especies de frutas y flores gracias a la técnica del injerto. Eran muy apreciadas sus exclusivas variedades de manzanas que ofrecía a sus amigos sobre todo la famosa Winterbanana, una variedad con sabor a banana y su siempre celebrada manzana “Cara Sucia”, que tenía un aparente aspecto sucio de color marrón jaspeado pero de extraordinario sabor.
Luego de grandes preparativos que incluía la preparación de alimentos deshidratados de larga duración por el método de la sublimación (léase charqui, chochoca, chuño, etc. investigaciones recientes indican que este último tiene una vida útil de 50 años o más), partieron a Lima en larga caravana, iban con ella sus cuatro hijos, Octavila, Agripina, Hilda y el último Pedro, sus familiares y amigos los acompañaron hasta una parte del camino, Huajanapampa, como era la costumbre y tradición, luego, ellos iniciaron las largas jornadas a caballo pasando por Ayacucho, Huancavelica, Junín hasta llegar a Lima
En Lima, la familia alquiló en Barrios Altos una casa, se instaló con sus hijos y toda su comitiva, aparte de dos sobrinos trajo los infaltables fieles empleados para el servicio y se puso a buscar tierras, encontrando en La Magdalena tres hectáreas en traspaso de unos Japonesitos que las querían vender y fue con la novedad donde su esposo Leoncio.
El adujo “es muy chiquito no me alcanzara para nada y me han contado que por allí pasará una avenida llamada Brasil y quizás lo partirá en dos. Más bien me he encontrado con mi compadre Nicanor y me ha dicho que el negocio del futuro no es la agricultura orgánica si no está en el transporte por camión, me ha ofrecido presentarme a la casa Grace que me puede vender un camión a plazos”.
Pero tú no sabes manejar, objetó mama Hono.
No hay problema, contrato un chofer y listo
A dónde irás y a traer qué?,
A Ica. No hay carretera, pero todo es plano no hay problema solo piden 5000 libras de inicial y el resto en cómodas cuotas mensuales, me dan el camión y el resto es pan comido.
Es así como don Leoncio empezó el próspero negocio del trasporte terrestre antes de que hubiera carreteras. El desenlace? el negocio hizo agua, mejor dicho quedo enarenado. Un mal chofer, la carencia de carretas y la crisis económica, y encima el fenómeno del niño, estamos hablando de 1930, la Casa Grace recogió el camión faltando la última letra por pagar, quebrando la empresa.
Qué hacemos¬, fue la pregunta. Volver a empezar respondió mama Hono con firmeza. Regresaremos al terruño.
Mientras esto ocurría la Señorita Espinoza logró obtener una beca de estudios para “San Pedro” la más alta institución de estudios para el magisterio en el Perú, le cupo tan alto honor por mérito académico, pero en una jugada de última hora la recomendada de un político logró desplazarla del cuadro de méritos al segundo lugar poniendo en gran aprieto al Supervisor de educación que días antes había comunicado la buena nueva a la interesada, …. se movió cielo y tierra y no había solución hasta que a un imaginativo burócrata, que Dios guarde en el cielo, se le ocurrió una genial solución que propuso al ministro. Le dijo “…como es una beca por departamento, bueno tenemos 24 becarios pero según ley hay 25 provincias. Tarapacá, nuestro departamento cautivo, también tiene cupo y no hay postulante por la ocupación Chilena”. El ministro dijo, más que de prisa que se asigne esa beca a la postulante, y es así como llegó a San Pedro la señorita Celia Agripina Espinoza Hernández natural de Apurímac y becaria por Tarapacá y personaje de esta crónica.
También se presentó a la Universidad Católica a estudiar Letras donde fue admitida, pero llegó la hora del ir a la Normal de San Pedro y no le permitieron estudios simultáneos, era uno u otro. Escogió San Pedro donde le esperaba la dura competencia entre las distintas becarias que pretendían, con justicia, seguir siendo las primeras.
San Pedro era administrado por monjas francesas y tenían una vida monacal, solo se salía una vez al año por vacaciones y las clases eran mañana y tarde y en la noche las largas tareas, era una competencia muy dura, había que hacerse valer, estaba de Maestra General la madre Celada, en lenguaje y literatura la madre Roi de Janmer, en las temidas matemáticas la madre García y la agradable madre Ruiz en música y canto, doña Agripina bebiendo de estas fuentes e inspirada en sus padres antes descritos, y por su tesonero esfuerzo logró salir adelante culminando su carrera en la promoción de 1934 de San Pedro junto con 24 colegas.
En 1932 los apacibles fines de semana en San Pedro estudiando, de pronto se vieron cambiados por un dispositivo que permitía las salidas, qué había pasado¬, ¿las monjas se habían modernizado de pronto? No, lo que ocurrió fue que las sobrinas del Presidente Sánchez Cerro acostumbradas a una vida social intensa influyeron para que el ministro dispusiera las salidas los fines de semana. La mayor parte de las niñas se quedaron estudiando incluida Agripina no había tiempo que perder ya cuando saliera tendría ocasión de ver el mundo.
En 1935 tuvo su primer trabajo en Cañete, era muy buena colocación, pero casi al llegar un paludismo mortal la aquejó y casi “dobla la esquina”, la trajeron a Lima desahuciada pero los cuidados de su madre y su gran vigor físico logró que superara tan difícil trance. Luego, fue trabajar a la escuela Japonesa ubicada en la Av. Mariátegui en Jesús María, logrando el aprecio del cuerpo directivo y los alumnos, allí aprendió diversas danzas, coreografías, y otros que después enseñaría en sus escuelas de la sierra.
Doña Agripina quedó fascinada por el ambiente cultural de la capital, no se perdió ninguna función de opera ni ballet, era habitúe del teatro Municipal y de las librerías de Lima y tomaba el té en el TEA ROOM del jirón de la Unión, local muy de moda en aquellos años regentado por damas Alemanas que elaborabas unas deliciosas tortas que hacían las delicias de Doña Pina.
Todo iba de maravilla hasta que llegó… la segunda guerra Mundial, como los Japoneses estaban del otro bando fue cerrada su escuela, consiguió otro trabajo y mama Hono, madre al fin, logró que la ubicaran en Chalhuanca a donde llegó como directora de la escuela pública en 1939, causando furor entre los lugareños que se “hacían lenguas” de la nueva directora, inteligente, culta, bondadosa y hermosa como una diosa, era un todo un suerte tenerla allí… pero su destino era otro. Al año siguiente, 1940 vino otro cambio y terminó en su Andahuaylas donde todo empezó, llegó como directora del Jardín de la Infancia, allí encontraría al amor de su vida, se casaría, lo que sigue es otra historia digna de ser contada por uno más “ leído y escribido” que el suscrito.
Escrito en Cañete el 14 de junio de 2009. A pocos años del centenario de mamá Pinita.
(*) Estancia o granja de propiedad de los indicados señores
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