DAR… (1936)
Por Agripina Espinoza Hernández
Dar a manos llenas algo que poseemos es hermoso y placentero porque nos proporciona la inmensa ventura de realizar una buena acción, pero no nos fijemos sólo en las dádivas morales que son infinitamente superiores y hacen gozar al que da y al que recibe.
Así demos consuelo a los que gimen sin amparo, alegría a los tristes que oprime algún dolor, luz a los que están sumidos en la ignorancia, demos en fin la mano al caído que espera quien lo levante.
Ofrezcamos por doquier nuestros servicios, nuestra cooperación, nuestra buena voluntad, así ayudaremos a aliviar las múltiples necesidades de la sociedad, pero es preciso desterrar el egoísmo y todo lo que impida ejercitar la bondad de nuestro corazón.
Entreguemos todo lo mejor de nuestro ser: afecto, ternura, amistad, amor, estimación.
¿Qué no todos merecen? No importa, nuestra ley es amar ¿Qué no nos agradecerán? También lo sabemos, lo esencial no es esperar recompensas, lo importante es amarles, considerarles, estimularles.
Otorguemos sin contar, sin esperar retorno, sin sufrir porque no nos comprendan, sin desalentarse porque protesten, aunque haya algunos que no saben recibir el bien que se les hace, Dios agradecerá por ellos.
Demos siempre sin mirar a quien, con la única esperanza de gozar la magnífica dicha que proporciona el dar.
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