Si supieran…maestrita
Por: Agripina Espinoza Hernandez
Para ti maestrita de verdad son estas pequeñas líneas, que te dedico en homenaje de simpatía y comprensión por tu silenciosa y fecunda obra de modeladora de la niñez.
Si supieran… maestrita que en el olvidado rincón de una escuelita, dejas girones de tu vida, afectos de tu alma y sueños de tu juventud, comprenderían que en esa ofrenda silenciosa das lo mejor, de tu propio ser.
Si supieran…maestrita que cual solicita jardinera, cuidas, la pequeña planta verde que es el niño, para que crezca, bello y lozano, como se embelesarían en tu jardín y aspirarían el perfume de tus flores.
Si supieran…maestrita con cuánta ternura amas, a los hijos de los extraños, aquellos mismos que te critican, cómo se guardarían de herir tu corazón.
Si supieran…maestrita con qué infinita paciencia tienes que soportar las mil malacrianzas de los hijos ajenos, con cuanta comprensión, benevolencia te juzgarían todos los padres exigentes.
Si supieran…maestrita con cuantos afanes y desgastes haces que penetre la luz, en esas pequeñas cabecitas, no te tildarían de ociosa que se gana lindamente la vida, sin cumplir con su deber.
Si supieran…maestrita con cuantos desvelos e inquietudes consigues encausar al buen camino a un muchacho de tendencias rastreras, cuánto te agradecerían por devolver a la sociedad un miembro útil.
Si supieran…maestrita que eres la sembradora de buenos ideales y sentimientos nobles, te considerarían como a la mejor benefactora de la humanidad.
Agripina Espinoza H.
Andahuaylas 14/05/1941
jueves, 25 de junio de 2009
DAR ES AMAR
Dar es amar
Por Agripina Espinoza Hernandez
Dar al limosnero algo que poseemos es hermoso y placentero, porque nos proporciona la ventura de realizar una buena acción, pero la humanidad está necesitada más que de dádivas materiales de dádivas morales. Hacen falta en el mundo almas generosas que sepan dar antes de pedir, que sepan ceder antes de quitar, que sepan servir antes de exigir.
Todos podemos dar algo, Dios puso en nuestras almas mucha riqueza espiritual, aunque carezcamos en absoluto de lo material, debemos aprovechar todas las magnificas oportunidades que diariamente se presentan para ejercitar la bondad de nuestro corazón.
Así, demos consuelo a los que gimen sin amparo, alegría al triste que oprime algún dolor, luz a los que están sumidos en la ignorancia, la mano al caído que espera quien lo levante.
Ofrezcamos por doquier nuestros servicios, nuestra cooperación, nuestros servicios, nuestra voluntad, así ayudaremos a aliviar las múltiples necesidades de nuestros hermanos.
Entreguemos sin recelos todo lo mejor de nuestros sentimientos; amor, ternura, amistad, estimación. Me diréis, qué no todos merecen? no importa, nuestra ley es “amar”, que no todos agradecen?. Lo esencial no es esperar gratitudes, lo importante es amarles, considerarles, estimularles.
Otorguemos todos los bienes que podamos sin pensar en el retorno sin desalentarnos, porque no comprenden, para hacer bien no es necesario saber a quién. Amemos dando sin medir, sin pedir, así cumpliremos con la sublime ley que el Dador de todos los bienes nos impuso tan sabiamente. Dar es la forma más hermosa de amar.
Chalhuanca, 19 Setiembre, 1939
Por Agripina Espinoza Hernandez
Dar al limosnero algo que poseemos es hermoso y placentero, porque nos proporciona la ventura de realizar una buena acción, pero la humanidad está necesitada más que de dádivas materiales de dádivas morales. Hacen falta en el mundo almas generosas que sepan dar antes de pedir, que sepan ceder antes de quitar, que sepan servir antes de exigir.
Todos podemos dar algo, Dios puso en nuestras almas mucha riqueza espiritual, aunque carezcamos en absoluto de lo material, debemos aprovechar todas las magnificas oportunidades que diariamente se presentan para ejercitar la bondad de nuestro corazón.
Así, demos consuelo a los que gimen sin amparo, alegría al triste que oprime algún dolor, luz a los que están sumidos en la ignorancia, la mano al caído que espera quien lo levante.
Ofrezcamos por doquier nuestros servicios, nuestra cooperación, nuestros servicios, nuestra voluntad, así ayudaremos a aliviar las múltiples necesidades de nuestros hermanos.
Entreguemos sin recelos todo lo mejor de nuestros sentimientos; amor, ternura, amistad, estimación. Me diréis, qué no todos merecen? no importa, nuestra ley es “amar”, que no todos agradecen?. Lo esencial no es esperar gratitudes, lo importante es amarles, considerarles, estimularles.
Otorguemos todos los bienes que podamos sin pensar en el retorno sin desalentarnos, porque no comprenden, para hacer bien no es necesario saber a quién. Amemos dando sin medir, sin pedir, así cumpliremos con la sublime ley que el Dador de todos los bienes nos impuso tan sabiamente. Dar es la forma más hermosa de amar.
Chalhuanca, 19 Setiembre, 1939
Comprensión Maternal
Comprensión Maternal
POR: Agripina Espinoza Hernandez
La hija que posea una madre amante y comprensiva está salvada para el porvenir, porque le alumbra la estrella más brillante que guiará su vida por senderos seguros. ¡Madre! Es el vocablo más sublime que engrandece a la mujer, es la palabra que compendia todas las virtudes femeninas.
La madre como la persona más sincera, desinteresada y tierna, está llamada a ser la única y la mejor confidente de sus hijos en la edad en que despiertan sentimientos que inquietan su corazón de adolescente.
Cuando los hijos tienen la edad de 12 a 18 años, la madre tiene una delicadísima misión, que desempeñar (aguzando su observación, ampliando su comprensión) tiene que observar atentamente todas las reacciones de sus hijos y comprenderlas, ante todo inspirándole confianza con su actitud serena, sus bondadosas amonestaciones, los oportunos consejos, las razones convincentes, el juicio equilibrado, la vigilancia tolerante y su perdón indulgente; jamás deberá mostrarse intolerante, prohibiéndoles de todo con regaños y amenazas, que no conducen, sino a ese cuadro tan triste de que madres e hijos parezcan extraños y en cuestiones sentimentales la aspereza y la incomprensión llevan a la ceguera y al capricho, en lugar de ser una suave luz que alumbra sin desgarrar el velo de la ilusión.
La hija que no confía en su madre por esa falta de confianza, por excesivo respeto o por temor a su incomprensión, abandonada a la soledad, en la edad que necesita ayuda buscará una confidente en cualquier amiga para confiar sus secretos, y ésta si es joven también qué podrá guiarle ni resolver bien sus asuntos? se hace pues imprescindible la intervención amistosa y cordial de la madre para evitar que las hijas inexpertas sucumbas a los primeros desengaños de la vida.
Ninguna madre ha de querer que la criatura querida que arrulló en la cuna con todos los cuidados imaginables fracase lamentablemente a causa de un descuido cuando grande. Si amas tanto a tus hijos previenelos cariñosamente contra todas las asechanzas de la vida, persuádeles suavemente del mejor camino que debe seguir, y compréndele ampliamente en todo lo que te solicitase. Así unirás todas las bellas virtudes, que adornan la más rara de todas: la comprensión, porque “amar es comprender”. Procuremos ser comprensivas porque “comprender es amar”.
Chalhuanca, Primavera del 39
POR: Agripina Espinoza Hernandez
La hija que posea una madre amante y comprensiva está salvada para el porvenir, porque le alumbra la estrella más brillante que guiará su vida por senderos seguros. ¡Madre! Es el vocablo más sublime que engrandece a la mujer, es la palabra que compendia todas las virtudes femeninas.
La madre como la persona más sincera, desinteresada y tierna, está llamada a ser la única y la mejor confidente de sus hijos en la edad en que despiertan sentimientos que inquietan su corazón de adolescente.
Cuando los hijos tienen la edad de 12 a 18 años, la madre tiene una delicadísima misión, que desempeñar (aguzando su observación, ampliando su comprensión) tiene que observar atentamente todas las reacciones de sus hijos y comprenderlas, ante todo inspirándole confianza con su actitud serena, sus bondadosas amonestaciones, los oportunos consejos, las razones convincentes, el juicio equilibrado, la vigilancia tolerante y su perdón indulgente; jamás deberá mostrarse intolerante, prohibiéndoles de todo con regaños y amenazas, que no conducen, sino a ese cuadro tan triste de que madres e hijos parezcan extraños y en cuestiones sentimentales la aspereza y la incomprensión llevan a la ceguera y al capricho, en lugar de ser una suave luz que alumbra sin desgarrar el velo de la ilusión.
La hija que no confía en su madre por esa falta de confianza, por excesivo respeto o por temor a su incomprensión, abandonada a la soledad, en la edad que necesita ayuda buscará una confidente en cualquier amiga para confiar sus secretos, y ésta si es joven también qué podrá guiarle ni resolver bien sus asuntos? se hace pues imprescindible la intervención amistosa y cordial de la madre para evitar que las hijas inexpertas sucumbas a los primeros desengaños de la vida.
Ninguna madre ha de querer que la criatura querida que arrulló en la cuna con todos los cuidados imaginables fracase lamentablemente a causa de un descuido cuando grande. Si amas tanto a tus hijos previenelos cariñosamente contra todas las asechanzas de la vida, persuádeles suavemente del mejor camino que debe seguir, y compréndele ampliamente en todo lo que te solicitase. Así unirás todas las bellas virtudes, que adornan la más rara de todas: la comprensión, porque “amar es comprender”. Procuremos ser comprensivas porque “comprender es amar”.
Chalhuanca, Primavera del 39
LA BECARIA DE TARAPACA
LA BECARIA DE TARAPACÁ
Por Hugo Vásquez Espinoza
Corría el año de 1927, a la medianoche de un día cualquiera, se encontraba Doña Honorata Hernández de Espinoza meditando sobre temas muy importantes para la familia, cuando llegó su esposo Don Leoncio y ella le preguntó, cómo estuvo la corrida de toros? El aludido contestó, bravaza, hubo dos muertos, y uno que ya volteaba la esquina lo tuve que operar, el toro le había seccionado los testículos y ha quedado tan bien que tendrá mellizos, estuve hasta altas horas curándolo y luego fuimos a celebrar. Qué bien dijo mamá Hono, como le llamaban con cariño sus allegados, ahora duerme, mañana tenemos mucho trabajo salimos temprano a Occra(*) a preparar charqui para cinco años completos. ¿Mañana? replicó don Leoncio, pero si me he comprometido a ir a Larcay a realizar unos injertos de rosas. Duerme ya no leas por esta noche (el aludido tenía la virtud de la lectura y se pasaba noches enteras leyendo).
Muy temprano Don Leoncio algo intrigado preguntó por qué para cinco años si siempre preparamos para un solo año, es que los negocios van algo mal y deberíamos ver otras opciones dijo Mama Hono. Ella avizoraba la crisis económica que se avecinaba, era el año de 1927 el octavo del segundo gobierno de Leguía y los negocios no iban como antes. Tenía el negocio de la panificación con integración vertical, es decir fabricaba su propia harina, cultivaba su propio trigo, que debido a una compleja logística le permitía márgenes superiores a su competencia, además cultivaba el trigo en la provincia de Aymaraes. Luego de cosecharlo lo llevaba 250 km hasta Andahuaylas para que lo molturaran y llevaba la harina a Pampachiri a 105 km, para panificar en su horno y venderlo al público, esto lo lograba merced a las mulas Tucumanas que poseía y le permitían en esos años sin carreteras, transitar largas distancias.
Mama Hono estaba convencida que debía educar a sus hijos con algo más que la educación primaria y secundaria, solía decir “ a mis hijos debo ponerles media y también zapatos para que anden en la vida, se avecinan tiempos muy difíciles, que estudien una profesión” y eso sólo se podía hacer en Lima, distante 45 días de viaje y como sus hijos eran todavía tiernos adolescentes decidió viajar para atenderlos ella misma e iniciar allá una nueva vida, algo siempre difícil y más para provincianos de clase media. La situación que definió su decisión fue que su engreída hija Agripina, terminaba la primaria en Andahuaylas en la única escuela existente la famosa escuela 652 donde fue alumna de la Profesora Celia Gonzales de del Solar.
Vendieron casi todo lo que tenía, más lo ahorrado, llegando a la fabulosa cifra de 6000 libras esterlinas. Su idea era comprar tierras en la Magdalena, muy cerca de Lima y que su imaginativo esposo Leoncio se dedicara a su pasión y profesión, cultivar flores exóticas y frutas orgánicas, como lo hacía en su fundo de Jesús María. Leoncio era un voraz lector, ello explica que tuviera múltiples oficios: era fotógrafo, fabricante de sellos, médico herbolario, activo practicante de la agricultura orgánica, tenía una especial inclinación por la investigación y el desarrollo de nuevas especies de frutas y flores gracias a la técnica del injerto. Eran muy apreciadas sus exclusivas variedades de manzanas que ofrecía a sus amigos sobre todo la famosa Winterbanana, una variedad con sabor a banana y su siempre celebrada manzana “Cara Sucia”, que tenía un aparente aspecto sucio de color marrón jaspeado pero de extraordinario sabor.
Luego de grandes preparativos que incluía la preparación de alimentos deshidratados de larga duración por el método de la sublimación (léase charqui, chochoca, chuño, etc. investigaciones recientes indican que este último tiene una vida útil de 50 años o más), partieron a Lima en larga caravana, iban con ella sus cuatro hijos, Octavila, Agripina, Hilda y el último Pedro, sus familiares y amigos los acompañaron hasta una parte del camino, Huajanapampa, como era la costumbre y tradición, luego, ellos iniciaron las largas jornadas a caballo pasando por Ayacucho, Huancavelica, Junín hasta llegar a Lima
En Lima, la familia alquiló en Barrios Altos una casa, se instaló con sus hijos y toda su comitiva, aparte de dos sobrinos trajo los infaltables fieles empleados para el servicio y se puso a buscar tierras, encontrando en La Magdalena tres hectáreas en traspaso de unos Japonesitos que las querían vender y fue con la novedad donde su esposo Leoncio.
El adujo “es muy chiquito no me alcanzara para nada y me han contado que por allí pasará una avenida llamada Brasil y quizás lo partirá en dos. Más bien me he encontrado con mi compadre Nicanor y me ha dicho que el negocio del futuro no es la agricultura orgánica si no está en el transporte por camión, me ha ofrecido presentarme a la casa Grace que me puede vender un camión a plazos”.
Pero tú no sabes manejar, objetó mama Hono.
No hay problema, contrato un chofer y listo
A dónde irás y a traer qué?,
A Ica. No hay carretera, pero todo es plano no hay problema solo piden 5000 libras de inicial y el resto en cómodas cuotas mensuales, me dan el camión y el resto es pan comido.
Es así como don Leoncio empezó el próspero negocio del trasporte terrestre antes de que hubiera carreteras. El desenlace? el negocio hizo agua, mejor dicho quedo enarenado. Un mal chofer, la carencia de carretas y la crisis económica, y encima el fenómeno del niño, estamos hablando de 1930, la Casa Grace recogió el camión faltando la última letra por pagar, quebrando la empresa.
Qué hacemos¬, fue la pregunta. Volver a empezar respondió mama Hono con firmeza. Regresaremos al terruño.
Mientras esto ocurría la Señorita Espinoza logró obtener una beca de estudios para “San Pedro” la más alta institución de estudios para el magisterio en el Perú, le cupo tan alto honor por mérito académico, pero en una jugada de última hora la recomendada de un político logró desplazarla del cuadro de méritos al segundo lugar poniendo en gran aprieto al Supervisor de educación que días antes había comunicado la buena nueva a la interesada, …. se movió cielo y tierra y no había solución hasta que a un imaginativo burócrata, que Dios guarde en el cielo, se le ocurrió una genial solución que propuso al ministro. Le dijo “…como es una beca por departamento, bueno tenemos 24 becarios pero según ley hay 25 provincias. Tarapacá, nuestro departamento cautivo, también tiene cupo y no hay postulante por la ocupación Chilena”. El ministro dijo, más que de prisa que se asigne esa beca a la postulante, y es así como llegó a San Pedro la señorita Celia Agripina Espinoza Hernández natural de Apurímac y becaria por Tarapacá y personaje de esta crónica.
También se presentó a la Universidad Católica a estudiar Letras donde fue admitida, pero llegó la hora del ir a la Normal de San Pedro y no le permitieron estudios simultáneos, era uno u otro. Escogió San Pedro donde le esperaba la dura competencia entre las distintas becarias que pretendían, con justicia, seguir siendo las primeras.
San Pedro era administrado por monjas francesas y tenían una vida monacal, solo se salía una vez al año por vacaciones y las clases eran mañana y tarde y en la noche las largas tareas, era una competencia muy dura, había que hacerse valer, estaba de Maestra General la madre Celada, en lenguaje y literatura la madre Roi de Janmer, en las temidas matemáticas la madre García y la agradable madre Ruiz en música y canto, doña Agripina bebiendo de estas fuentes e inspirada en sus padres antes descritos, y por su tesonero esfuerzo logró salir adelante culminando su carrera en la promoción de 1934 de San Pedro junto con 24 colegas.
En 1932 los apacibles fines de semana en San Pedro estudiando, de pronto se vieron cambiados por un dispositivo que permitía las salidas, qué había pasado¬, ¿las monjas se habían modernizado de pronto? No, lo que ocurrió fue que las sobrinas del Presidente Sánchez Cerro acostumbradas a una vida social intensa influyeron para que el ministro dispusiera las salidas los fines de semana. La mayor parte de las niñas se quedaron estudiando incluida Agripina no había tiempo que perder ya cuando saliera tendría ocasión de ver el mundo.
En 1935 tuvo su primer trabajo en Cañete, era muy buena colocación, pero casi al llegar un paludismo mortal la aquejó y casi “dobla la esquina”, la trajeron a Lima desahuciada pero los cuidados de su madre y su gran vigor físico logró que superara tan difícil trance. Luego, fue trabajar a la escuela Japonesa ubicada en la Av. Mariátegui en Jesús María, logrando el aprecio del cuerpo directivo y los alumnos, allí aprendió diversas danzas, coreografías, y otros que después enseñaría en sus escuelas de la sierra.
Doña Agripina quedó fascinada por el ambiente cultural de la capital, no se perdió ninguna función de opera ni ballet, era habitúe del teatro Municipal y de las librerías de Lima y tomaba el té en el TEA ROOM del jirón de la Unión, local muy de moda en aquellos años regentado por damas Alemanas que elaborabas unas deliciosas tortas que hacían las delicias de Doña Pina.
Todo iba de maravilla hasta que llegó… la segunda guerra Mundial, como los Japoneses estaban del otro bando fue cerrada su escuela, consiguió otro trabajo y mama Hono, madre al fin, logró que la ubicaran en Chalhuanca a donde llegó como directora de la escuela pública en 1939, causando furor entre los lugareños que se “hacían lenguas” de la nueva directora, inteligente, culta, bondadosa y hermosa como una diosa, era un todo un suerte tenerla allí… pero su destino era otro. Al año siguiente, 1940 vino otro cambio y terminó en su Andahuaylas donde todo empezó, llegó como directora del Jardín de la Infancia, allí encontraría al amor de su vida, se casaría, lo que sigue es otra historia digna de ser contada por uno más “ leído y escribido” que el suscrito.
Escrito en Cañete el 14 de junio de 2009. A pocos años del centenario de mamá Pinita.
(*) Estancia o granja de propiedad de los indicados señores
Por Hugo Vásquez Espinoza
Corría el año de 1927, a la medianoche de un día cualquiera, se encontraba Doña Honorata Hernández de Espinoza meditando sobre temas muy importantes para la familia, cuando llegó su esposo Don Leoncio y ella le preguntó, cómo estuvo la corrida de toros? El aludido contestó, bravaza, hubo dos muertos, y uno que ya volteaba la esquina lo tuve que operar, el toro le había seccionado los testículos y ha quedado tan bien que tendrá mellizos, estuve hasta altas horas curándolo y luego fuimos a celebrar. Qué bien dijo mamá Hono, como le llamaban con cariño sus allegados, ahora duerme, mañana tenemos mucho trabajo salimos temprano a Occra(*) a preparar charqui para cinco años completos. ¿Mañana? replicó don Leoncio, pero si me he comprometido a ir a Larcay a realizar unos injertos de rosas. Duerme ya no leas por esta noche (el aludido tenía la virtud de la lectura y se pasaba noches enteras leyendo).
Muy temprano Don Leoncio algo intrigado preguntó por qué para cinco años si siempre preparamos para un solo año, es que los negocios van algo mal y deberíamos ver otras opciones dijo Mama Hono. Ella avizoraba la crisis económica que se avecinaba, era el año de 1927 el octavo del segundo gobierno de Leguía y los negocios no iban como antes. Tenía el negocio de la panificación con integración vertical, es decir fabricaba su propia harina, cultivaba su propio trigo, que debido a una compleja logística le permitía márgenes superiores a su competencia, además cultivaba el trigo en la provincia de Aymaraes. Luego de cosecharlo lo llevaba 250 km hasta Andahuaylas para que lo molturaran y llevaba la harina a Pampachiri a 105 km, para panificar en su horno y venderlo al público, esto lo lograba merced a las mulas Tucumanas que poseía y le permitían en esos años sin carreteras, transitar largas distancias.
Mama Hono estaba convencida que debía educar a sus hijos con algo más que la educación primaria y secundaria, solía decir “ a mis hijos debo ponerles media y también zapatos para que anden en la vida, se avecinan tiempos muy difíciles, que estudien una profesión” y eso sólo se podía hacer en Lima, distante 45 días de viaje y como sus hijos eran todavía tiernos adolescentes decidió viajar para atenderlos ella misma e iniciar allá una nueva vida, algo siempre difícil y más para provincianos de clase media. La situación que definió su decisión fue que su engreída hija Agripina, terminaba la primaria en Andahuaylas en la única escuela existente la famosa escuela 652 donde fue alumna de la Profesora Celia Gonzales de del Solar.
Vendieron casi todo lo que tenía, más lo ahorrado, llegando a la fabulosa cifra de 6000 libras esterlinas. Su idea era comprar tierras en la Magdalena, muy cerca de Lima y que su imaginativo esposo Leoncio se dedicara a su pasión y profesión, cultivar flores exóticas y frutas orgánicas, como lo hacía en su fundo de Jesús María. Leoncio era un voraz lector, ello explica que tuviera múltiples oficios: era fotógrafo, fabricante de sellos, médico herbolario, activo practicante de la agricultura orgánica, tenía una especial inclinación por la investigación y el desarrollo de nuevas especies de frutas y flores gracias a la técnica del injerto. Eran muy apreciadas sus exclusivas variedades de manzanas que ofrecía a sus amigos sobre todo la famosa Winterbanana, una variedad con sabor a banana y su siempre celebrada manzana “Cara Sucia”, que tenía un aparente aspecto sucio de color marrón jaspeado pero de extraordinario sabor.
Luego de grandes preparativos que incluía la preparación de alimentos deshidratados de larga duración por el método de la sublimación (léase charqui, chochoca, chuño, etc. investigaciones recientes indican que este último tiene una vida útil de 50 años o más), partieron a Lima en larga caravana, iban con ella sus cuatro hijos, Octavila, Agripina, Hilda y el último Pedro, sus familiares y amigos los acompañaron hasta una parte del camino, Huajanapampa, como era la costumbre y tradición, luego, ellos iniciaron las largas jornadas a caballo pasando por Ayacucho, Huancavelica, Junín hasta llegar a Lima
En Lima, la familia alquiló en Barrios Altos una casa, se instaló con sus hijos y toda su comitiva, aparte de dos sobrinos trajo los infaltables fieles empleados para el servicio y se puso a buscar tierras, encontrando en La Magdalena tres hectáreas en traspaso de unos Japonesitos que las querían vender y fue con la novedad donde su esposo Leoncio.
El adujo “es muy chiquito no me alcanzara para nada y me han contado que por allí pasará una avenida llamada Brasil y quizás lo partirá en dos. Más bien me he encontrado con mi compadre Nicanor y me ha dicho que el negocio del futuro no es la agricultura orgánica si no está en el transporte por camión, me ha ofrecido presentarme a la casa Grace que me puede vender un camión a plazos”.
Pero tú no sabes manejar, objetó mama Hono.
No hay problema, contrato un chofer y listo
A dónde irás y a traer qué?,
A Ica. No hay carretera, pero todo es plano no hay problema solo piden 5000 libras de inicial y el resto en cómodas cuotas mensuales, me dan el camión y el resto es pan comido.
Es así como don Leoncio empezó el próspero negocio del trasporte terrestre antes de que hubiera carreteras. El desenlace? el negocio hizo agua, mejor dicho quedo enarenado. Un mal chofer, la carencia de carretas y la crisis económica, y encima el fenómeno del niño, estamos hablando de 1930, la Casa Grace recogió el camión faltando la última letra por pagar, quebrando la empresa.
Qué hacemos¬, fue la pregunta. Volver a empezar respondió mama Hono con firmeza. Regresaremos al terruño.
Mientras esto ocurría la Señorita Espinoza logró obtener una beca de estudios para “San Pedro” la más alta institución de estudios para el magisterio en el Perú, le cupo tan alto honor por mérito académico, pero en una jugada de última hora la recomendada de un político logró desplazarla del cuadro de méritos al segundo lugar poniendo en gran aprieto al Supervisor de educación que días antes había comunicado la buena nueva a la interesada, …. se movió cielo y tierra y no había solución hasta que a un imaginativo burócrata, que Dios guarde en el cielo, se le ocurrió una genial solución que propuso al ministro. Le dijo “…como es una beca por departamento, bueno tenemos 24 becarios pero según ley hay 25 provincias. Tarapacá, nuestro departamento cautivo, también tiene cupo y no hay postulante por la ocupación Chilena”. El ministro dijo, más que de prisa que se asigne esa beca a la postulante, y es así como llegó a San Pedro la señorita Celia Agripina Espinoza Hernández natural de Apurímac y becaria por Tarapacá y personaje de esta crónica.
También se presentó a la Universidad Católica a estudiar Letras donde fue admitida, pero llegó la hora del ir a la Normal de San Pedro y no le permitieron estudios simultáneos, era uno u otro. Escogió San Pedro donde le esperaba la dura competencia entre las distintas becarias que pretendían, con justicia, seguir siendo las primeras.
San Pedro era administrado por monjas francesas y tenían una vida monacal, solo se salía una vez al año por vacaciones y las clases eran mañana y tarde y en la noche las largas tareas, era una competencia muy dura, había que hacerse valer, estaba de Maestra General la madre Celada, en lenguaje y literatura la madre Roi de Janmer, en las temidas matemáticas la madre García y la agradable madre Ruiz en música y canto, doña Agripina bebiendo de estas fuentes e inspirada en sus padres antes descritos, y por su tesonero esfuerzo logró salir adelante culminando su carrera en la promoción de 1934 de San Pedro junto con 24 colegas.
En 1932 los apacibles fines de semana en San Pedro estudiando, de pronto se vieron cambiados por un dispositivo que permitía las salidas, qué había pasado¬, ¿las monjas se habían modernizado de pronto? No, lo que ocurrió fue que las sobrinas del Presidente Sánchez Cerro acostumbradas a una vida social intensa influyeron para que el ministro dispusiera las salidas los fines de semana. La mayor parte de las niñas se quedaron estudiando incluida Agripina no había tiempo que perder ya cuando saliera tendría ocasión de ver el mundo.
En 1935 tuvo su primer trabajo en Cañete, era muy buena colocación, pero casi al llegar un paludismo mortal la aquejó y casi “dobla la esquina”, la trajeron a Lima desahuciada pero los cuidados de su madre y su gran vigor físico logró que superara tan difícil trance. Luego, fue trabajar a la escuela Japonesa ubicada en la Av. Mariátegui en Jesús María, logrando el aprecio del cuerpo directivo y los alumnos, allí aprendió diversas danzas, coreografías, y otros que después enseñaría en sus escuelas de la sierra.
Doña Agripina quedó fascinada por el ambiente cultural de la capital, no se perdió ninguna función de opera ni ballet, era habitúe del teatro Municipal y de las librerías de Lima y tomaba el té en el TEA ROOM del jirón de la Unión, local muy de moda en aquellos años regentado por damas Alemanas que elaborabas unas deliciosas tortas que hacían las delicias de Doña Pina.
Todo iba de maravilla hasta que llegó… la segunda guerra Mundial, como los Japoneses estaban del otro bando fue cerrada su escuela, consiguió otro trabajo y mama Hono, madre al fin, logró que la ubicaran en Chalhuanca a donde llegó como directora de la escuela pública en 1939, causando furor entre los lugareños que se “hacían lenguas” de la nueva directora, inteligente, culta, bondadosa y hermosa como una diosa, era un todo un suerte tenerla allí… pero su destino era otro. Al año siguiente, 1940 vino otro cambio y terminó en su Andahuaylas donde todo empezó, llegó como directora del Jardín de la Infancia, allí encontraría al amor de su vida, se casaría, lo que sigue es otra historia digna de ser contada por uno más “ leído y escribido” que el suscrito.
Escrito en Cañete el 14 de junio de 2009. A pocos años del centenario de mamá Pinita.
(*) Estancia o granja de propiedad de los indicados señores
DAR
DAR… (1936)
Por Agripina Espinoza Hernández
Dar a manos llenas algo que poseemos es hermoso y placentero porque nos proporciona la inmensa ventura de realizar una buena acción, pero no nos fijemos sólo en las dádivas morales que son infinitamente superiores y hacen gozar al que da y al que recibe.
Así demos consuelo a los que gimen sin amparo, alegría a los tristes que oprime algún dolor, luz a los que están sumidos en la ignorancia, demos en fin la mano al caído que espera quien lo levante.
Ofrezcamos por doquier nuestros servicios, nuestra cooperación, nuestra buena voluntad, así ayudaremos a aliviar las múltiples necesidades de la sociedad, pero es preciso desterrar el egoísmo y todo lo que impida ejercitar la bondad de nuestro corazón.
Entreguemos todo lo mejor de nuestro ser: afecto, ternura, amistad, amor, estimación.
¿Qué no todos merecen? No importa, nuestra ley es amar ¿Qué no nos agradecerán? También lo sabemos, lo esencial no es esperar recompensas, lo importante es amarles, considerarles, estimularles.
Otorguemos sin contar, sin esperar retorno, sin sufrir porque no nos comprendan, sin desalentarse porque protesten, aunque haya algunos que no saben recibir el bien que se les hace, Dios agradecerá por ellos.
Demos siempre sin mirar a quien, con la única esperanza de gozar la magnífica dicha que proporciona el dar.
Por Agripina Espinoza Hernández
Dar a manos llenas algo que poseemos es hermoso y placentero porque nos proporciona la inmensa ventura de realizar una buena acción, pero no nos fijemos sólo en las dádivas morales que son infinitamente superiores y hacen gozar al que da y al que recibe.
Así demos consuelo a los que gimen sin amparo, alegría a los tristes que oprime algún dolor, luz a los que están sumidos en la ignorancia, demos en fin la mano al caído que espera quien lo levante.
Ofrezcamos por doquier nuestros servicios, nuestra cooperación, nuestra buena voluntad, así ayudaremos a aliviar las múltiples necesidades de la sociedad, pero es preciso desterrar el egoísmo y todo lo que impida ejercitar la bondad de nuestro corazón.
Entreguemos todo lo mejor de nuestro ser: afecto, ternura, amistad, amor, estimación.
¿Qué no todos merecen? No importa, nuestra ley es amar ¿Qué no nos agradecerán? También lo sabemos, lo esencial no es esperar recompensas, lo importante es amarles, considerarles, estimularles.
Otorguemos sin contar, sin esperar retorno, sin sufrir porque no nos comprendan, sin desalentarse porque protesten, aunque haya algunos que no saben recibir el bien que se les hace, Dios agradecerá por ellos.
Demos siempre sin mirar a quien, con la única esperanza de gozar la magnífica dicha que proporciona el dar.
UNA MUJER ESPECIAL
UNA MUJER ESPECIAL
Por Elisa Yanac Reynoso
La Señora Pina, nace en un época y en un lugar del Perú, en el cual las mujeres no gozaban de un reconocimiento social que fuese más allá de las alabanzas por ser correctas administradoras de la casa, esposas fieles y madres abnegadas, al mismo tiempo que se las mantenía analfabetas en la ciencia, la técnica o el arte. Los padres generalmente, se oponían o veían como inútil y hasta contraproducente educar a las mujeres, por eso es importante reconocer la visión de sus padres, quienes la alentaron por el camino del estudio, del compromiso con sus semejantes y de una fe expresada en una vida con sentido ético. Este apoyo de sus padres aunado a su enorme deseo de estudiar posibilitaron que llegara a estudiar a San Pedro (la meca del magisterio en aquella época) e incluso haya pisado las aulas universitarias. Sólo desde esta mirada contextualizada, podemos valorar tal logro en su real dimensión, ya que desde la perspectiva de hoy podría considerarse un simple hecho cotidiano.
Aún cuando era una mujer hermosa y sana, requisitos suficientes para interesar a un “buen partido”, se casó más allá de los 25 años en una época en la cual el sentido fundamental de la vida de una mujer era casarse, tener hijos y todo ello debía alcanzarlo alrededor de los veinte años de edad; sin embargo, eso no era algo que la desvelara, pues además era inteligente, tenía su trabajo, la compañía de sus libros y muchos sueños de viajar para conocer éste y otros mundos. Sabía que podía y debía tomarse su tiempo para elegir a su esposo con mucho cuidado. Aceptó a don Alfredo, convencida de su inteligencia, fortaleza de carácter y de que sería un buen padre para sus hijos, además de su atractivo físico, por supuesto. Asimismo, cuando la conocí me conmovió ese maravilloso vínculo madre-hijo que la une a Huguito, lo cual ponía en evidencia sin lugar a dudas que ese extraordinario ser, con el cual compartiría mi vida, provenía de una madre extraordinaria.
Fue hija de su época; ya que por las noticias y revistas que leía sin césar, debió haberse enterado de la lucha de las mujeres en el mundo por el derecho al voto, por el acceso a la educación, y del surgimiento del movimiento feminista. Se le podría considerar feminista, pero en el mejor sentido del término, ya que alentaba a las mujeres a estudiar, fomentaba la lectura entre sus colegas, formaba asociaciones de mujeres en donde se encontrara, pero sin tratar de competir con los varones, era una convencida de que la educación era la mejor forma de libertad. A lo largo de su vida mantuvo esta preocupación e interés por el desarrollo de las mujeres lo cual la llevo a promover y celebrar con mucha complacencia la candidatura de una mujer a la presidencia de la República, la presencia de Ministras en el gobierno, y en general, disfrutaba como suyos todos los logros de las mujeres ya sean de índole intelectual, artístico o deportivo, independientemente de su país de origen o de su condición social. En ese espíritu de promover que las mujeres lleguen a lo máximo de su capacidad, me comprometió a obtener el Doctorado, decía que en la familia tenía que haber Doctoras, tomen debida nota sus nietas y las esposas de sus nietos.
Otro aspecto a resaltar en ella es su fluidez en el discurso y su amena conversación. Nunca dejó de pronunciar unas palabras en las celebraciones familiares, siempre con un mensaje cariñoso y esperanzador, o de atender a sus visitas ofreciéndoles lo que tenía pero sobre todo una agradable conversación. Cuando visitaba a Huguito en su casa, y más frecuentemente, cuando me tocó vivir con ella en los tres primeros años de matrimonio, mantuvimos prolongadas conversaciones, me encantaba escuchar sus relatos acerca de sus inicios como maestra, de su noviazgo con don Alfredo, de su matrimonio, del nacimiento de sus hijos, de sus libros, de los espectáculos que disfrutó, de sus frustraciones y de sus sueños; y le gustaba que le contara de mi trabajo y de mis estudios. Pero lo que más admiré en ella fue su agudo sentido de la crítica constructiva. No suele ser ésta una práctica muy frecuente en las personas, y mucho menos en las mujeres, por el contrario, en el imaginario social se le representa a la mujer como quien habla “detrás” de las personas, que disfruta del chisme. Muchas veces la oí hablar con mucho tino, directamente con la persona interesada sobre lo que pensaba, y también a mí me solicitó un par de veces que aclarara sus inquietudes y otras tantas me planteó sugerencias, todo lo cual asumí de buen grado, pues era clara su buena intención, creo que esta actitud mutua nos permitió mantener una conexión especial, además de intereses comunes que compartíamos.
Claro está, que reconocer sus méritos no implica hablar de perfección, y creo que eso es lo más valioso de ella, que desde su imperfección humana ha logrado constituirse en esa persona especial cuya sabiduría y calidad humana impregna todo su ser y su actuar, al punto de dejar huella en sus descendientes y en todos los que la conocimos.
Por Elisa Yanac Reynoso
La Señora Pina, nace en un época y en un lugar del Perú, en el cual las mujeres no gozaban de un reconocimiento social que fuese más allá de las alabanzas por ser correctas administradoras de la casa, esposas fieles y madres abnegadas, al mismo tiempo que se las mantenía analfabetas en la ciencia, la técnica o el arte. Los padres generalmente, se oponían o veían como inútil y hasta contraproducente educar a las mujeres, por eso es importante reconocer la visión de sus padres, quienes la alentaron por el camino del estudio, del compromiso con sus semejantes y de una fe expresada en una vida con sentido ético. Este apoyo de sus padres aunado a su enorme deseo de estudiar posibilitaron que llegara a estudiar a San Pedro (la meca del magisterio en aquella época) e incluso haya pisado las aulas universitarias. Sólo desde esta mirada contextualizada, podemos valorar tal logro en su real dimensión, ya que desde la perspectiva de hoy podría considerarse un simple hecho cotidiano.
Aún cuando era una mujer hermosa y sana, requisitos suficientes para interesar a un “buen partido”, se casó más allá de los 25 años en una época en la cual el sentido fundamental de la vida de una mujer era casarse, tener hijos y todo ello debía alcanzarlo alrededor de los veinte años de edad; sin embargo, eso no era algo que la desvelara, pues además era inteligente, tenía su trabajo, la compañía de sus libros y muchos sueños de viajar para conocer éste y otros mundos. Sabía que podía y debía tomarse su tiempo para elegir a su esposo con mucho cuidado. Aceptó a don Alfredo, convencida de su inteligencia, fortaleza de carácter y de que sería un buen padre para sus hijos, además de su atractivo físico, por supuesto. Asimismo, cuando la conocí me conmovió ese maravilloso vínculo madre-hijo que la une a Huguito, lo cual ponía en evidencia sin lugar a dudas que ese extraordinario ser, con el cual compartiría mi vida, provenía de una madre extraordinaria.
Fue hija de su época; ya que por las noticias y revistas que leía sin césar, debió haberse enterado de la lucha de las mujeres en el mundo por el derecho al voto, por el acceso a la educación, y del surgimiento del movimiento feminista. Se le podría considerar feminista, pero en el mejor sentido del término, ya que alentaba a las mujeres a estudiar, fomentaba la lectura entre sus colegas, formaba asociaciones de mujeres en donde se encontrara, pero sin tratar de competir con los varones, era una convencida de que la educación era la mejor forma de libertad. A lo largo de su vida mantuvo esta preocupación e interés por el desarrollo de las mujeres lo cual la llevo a promover y celebrar con mucha complacencia la candidatura de una mujer a la presidencia de la República, la presencia de Ministras en el gobierno, y en general, disfrutaba como suyos todos los logros de las mujeres ya sean de índole intelectual, artístico o deportivo, independientemente de su país de origen o de su condición social. En ese espíritu de promover que las mujeres lleguen a lo máximo de su capacidad, me comprometió a obtener el Doctorado, decía que en la familia tenía que haber Doctoras, tomen debida nota sus nietas y las esposas de sus nietos.
Otro aspecto a resaltar en ella es su fluidez en el discurso y su amena conversación. Nunca dejó de pronunciar unas palabras en las celebraciones familiares, siempre con un mensaje cariñoso y esperanzador, o de atender a sus visitas ofreciéndoles lo que tenía pero sobre todo una agradable conversación. Cuando visitaba a Huguito en su casa, y más frecuentemente, cuando me tocó vivir con ella en los tres primeros años de matrimonio, mantuvimos prolongadas conversaciones, me encantaba escuchar sus relatos acerca de sus inicios como maestra, de su noviazgo con don Alfredo, de su matrimonio, del nacimiento de sus hijos, de sus libros, de los espectáculos que disfrutó, de sus frustraciones y de sus sueños; y le gustaba que le contara de mi trabajo y de mis estudios. Pero lo que más admiré en ella fue su agudo sentido de la crítica constructiva. No suele ser ésta una práctica muy frecuente en las personas, y mucho menos en las mujeres, por el contrario, en el imaginario social se le representa a la mujer como quien habla “detrás” de las personas, que disfruta del chisme. Muchas veces la oí hablar con mucho tino, directamente con la persona interesada sobre lo que pensaba, y también a mí me solicitó un par de veces que aclarara sus inquietudes y otras tantas me planteó sugerencias, todo lo cual asumí de buen grado, pues era clara su buena intención, creo que esta actitud mutua nos permitió mantener una conexión especial, además de intereses comunes que compartíamos.
Claro está, que reconocer sus méritos no implica hablar de perfección, y creo que eso es lo más valioso de ella, que desde su imperfección humana ha logrado constituirse en esa persona especial cuya sabiduría y calidad humana impregna todo su ser y su actuar, al punto de dejar huella en sus descendientes y en todos los que la conocimos.
Pequeña Poesia
PEQUEÑA POESÍA
Por Cesar Vasquez
Me gustan las flores
Porque hacen que el alma
Se asome y brille
En el rostro de las personas.
Amo las palabras y los libros
Porque dan vida a la vida
Siembran sueños
Construyen realidades
Me gustan los caminos
Porque nos llevan a conocer
La diversidad del mundo
Quinua de mil colores
Amo a los niños, a los jóvenes
Porque traen en sus ojos
Pinceles de esperanza y cambio
Me gusta la tiza y la pizarra
Porque permiten la siembra
En las profundidades del alma
Amo las fuentes y los ríos
Porque fecundan la tierra
Limpian nuestras almas
Me gusta hablar con las mujeres
Porque dos son más que una
Y muchas son el futuro
Amo los platillos voladores
Porque traen los mensajes
Que un corazón limpio sabe entender
Pero sobre todo amo el amor
Porque es el Supremo en esencia
Son los hijos, las entrañas
La madre inagotable
El compañero de la vida
Fuente, objetivo, Universo
Concentrado de energía
Que todo lo puede, lo limpia
Lo perdona todo, invita a la paz
Por Cesar Vasquez
Me gustan las flores
Porque hacen que el alma
Se asome y brille
En el rostro de las personas.
Amo las palabras y los libros
Porque dan vida a la vida
Siembran sueños
Construyen realidades
Me gustan los caminos
Porque nos llevan a conocer
La diversidad del mundo
Quinua de mil colores
Amo a los niños, a los jóvenes
Porque traen en sus ojos
Pinceles de esperanza y cambio
Me gusta la tiza y la pizarra
Porque permiten la siembra
En las profundidades del alma
Amo las fuentes y los ríos
Porque fecundan la tierra
Limpian nuestras almas
Me gusta hablar con las mujeres
Porque dos son más que una
Y muchas son el futuro
Amo los platillos voladores
Porque traen los mensajes
Que un corazón limpio sabe entender
Pero sobre todo amo el amor
Porque es el Supremo en esencia
Son los hijos, las entrañas
La madre inagotable
El compañero de la vida
Fuente, objetivo, Universo
Concentrado de energía
Que todo lo puede, lo limpia
Lo perdona todo, invita a la paz
GRACIAS PROFESORA ETERNAMENTE
GRACIAS PROFESORA GRACIAS ETERNAMENTE
Por Ciro Echegaray Ortiz.
Mi nombre es Ciro Echegaray Ortiz, de 70 años de edad la fecha. Soy su alumnito del año 1944 de la “Escuelita Fiscal Mixta” de la provincia de Andahuaylas distrito de Andahuaylas, Ubicada en el Jirón Plateros a media cuadra de la Alameda del Rio Chumbao.
ABRIL DE 1944.
Transición era nuestra sección, todos éramos varones, esperamos con tanta ansiedad la presencia en el Aula de la Señorita Agripina Espinoza, pero no fue así, frente a nosotros estaba la Profesora Bonita, No era la que esperábamos, en nuestras casas nos aseguraban como profesora a la señorita Agripina.
Pasaba las semanas y no estábamos adaptándonos al método de enseñanza “FUERTE Y RIGIDO” Llamaba la atención con su látigo de la rama del árbol de sauce llorón, esto era para los distraídos, actitud que nos asustaba mucho.
Acordamos en varias oportunidades cerrar la puerta del aula apilando las carpetas para que no entrara la Profesora Bonita, pero desistíamos, …
… despues de varios días, tomamos la decisión de salirnos sigilosamente en la hora del recreo con dirección a la Alameda del Rio Chumbao, para treparnos en los arboles del sauce llorón. Concluido el recreo posiblemente nos echaron de menos, al poco rato aparecio el Director al pie del arbol y dijo: Ya te encontré Ciro, Bajen todos con cuidado. ¿Estan jugando a las escondidas? !No Maestro¡ Nos escondemos de la Señorita Bonita, (como cuando en la casa nos molestan muchoy nos encerramos en el dormitorio escondidos y bajo el catre.
-Entonces ¿Qué quieren? … y la respuesta fue unánime:
! QUEREMOS A LA SEÑORITA AGRIPINA ¡… ! QUEREMOS A LA SEÑORITA AGRIPINA ¡…
Luego de muchas reflexiones el Director dijo, vayan a su Aula en un momento mas.
Cuando ingresamos al Aula !Oh sorpresa¡, Todos la rodeábamos, y la tocamos para comprobar si era de verdad; luego escuchamos la primera lección.
Niños a sus sitios, … Queridos Alumnitos a partir de ahora seré vuestra Profesora y tenemos que entendernos muy bien.
Todos pongan en limpio sus pizarras (teníamos una pizarrita de carbón con marco de madera y en la parte superior instaladas un ábaco)
LECCION UNO. Escriban las vocales que recuerden.
LECCION DOS. Anoten el resultado de la suma 2 más 9. …
Luego de un rato…. ¿Listos? Todos respondieron !!!!! Siiii ¡¡¡¡¡ Todos a correr, no, no, no a sus sitios ordena con una voz dulce, una sonrisa flor de labios y con un andar cadencioso revisa la lección de carpeta en carpeta.
Cada uno esperaba su voz y ver su dulce mirada, a otros les acariciaba la cabecita y les regalaba una sonrisa de Madre Amorosa, sospechábamos eso era a los que necesitaban nivelación, !Que tal Cambio¡, ya no había reproches que asustaban.
Finalmente dijo !todos están bien¡, Sólo falta un pequeño ajuste mas, desde ese momento ya no existía malos, ni regulares, !todos éramos buenos¡.
ESTE ESTIMULO FUE LA BASE DE NUESTRO FUTURO Y ASI FUE.
Pasados los mese avanzamos bastante, sabíamos leer y escribir de acuerdo a nuestro nivel. Pasamos a la etapa del cuaderno Fiscal para escribir con tinta las lecciones. Esta es otra etapa de nuestra vida, creo que fue un premio de haber aprendido a asimilar las enseñanzas que nos impartía la señorita Agripina, particularmente para mí fue una base formidable con la que me realice y alcanzado los objetivos que me trace. Gracias Profesora Muchas Gracias Eternamente.
Me siento el hombre más feliz y privilegiado de la tierra, porque MI PROFESORA AGRIPINA a sus casi 100 años de edad sigue orientándome, transmitiendo calor y amor de siempre y quiero que participen del presente testimonio de puño y letra de mi Señorita transcribo a continuación:
PARA MI QUERIDO ALUMNO CIRO EECHEGARAY, CON MUCHO CARIÑO:
CUANTA ALEGRIA ME CAUSA QUE UN ALUMNITO MIO, SE ACUERDE DE SU PROFESORA DE TANTOS AÑOS. RUEGO A DIOS QUE LE BENDIGA SIEMPRE A ÉL Y A SU FAMILIA Y QUE SIEMPRE SEA GRATO A TODA PERSONA QUE LE OFRESCA SUS AFECTOS Y AMISTAD. Con mucho cariño su profesora Celia Agripina Espinoza.
Muchas gracias querida profesora Agripina, y que Dios le conceda salud y vida para felicidad de su familia y de todos los que le queremos.
La quiero señorita, grande !hasta el cielo¡
Su alumnito.
Ciro.
23.Jun.2009
Por Ciro Echegaray Ortiz.
Mi nombre es Ciro Echegaray Ortiz, de 70 años de edad la fecha. Soy su alumnito del año 1944 de la “Escuelita Fiscal Mixta” de la provincia de Andahuaylas distrito de Andahuaylas, Ubicada en el Jirón Plateros a media cuadra de la Alameda del Rio Chumbao.
ABRIL DE 1944.
Transición era nuestra sección, todos éramos varones, esperamos con tanta ansiedad la presencia en el Aula de la Señorita Agripina Espinoza, pero no fue así, frente a nosotros estaba la Profesora Bonita, No era la que esperábamos, en nuestras casas nos aseguraban como profesora a la señorita Agripina.
Pasaba las semanas y no estábamos adaptándonos al método de enseñanza “FUERTE Y RIGIDO” Llamaba la atención con su látigo de la rama del árbol de sauce llorón, esto era para los distraídos, actitud que nos asustaba mucho.
Acordamos en varias oportunidades cerrar la puerta del aula apilando las carpetas para que no entrara la Profesora Bonita, pero desistíamos, …
… despues de varios días, tomamos la decisión de salirnos sigilosamente en la hora del recreo con dirección a la Alameda del Rio Chumbao, para treparnos en los arboles del sauce llorón. Concluido el recreo posiblemente nos echaron de menos, al poco rato aparecio el Director al pie del arbol y dijo: Ya te encontré Ciro, Bajen todos con cuidado. ¿Estan jugando a las escondidas? !No Maestro¡ Nos escondemos de la Señorita Bonita, (como cuando en la casa nos molestan muchoy nos encerramos en el dormitorio escondidos y bajo el catre.
-Entonces ¿Qué quieren? … y la respuesta fue unánime:
! QUEREMOS A LA SEÑORITA AGRIPINA ¡… ! QUEREMOS A LA SEÑORITA AGRIPINA ¡…
Luego de muchas reflexiones el Director dijo, vayan a su Aula en un momento mas.
Cuando ingresamos al Aula !Oh sorpresa¡, Todos la rodeábamos, y la tocamos para comprobar si era de verdad; luego escuchamos la primera lección.
Niños a sus sitios, … Queridos Alumnitos a partir de ahora seré vuestra Profesora y tenemos que entendernos muy bien.
Todos pongan en limpio sus pizarras (teníamos una pizarrita de carbón con marco de madera y en la parte superior instaladas un ábaco)
LECCION UNO. Escriban las vocales que recuerden.
LECCION DOS. Anoten el resultado de la suma 2 más 9. …
Luego de un rato…. ¿Listos? Todos respondieron !!!!! Siiii ¡¡¡¡¡ Todos a correr, no, no, no a sus sitios ordena con una voz dulce, una sonrisa flor de labios y con un andar cadencioso revisa la lección de carpeta en carpeta.
Cada uno esperaba su voz y ver su dulce mirada, a otros les acariciaba la cabecita y les regalaba una sonrisa de Madre Amorosa, sospechábamos eso era a los que necesitaban nivelación, !Que tal Cambio¡, ya no había reproches que asustaban.
Finalmente dijo !todos están bien¡, Sólo falta un pequeño ajuste mas, desde ese momento ya no existía malos, ni regulares, !todos éramos buenos¡.
ESTE ESTIMULO FUE LA BASE DE NUESTRO FUTURO Y ASI FUE.
Pasados los mese avanzamos bastante, sabíamos leer y escribir de acuerdo a nuestro nivel. Pasamos a la etapa del cuaderno Fiscal para escribir con tinta las lecciones. Esta es otra etapa de nuestra vida, creo que fue un premio de haber aprendido a asimilar las enseñanzas que nos impartía la señorita Agripina, particularmente para mí fue una base formidable con la que me realice y alcanzado los objetivos que me trace. Gracias Profesora Muchas Gracias Eternamente.
Me siento el hombre más feliz y privilegiado de la tierra, porque MI PROFESORA AGRIPINA a sus casi 100 años de edad sigue orientándome, transmitiendo calor y amor de siempre y quiero que participen del presente testimonio de puño y letra de mi Señorita transcribo a continuación:
PARA MI QUERIDO ALUMNO CIRO EECHEGARAY, CON MUCHO CARIÑO:
CUANTA ALEGRIA ME CAUSA QUE UN ALUMNITO MIO, SE ACUERDE DE SU PROFESORA DE TANTOS AÑOS. RUEGO A DIOS QUE LE BENDIGA SIEMPRE A ÉL Y A SU FAMILIA Y QUE SIEMPRE SEA GRATO A TODA PERSONA QUE LE OFRESCA SUS AFECTOS Y AMISTAD. Con mucho cariño su profesora Celia Agripina Espinoza.
Muchas gracias querida profesora Agripina, y que Dios le conceda salud y vida para felicidad de su familia y de todos los que le queremos.
La quiero señorita, grande !hasta el cielo¡
Su alumnito.
Ciro.
23.Jun.2009
LA SEÑORITA AGRIPINA (Novela)
LA SEÑORITA AGRIPINA (Novela)
Escrito Por Alfredo L. Vásquez Espinoza
Era 1908, cuando vi a Hono, era la ciudad del Cusco como escenario de fondo, esas ruinas incaicas, el colegio Educandas, la plaza de armas, que lugares mágicos, el colegio Salesianos de Cusco y Yucay.
Era el Domingo, 23 de junio de 1907, la víspera de la fiesta del Cusco, el sábado por la noche estuvimos cantando canciones religiosas en honor a San Juan, la noche del 22 no me imagine que al día siguiente conocería a Hono, quien era una Colegiala del Internado del Colegio para señoritas de Educandas, su cara me pareció angelical, sus suaves facciones, su sonrisa discreta, la determinación que había en su mirada, ese domingo nos levantamos a las 06 de la mañana como todos los días, bajamos a las duchas, y subimos las escaleras en tropel, cual maratón al cielo, nos pusimos el traje dominguero, que consistía en un pantalón y saco de color azul marino, con camisa blanca de algodón perfectamente almidonada, y corbata de color guinda; esa mañana como todos los domingos no tomábamos desayuno, hasta después de volver de misa, la misa era a las nueve de la mañana en la iglesia de la Compañía de Jesús, que estaba en la plaza de Armas de la ciudad del Cusco, a pocos metros de la imponente catedral de Cusco.
La misa era a las nueve de la mañana, todos éramos jóvenes del Cusco o de los alrededores, como era mi caso, que venía desde Toraya, Aymaraes, Apurímac, tenía la suerte de tener un tío perteneciente a la curia, hermano de mi padre don …. Espinoza, Mi tío el Cura Espinoza, me recomendó en la nueva escuela Agrícola y de Artes y Oficios, todos los jóvenes, rezamos en la capilla del Colegio, hasta las ocho de la mañana, para bajar de manera ordenada por la empedrada calle de Suecia, llegamos a la plaza de armas que se levantaba tan imponente, tan majestuosa, con tanta piedra en su construcción que parecía eterna.
Dimos la vuelta por dentro de los portales de la plaza, cruzamos la calle de procuradores, seguimos por los portales, cruzamos por espaderos, seguíamos dentro de los portales, luego cruzamos la calle del medio, seguimos caminando hasta donde aparecía mágicamente el rio Huatanay, por dentro de las casa, para desembocar en el borde de la plaza de armas, cruzamos por la puerta de la Universidad San Antonio Abad, que se veía magnifica e imponente, hasta que llegamos a la puerta de la compañía, todos, en silencio, todos anonadados, por esa plaza, todos con ganas de vivir, luego entramos por la puerta pequeña, del lado derecho, al ingresar, sentimos la presencia del espíritu santo, dentro de ese recinto tan bellamente ornamentado, la mismísima casa de Dios.
Nos colocamos al final del lado derecho de las bancas, muy cerca de la puerta, estuvimos rezando en silencio, mirando, de manera discreta el enorme edificio, que dejaba pasar los rayos de luz del sol transformando el lugar en un espectáculo de luz y sombras.
Luego de un instante paso por nuestro costado derecho una enorme delegación de damitas del Colegio educandas, que también venían a misa, que tropel, que silencio, no se distinguía ningún rostro, todas ellas igualitas, con su uniforme gris oscuro, con cuellos de color blanco, y bordados singulares, y cubrían sus cabezas unos velos de color blanco, totalmente tupidos, donde era imposible reconocer a alguien. Pero, solo era cuestión de hacerse a la tenue luz de la Iglesia de Jesús, para ver que el velo no cubría la cara de las niñas, el velo solo cubría su cabello, y sus rostros se veían diminutos, se podía ver sus enormes ojos, su nariz y sus labios.
Llegaron las familias cusqueñas a oír la misa de las nueve, las familias más antiguas pasaron a tomar asiento en las primeras filas que los aguardaban silenciosas, la comitiva era casi similar, llegaba el principal, seguido por su señora, seguían la abuelita, cosa rara no había abuelitos, casi todas las señoras mayores eran mujeres, luego estaban los jovenzuelos, con un hormigueo interno que se dejaba resaltar de manera discreta, luego venían las damitas de la casa, …… acompañadas por las tías solteronas, detrás venia el personal de servicio cargando a los niños, tanto a los pequeñuelos de 3 y 4 años así como a los niños de año, los recién nacidos estaban exentos de cumplir el mandato de ir a misa los domingos. Cada familia tenía por lo menos 10 hijos, era una época de renacimiento.
Por el sonido que hacían los caballos de silla muchas familias llegaban de sus haciendas montados en hermosas acémilas, que no las veía por mi posición dentro de la iglesia pero si las podía escuchar, y sentir su brío por el sonido de sus pisadas y de sus bien herrados cascos.
En un santiamén la iglesia se lleno, algo que me llamo la atención fue que a este templo no ingresaron los nativos del Cusco, que si lo hacían a otras templos, como los de mi pueblo en Aymaraes, lo intuía aun cuando no estaba seguro de que pasaba, este era un templo para blancos y criollos únicamente aun cuando ya nacía el siglo 20.
La misa fue larguísima, fue cantada en latín, duro casi dos horas, todos los jóvenes estábamos allí a pie firme participando pasivamente de esa bien cantada misa de domingo, el cura se dirigió al pulpito y desde allí nos dio una arenga sobre la conducta y la moral, sobre como guardar el cuerpo que estaba consagrado a Dios. Luego vino la comunión, a la que acudimos en fila de uno, allí me di de cara con ese bello rostro que volvía de la comunión, tenía la cara de una santa, era la última de la fila, pero ¿Quién era? ¿De dónde salió? Porque era diferente a las demás, si todas las niñas parecían iguales.
Termino la misa y escuchamos algo así como vayan en paz. Salimos como entramos en silencio, las familias daban la vuelta a la plaza de armas, en sentido anti horario. Los padres salesianos habían hecho traer el desayuno que nos correspondía a la puerta del Templo, allí dos mamachas, que tenían sus quipis nos dieron chocolate a los 30 muchachos del internado del Salesiano, acompañados por unos biscochos dulces. Los dos padres que nos acompañaban también tomaros sus respectivos chocolates, cuidando sus sotanas domingueras.
La orden fue sencilla, podíamos dar una vuelta a la plaza, antes de partir rumbo al colegio después de las 12 para iniciar el almuerzo del domingo, los alumnos que tenían familia en la ciudad del Cusco podrían ir a almorzar con ellos, los alumnos de provincia debían retornar al colegio a almorzar.
Fue en esa primera vuelta a la plaza, que me cruce nuevamente con ese rostro angelical, y pregunte abiertamente a mi compañero, sabes quién es? El de inmediato me contesto es la señorita Honorata Hernandez Osorio de Andahuaylas, Pampachiri. Oh, quede mudo, tenía un rostro y un nombre, era un ángel real, un ángel verdadero.
Muchos años más tarde nació mi tercera hija, un día igual al día que conocí a mi amada esposa, ese martes, 23 de Junio de 1914, llame a mi hija de la misma manera como hacía años habían nombrado a su mamá, eres le dije la señorita Agripina. – Así habló, Leoncio Espinoza Cancho-
• Los primeros Salesianos que llegaron a la ciudad imperial fueron los padres Ciriaco Santinelli y Alfredo Sacheti en 1903. Partieron de Arequipa y fueron recibidos con gran alegría. El 27 de setiembre del mismo año, el Obispo y los salesianos firmaron un convenio, el cual estipulaba la apertura de la primera Escuela Agrícola y de Artes y oficios, que debían verificarse en 1904. Sin embargo, la presencia de Salesiana se hizo realidad todavía en 1905. Se comenta con gran alegría esos momentos. De Lima parte el padre Santinelli con el personal destinado a la casa del Sur. Luego de breve permanencia en la Ciudad Blanca, viaja al Cusco el 21 de febrero de 1905, en compañía del padre Miguel Baldi.
Escrito Por Alfredo L. Vásquez Espinoza
Era 1908, cuando vi a Hono, era la ciudad del Cusco como escenario de fondo, esas ruinas incaicas, el colegio Educandas, la plaza de armas, que lugares mágicos, el colegio Salesianos de Cusco y Yucay.
Era el Domingo, 23 de junio de 1907, la víspera de la fiesta del Cusco, el sábado por la noche estuvimos cantando canciones religiosas en honor a San Juan, la noche del 22 no me imagine que al día siguiente conocería a Hono, quien era una Colegiala del Internado del Colegio para señoritas de Educandas, su cara me pareció angelical, sus suaves facciones, su sonrisa discreta, la determinación que había en su mirada, ese domingo nos levantamos a las 06 de la mañana como todos los días, bajamos a las duchas, y subimos las escaleras en tropel, cual maratón al cielo, nos pusimos el traje dominguero, que consistía en un pantalón y saco de color azul marino, con camisa blanca de algodón perfectamente almidonada, y corbata de color guinda; esa mañana como todos los domingos no tomábamos desayuno, hasta después de volver de misa, la misa era a las nueve de la mañana en la iglesia de la Compañía de Jesús, que estaba en la plaza de Armas de la ciudad del Cusco, a pocos metros de la imponente catedral de Cusco.
La misa era a las nueve de la mañana, todos éramos jóvenes del Cusco o de los alrededores, como era mi caso, que venía desde Toraya, Aymaraes, Apurímac, tenía la suerte de tener un tío perteneciente a la curia, hermano de mi padre don …. Espinoza, Mi tío el Cura Espinoza, me recomendó en la nueva escuela Agrícola y de Artes y Oficios, todos los jóvenes, rezamos en la capilla del Colegio, hasta las ocho de la mañana, para bajar de manera ordenada por la empedrada calle de Suecia, llegamos a la plaza de armas que se levantaba tan imponente, tan majestuosa, con tanta piedra en su construcción que parecía eterna.
Dimos la vuelta por dentro de los portales de la plaza, cruzamos la calle de procuradores, seguimos por los portales, cruzamos por espaderos, seguíamos dentro de los portales, luego cruzamos la calle del medio, seguimos caminando hasta donde aparecía mágicamente el rio Huatanay, por dentro de las casa, para desembocar en el borde de la plaza de armas, cruzamos por la puerta de la Universidad San Antonio Abad, que se veía magnifica e imponente, hasta que llegamos a la puerta de la compañía, todos, en silencio, todos anonadados, por esa plaza, todos con ganas de vivir, luego entramos por la puerta pequeña, del lado derecho, al ingresar, sentimos la presencia del espíritu santo, dentro de ese recinto tan bellamente ornamentado, la mismísima casa de Dios.
Nos colocamos al final del lado derecho de las bancas, muy cerca de la puerta, estuvimos rezando en silencio, mirando, de manera discreta el enorme edificio, que dejaba pasar los rayos de luz del sol transformando el lugar en un espectáculo de luz y sombras.
Luego de un instante paso por nuestro costado derecho una enorme delegación de damitas del Colegio educandas, que también venían a misa, que tropel, que silencio, no se distinguía ningún rostro, todas ellas igualitas, con su uniforme gris oscuro, con cuellos de color blanco, y bordados singulares, y cubrían sus cabezas unos velos de color blanco, totalmente tupidos, donde era imposible reconocer a alguien. Pero, solo era cuestión de hacerse a la tenue luz de la Iglesia de Jesús, para ver que el velo no cubría la cara de las niñas, el velo solo cubría su cabello, y sus rostros se veían diminutos, se podía ver sus enormes ojos, su nariz y sus labios.
Llegaron las familias cusqueñas a oír la misa de las nueve, las familias más antiguas pasaron a tomar asiento en las primeras filas que los aguardaban silenciosas, la comitiva era casi similar, llegaba el principal, seguido por su señora, seguían la abuelita, cosa rara no había abuelitos, casi todas las señoras mayores eran mujeres, luego estaban los jovenzuelos, con un hormigueo interno que se dejaba resaltar de manera discreta, luego venían las damitas de la casa, …… acompañadas por las tías solteronas, detrás venia el personal de servicio cargando a los niños, tanto a los pequeñuelos de 3 y 4 años así como a los niños de año, los recién nacidos estaban exentos de cumplir el mandato de ir a misa los domingos. Cada familia tenía por lo menos 10 hijos, era una época de renacimiento.
Por el sonido que hacían los caballos de silla muchas familias llegaban de sus haciendas montados en hermosas acémilas, que no las veía por mi posición dentro de la iglesia pero si las podía escuchar, y sentir su brío por el sonido de sus pisadas y de sus bien herrados cascos.
En un santiamén la iglesia se lleno, algo que me llamo la atención fue que a este templo no ingresaron los nativos del Cusco, que si lo hacían a otras templos, como los de mi pueblo en Aymaraes, lo intuía aun cuando no estaba seguro de que pasaba, este era un templo para blancos y criollos únicamente aun cuando ya nacía el siglo 20.
La misa fue larguísima, fue cantada en latín, duro casi dos horas, todos los jóvenes estábamos allí a pie firme participando pasivamente de esa bien cantada misa de domingo, el cura se dirigió al pulpito y desde allí nos dio una arenga sobre la conducta y la moral, sobre como guardar el cuerpo que estaba consagrado a Dios. Luego vino la comunión, a la que acudimos en fila de uno, allí me di de cara con ese bello rostro que volvía de la comunión, tenía la cara de una santa, era la última de la fila, pero ¿Quién era? ¿De dónde salió? Porque era diferente a las demás, si todas las niñas parecían iguales.
Termino la misa y escuchamos algo así como vayan en paz. Salimos como entramos en silencio, las familias daban la vuelta a la plaza de armas, en sentido anti horario. Los padres salesianos habían hecho traer el desayuno que nos correspondía a la puerta del Templo, allí dos mamachas, que tenían sus quipis nos dieron chocolate a los 30 muchachos del internado del Salesiano, acompañados por unos biscochos dulces. Los dos padres que nos acompañaban también tomaros sus respectivos chocolates, cuidando sus sotanas domingueras.
La orden fue sencilla, podíamos dar una vuelta a la plaza, antes de partir rumbo al colegio después de las 12 para iniciar el almuerzo del domingo, los alumnos que tenían familia en la ciudad del Cusco podrían ir a almorzar con ellos, los alumnos de provincia debían retornar al colegio a almorzar.
Fue en esa primera vuelta a la plaza, que me cruce nuevamente con ese rostro angelical, y pregunte abiertamente a mi compañero, sabes quién es? El de inmediato me contesto es la señorita Honorata Hernandez Osorio de Andahuaylas, Pampachiri. Oh, quede mudo, tenía un rostro y un nombre, era un ángel real, un ángel verdadero.
Muchos años más tarde nació mi tercera hija, un día igual al día que conocí a mi amada esposa, ese martes, 23 de Junio de 1914, llame a mi hija de la misma manera como hacía años habían nombrado a su mamá, eres le dije la señorita Agripina. – Así habló, Leoncio Espinoza Cancho-
• Los primeros Salesianos que llegaron a la ciudad imperial fueron los padres Ciriaco Santinelli y Alfredo Sacheti en 1903. Partieron de Arequipa y fueron recibidos con gran alegría. El 27 de setiembre del mismo año, el Obispo y los salesianos firmaron un convenio, el cual estipulaba la apertura de la primera Escuela Agrícola y de Artes y oficios, que debían verificarse en 1904. Sin embargo, la presencia de Salesiana se hizo realidad todavía en 1905. Se comenta con gran alegría esos momentos. De Lima parte el padre Santinelli con el personal destinado a la casa del Sur. Luego de breve permanencia en la Ciudad Blanca, viaja al Cusco el 21 de febrero de 1905, en compañía del padre Miguel Baldi.
lunes, 27 de abril de 2009
Conversando con don Alfredo
Cuento
Conversando con Don Alfredo
Escrito por:
Alfredo L.Vasquez
Lima Octubre 2000
Introducción
Este cuento no es ni histórico ni real es solo eso un cuento, que sirve para poder ilustrar algunas costumbres del Peru del siglo pasado, por lo que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad y / o coincidencia, por esta razón pido a todas las personas sensibles no sentirse aludidas ni mucho menos identificadas.
NOTA EDITORIAL
Los editores agradecen la colaboración de un grupo de personas que apoyaron contando sus propias historias y o experiencias para poder ilustrar los pasajes aquí narrados, a pedido de esas mismas personas no se consideran sus nombres verdaderos.
CONVERSANDO CON DON ALFREDO
Copy Rigth, 2000 Alfredo Vásquez Espinoza
ISBN :
E-mail: alfredolvasquez@gmail.com
Teléfono: (511) 999 263 408
Permitida la reproducción total ó parcial, de las características gráficas de este cuento. Todos los párrafos de este cuento pueden ser reproducidos, copiados, o transmitidos sin autorización del autor.
Conversando con Don Alfredo
huañuruscarjanquiña
Permitida la reproducción total ó parcial, de las características gráficas de este cuento. Todos los párrafos de este cuento pueden ser reproducidos, copiados, o transmitidos sin autorización del autor.
Conversando con Don Alfredo
huañuruscarjanquiña
Estaba de presidente del Perú Oscar R. Benavides y el mundo sin saberlo aguardaba su primera guerra mundial, corría el día del cumpleaños de mi madre 7/12/1913, me pusieron por nombre Luis Alfredo, era el tercero de los hijos, de Doña Leocadia Bustamante Rosas, ese día llovía a cantaros, estaba la familia haciendo preparativos para viajar a la estancia de Pinturcha, el viaje se retrazo con mi llegada, pero en enero del 14, yo ya estaba en Pinturcha, en compañía de mi padre Don Guillermo Antonio Vásquez Gutiérrez.
Doña Virginia Arangüena de la familia de mi padre festejaba mi llegada
Tenia un mozo que me acompañaba a todo lado él se llamaba Zacarías, tendría 2 años mas que yo, él era mi compañero de juegos, mi asistente, mi maestro, ya que me enseñaba a montar a caballo.
Recuerdo una vez, cuando tenia cinco años, habíamos ido a Aputayca por los caballos de papá Guillermo cuando pasamos por la pampa de Tirascaychi, una explanada de unos 500 metros de largo, especialmente utilizada para la siembra por raimi[1]; ese año la cebada ya estaba cosechada y la pista de carrera estaba disponible, y cada uno de los centauros disponía de lindos caballos, sin pensarlo dos veces iniciamos la carrera, cuando estábamos a mitad del camino había un montículo de paja de cebada, que decidimos saltar cual campeones de equitación.
Pinturcha, Alfacancha, Papa Huana, Quépaya, Molleyoc, Aputayca, Huiluchapampa, Coñane, Jotinta, Larcay, El Frente, Huayana
Cuando estábamos sobre el obstáculo, para sorpresa nuestra salieron despavoridos de dentro de la paja una familia entera de chanchos, esto espantó a mi caballo derribándome en el acto. Como no era un jinete experto caí de mala manera y perdí el conocimiento, Zacarías que tenia la responsabilidad de devolverme a casa sano y salvo utilizo el único liquido que había en la zona para poder despertarme, sus propios orines, ¡me orino en la cara¡ para poder despertarme y me dijo justificándose:
huañuruscarjanquiña, es decir, ya estabas en peligro de muerte, por lo que tuve que actuar de inmediato.
Los días en el pueblo se iniciaban muy temprano, alrededor de las cuatro de la mañana, había que apoyar en la producción en ese tiempo hubieron cambios en la familia, primero que tenia hermanos menores, segundo mi padre ya no vivía con mi madre, tercero teníamos una madrastra en casa, y la leche ya no era tan abundante como hubiéramos querido, sin embargo el personal de servicio se daba maña para poder alimentarnos como era debido.
Alguna vez mi padre se confundía de hora y nos levantaba a las tres de la mañana,
(la costumbre de levantarse temprano la he conservado), nuestro padre estableció que quien estuviera listo para partir más temprano iría a la chacra más cercana, este reto era muy divertido, ya que obligaba a establecer juegos de estrategia, que permitieran ser mas eficiente y veloz, recuerdo que muchas veces amarre los pantalones a mi hermano para que no pudiera vestirse con facilidad, otras veces yo dormía con el pantalón puesto, para salir disparado a ver nuestras chacras, traer los daños, y/o llevar nuestro ganado a pastar.
Esos días no comprendía, pero luego de unos años lo comprendí a cabalidad, mi padre estaba forjando hombres de verdad, estaba templando nuestro carácter, estaba creando una disciplina, un estilo de vida, que me acompaño por siempre.
En aquellos días había personal de servicio en la casa que con mas eficiencia podrían haber hecho nuestra tarea diaria, sin embargo éramos nosotros los que hacíamos la tarea.
Fuimos creciendo y era Pinturcha, Alfacancha, Papa-Huana, Quepa-ya, Molleyoc, Aputayca, Huilu-chapampa, Coñane, Jotinta, Lar-cay, El Frente, Huayana, la cruz de Tranca Pata, a la entrada del Pueblo, Loren Soras y Hanan Soras lugares que íbamos descubriendo, que nos identificaba, y que después nos identificaría con mi querido Soras.
Cuando en la parte alta de Soras llovía en exceso el agua se conducía por un dren construido y daba un salto de 30 metros de altura antes de llegar al pueblo, luego del salto el agua desaparecía en un sumidero gigantesco conocido como Ancaypahua, este fenómeno lo veíamos algunos años, era un espectáculo maravilloso, era un desagüe artificial de avenidas extra-ordinarias.
Recuerdo una anécdota que me ocurrió cuando tenia 7 años, estábamos en la casa de campo de unos primos de mi padre en Tumire, era la casa de Justo Faro y estaba a un kilómetro de mi casa, cuando llegamos, había gran cantidad de duraznos maduros en los árboles de la huerta Chica y como era natural mi padre me ordenó que fuera a casa por un cuchillo para pelar esas frutas y comerlas como es debido, fui a casa y volví con un cuchillo, mi padre me volvió a ordenar, pidió que trajera mas cuchillos por que los comensales eran varios, volví a casa, cuando llegue a la casa de campo con las ansias de comer todos los duraznos que pudiese, una tía, pidió servilletas, a lo que respondí con un “Oc”, que era el vocablo que representaba la rebeldía y el fastidio.
El tío Justo que escucho mis respuesta a la tía, le dijo en tono irónico y provocador a mi padre:
tu hijo no sabe pronunciar bien las vocales, el ha aprendido la “O”,antes de la “A”;
Por este atrevimiento fui castigado públicamente, a no comer los duraznos, con los que sueño hasta hoy.
Ese día fui al borde del camino a consolarme, cuando paso un hombre arreando un burro cargado de tunas, las traía de Llamaja, la parte baja de Soras, le compre por valor de 5 centavos 30 tunas y comí, pelándolas lentamente con mi navaja, pensando que eran los deliciosos duraznos, desde ese día nunca me separe de mi navaja, la Swiss army knife, la de color rojo, que se convirtió en un clásico de la familia. Esto era para poder comer los duraznos, si se volvía a presentar la oportunidad.
Cuando tenia 8 años acompañé a mi padre a Puquio, en ese pueblo conocí la escuela, donde solo estuve un día, no aguante la idea de estar lejos de mi familia. Le rogué a papá Guille para que no me dejara, por lo que volvimos a Soras.
Mi fiambre fue gallina, cancha y humitas dulces
Luego de algunos años llegó a Soras José Maria Arguedas que venia acompañando a su padre que era ganadero, él, un niño de mi edad, sabia leer, lo cual me llamo mucho la atención, con José Maria, nos hicimos compadres espirituales eran épocas de carnaval, día de compadres.
tu hijo no sabe pronunciar bien las vocales, el ha aprendido la “O”,antes de la aCuando yo ya tenia 13 años le pedí a mi padre que me enseñaran a leer; a lo cual él accedió. Con este motivo fuimos a Anda-huaylas, distante unos 150 Km. al norte, allá viajamos con una larga comitiva, pasamos por muchos lugares, como Larcay, Chicha, Pampachiri, Campanayocc, Queñohuaran, el viaje fue a caballo, recuerdo como si fuera hoy el fiambre que me puso mi mamá, era gallina cocida, cancha de maíz chullpi y humitas dulces frías.
Nuestra primera parada fue al salir del puente de Larcay, allí en plena subida, merendamos, cada uno de su propio cocaví, mi padre, mi hermano y yo.
Cuando me aproximaba a Andahuaylas me llamo mucho la atención la larga bajada desde Huancabamba, el pueblo se veía chiquito, al primero que reconocí fue a mi primo Abraham Padilla que nos había tomado la delantera, dijo que cuando me vio, mi cara le parecía una manzana roja de California, habría sido por el tremendo viaje y la altura.
“Le pegaste a mi padre, le pegaste a mi hermano, ahora deseo que me pegues a mí.
Tenorio Puma.”Nos alojamos en casa del Director de la escuela mixta, Don Lázaro Carrillo, llegue y sufrí un trauma, los más pequeños que yo ya sabían leer y escribir, por esta razón me sentí desubicado en el primer grado de primaria, Don Lázaro que era un educador nato, y hombre de buen talento para la educación, me puso en tercer año, de frente sin pasar por los primeros niveles, con la condición que me igualara, así superé mi trauma y pase tres años en Andahuaylas, al final, fueron los únicos tres años que estudie en mi vida, le di duro a la tabla de multiplicar, y a la caligrafía, con gran voluntad.
Termine de estudiar en Andacho, y volví a mi pueblo a la edad de 17 años, era 1,930, un año particularmente difícil, había persecución política; en mi pueblo algunas personas notables fueron acusadas, acosadas y perseguidas por la gendarmería, ese año me incorpore a la fuerza laboral, a las actividades, productivas de mi papá, era el principal amansador de caballos, el chucarero; tenia un machito negro, era un mulo mañoso, especialmente mañoso, para ser cabalgado sólo por mí, esos años teníamos una recua de mulas, para hacer comercio con la costa, una buena crianza de caballos, burros, ovejas, ganado vacuno, todo marchaba bien, yo era el rey emergente del pueblo, me sentía el mas grande y poderoso, tenía fuerza, talla, energía y valor.
Un buen día que llegaba de Aputayca cabalgando mi mulo escuche que en una cantina alguien era maltratado física y verbalmente, al estar cerca note que el ofendido era papá Guille, lo que me enfureció, así que entre cabalgado a la cantina y apreté las espuelas y mi animal arremetió contra Seferino Puma el ofensor, el papá de los Puma, este era un viejito, muy fuerte, que fue reducido por mi ímpetu, pero la cosa no quedo allí, al día siguiente recibí una papeleta del hijo mayor, de Seferino alguien llamado Severino Puma, este muchacho tenia fama de ser camorrero, chato y fuerte, era el gallito del pueblo quien quería medir fuerzas, la cita era a solas, sin testigos, a espaldas de la iglesia, frente al coso, allí nos enfrentamos, el hombre se saco el saco, quedando en mangas de camisa, yo, para dar la contra me abotone el saco, él gallo vino como una tromba, le hice un quite y cayo al suelo, una vez en el suelo le di, le di como a bombo de fiesta, le rompí un par de costillas, el tabique nasal, le deje muchos moretones, (calma, calma, así era la época no me estén criticando) lo mande a recuperarse en cama.
Doña Virginia Arangüena de la familia de mi padre festejaba mi llegada
Tenia un mozo que me acompañaba a todo lado él se llamaba Zacarías, tendría 2 años mas que yo, él era mi compañero de juegos, mi asistente, mi maestro, ya que me enseñaba a montar a caballo.
Recuerdo una vez, cuando tenia cinco años, habíamos ido a Aputayca por los caballos de papá Guillermo cuando pasamos por la pampa de Tirascaychi, una explanada de unos 500 metros de largo, especialmente utilizada para la siembra por raimi[1]; ese año la cebada ya estaba cosechada y la pista de carrera estaba disponible, y cada uno de los centauros disponía de lindos caballos, sin pensarlo dos veces iniciamos la carrera, cuando estábamos a mitad del camino había un montículo de paja de cebada, que decidimos saltar cual campeones de equitación.
Pinturcha, Alfacancha, Papa Huana, Quépaya, Molleyoc, Aputayca, Huiluchapampa, Coñane, Jotinta, Larcay, El Frente, Huayana
Cuando estábamos sobre el obstáculo, para sorpresa nuestra salieron despavoridos de dentro de la paja una familia entera de chanchos, esto espantó a mi caballo derribándome en el acto. Como no era un jinete experto caí de mala manera y perdí el conocimiento, Zacarías que tenia la responsabilidad de devolverme a casa sano y salvo utilizo el único liquido que había en la zona para poder despertarme, sus propios orines, ¡me orino en la cara¡ para poder despertarme y me dijo justificándose:
huañuruscarjanquiña, es decir, ya estabas en peligro de muerte, por lo que tuve que actuar de inmediato.
Los días en el pueblo se iniciaban muy temprano, alrededor de las cuatro de la mañana, había que apoyar en la producción en ese tiempo hubieron cambios en la familia, primero que tenia hermanos menores, segundo mi padre ya no vivía con mi madre, tercero teníamos una madrastra en casa, y la leche ya no era tan abundante como hubiéramos querido, sin embargo el personal de servicio se daba maña para poder alimentarnos como era debido.
Alguna vez mi padre se confundía de hora y nos levantaba a las tres de la mañana,
(la costumbre de levantarse temprano la he conservado), nuestro padre estableció que quien estuviera listo para partir más temprano iría a la chacra más cercana, este reto era muy divertido, ya que obligaba a establecer juegos de estrategia, que permitieran ser mas eficiente y veloz, recuerdo que muchas veces amarre los pantalones a mi hermano para que no pudiera vestirse con facilidad, otras veces yo dormía con el pantalón puesto, para salir disparado a ver nuestras chacras, traer los daños, y/o llevar nuestro ganado a pastar.
Esos días no comprendía, pero luego de unos años lo comprendí a cabalidad, mi padre estaba forjando hombres de verdad, estaba templando nuestro carácter, estaba creando una disciplina, un estilo de vida, que me acompaño por siempre.
En aquellos días había personal de servicio en la casa que con mas eficiencia podrían haber hecho nuestra tarea diaria, sin embargo éramos nosotros los que hacíamos la tarea.
Fuimos creciendo y era Pinturcha, Alfacancha, Papa-Huana, Quepa-ya, Molleyoc, Aputayca, Huilu-chapampa, Coñane, Jotinta, Lar-cay, El Frente, Huayana, la cruz de Tranca Pata, a la entrada del Pueblo, Loren Soras y Hanan Soras lugares que íbamos descubriendo, que nos identificaba, y que después nos identificaría con mi querido Soras.
Cuando en la parte alta de Soras llovía en exceso el agua se conducía por un dren construido y daba un salto de 30 metros de altura antes de llegar al pueblo, luego del salto el agua desaparecía en un sumidero gigantesco conocido como Ancaypahua, este fenómeno lo veíamos algunos años, era un espectáculo maravilloso, era un desagüe artificial de avenidas extra-ordinarias.
Recuerdo una anécdota que me ocurrió cuando tenia 7 años, estábamos en la casa de campo de unos primos de mi padre en Tumire, era la casa de Justo Faro y estaba a un kilómetro de mi casa, cuando llegamos, había gran cantidad de duraznos maduros en los árboles de la huerta Chica y como era natural mi padre me ordenó que fuera a casa por un cuchillo para pelar esas frutas y comerlas como es debido, fui a casa y volví con un cuchillo, mi padre me volvió a ordenar, pidió que trajera mas cuchillos por que los comensales eran varios, volví a casa, cuando llegue a la casa de campo con las ansias de comer todos los duraznos que pudiese, una tía, pidió servilletas, a lo que respondí con un “Oc”, que era el vocablo que representaba la rebeldía y el fastidio.
El tío Justo que escucho mis respuesta a la tía, le dijo en tono irónico y provocador a mi padre:
tu hijo no sabe pronunciar bien las vocales, el ha aprendido la “O”,antes de la “A”;
Por este atrevimiento fui castigado públicamente, a no comer los duraznos, con los que sueño hasta hoy.
Ese día fui al borde del camino a consolarme, cuando paso un hombre arreando un burro cargado de tunas, las traía de Llamaja, la parte baja de Soras, le compre por valor de 5 centavos 30 tunas y comí, pelándolas lentamente con mi navaja, pensando que eran los deliciosos duraznos, desde ese día nunca me separe de mi navaja, la Swiss army knife, la de color rojo, que se convirtió en un clásico de la familia. Esto era para poder comer los duraznos, si se volvía a presentar la oportunidad.
Cuando tenia 8 años acompañé a mi padre a Puquio, en ese pueblo conocí la escuela, donde solo estuve un día, no aguante la idea de estar lejos de mi familia. Le rogué a papá Guille para que no me dejara, por lo que volvimos a Soras.
Mi fiambre fue gallina, cancha y humitas dulces
Luego de algunos años llegó a Soras José Maria Arguedas que venia acompañando a su padre que era ganadero, él, un niño de mi edad, sabia leer, lo cual me llamo mucho la atención, con José Maria, nos hicimos compadres espirituales eran épocas de carnaval, día de compadres.
tu hijo no sabe pronunciar bien las vocales, el ha aprendido la “O”,antes de la aCuando yo ya tenia 13 años le pedí a mi padre que me enseñaran a leer; a lo cual él accedió. Con este motivo fuimos a Anda-huaylas, distante unos 150 Km. al norte, allá viajamos con una larga comitiva, pasamos por muchos lugares, como Larcay, Chicha, Pampachiri, Campanayocc, Queñohuaran, el viaje fue a caballo, recuerdo como si fuera hoy el fiambre que me puso mi mamá, era gallina cocida, cancha de maíz chullpi y humitas dulces frías.
Nuestra primera parada fue al salir del puente de Larcay, allí en plena subida, merendamos, cada uno de su propio cocaví, mi padre, mi hermano y yo.
Cuando me aproximaba a Andahuaylas me llamo mucho la atención la larga bajada desde Huancabamba, el pueblo se veía chiquito, al primero que reconocí fue a mi primo Abraham Padilla que nos había tomado la delantera, dijo que cuando me vio, mi cara le parecía una manzana roja de California, habría sido por el tremendo viaje y la altura.
“Le pegaste a mi padre, le pegaste a mi hermano, ahora deseo que me pegues a mí.
Tenorio Puma.”Nos alojamos en casa del Director de la escuela mixta, Don Lázaro Carrillo, llegue y sufrí un trauma, los más pequeños que yo ya sabían leer y escribir, por esta razón me sentí desubicado en el primer grado de primaria, Don Lázaro que era un educador nato, y hombre de buen talento para la educación, me puso en tercer año, de frente sin pasar por los primeros niveles, con la condición que me igualara, así superé mi trauma y pase tres años en Andahuaylas, al final, fueron los únicos tres años que estudie en mi vida, le di duro a la tabla de multiplicar, y a la caligrafía, con gran voluntad.
Termine de estudiar en Andacho, y volví a mi pueblo a la edad de 17 años, era 1,930, un año particularmente difícil, había persecución política; en mi pueblo algunas personas notables fueron acusadas, acosadas y perseguidas por la gendarmería, ese año me incorpore a la fuerza laboral, a las actividades, productivas de mi papá, era el principal amansador de caballos, el chucarero; tenia un machito negro, era un mulo mañoso, especialmente mañoso, para ser cabalgado sólo por mí, esos años teníamos una recua de mulas, para hacer comercio con la costa, una buena crianza de caballos, burros, ovejas, ganado vacuno, todo marchaba bien, yo era el rey emergente del pueblo, me sentía el mas grande y poderoso, tenía fuerza, talla, energía y valor.
Un buen día que llegaba de Aputayca cabalgando mi mulo escuche que en una cantina alguien era maltratado física y verbalmente, al estar cerca note que el ofendido era papá Guille, lo que me enfureció, así que entre cabalgado a la cantina y apreté las espuelas y mi animal arremetió contra Seferino Puma el ofensor, el papá de los Puma, este era un viejito, muy fuerte, que fue reducido por mi ímpetu, pero la cosa no quedo allí, al día siguiente recibí una papeleta del hijo mayor, de Seferino alguien llamado Severino Puma, este muchacho tenia fama de ser camorrero, chato y fuerte, era el gallito del pueblo quien quería medir fuerzas, la cita era a solas, sin testigos, a espaldas de la iglesia, frente al coso, allí nos enfrentamos, el hombre se saco el saco, quedando en mangas de camisa, yo, para dar la contra me abotone el saco, él gallo vino como una tromba, le hice un quite y cayo al suelo, una vez en el suelo le di, le di como a bombo de fiesta, le rompí un par de costillas, el tabique nasal, le deje muchos moretones, (calma, calma, así era la época no me estén criticando) lo mande a recuperarse en cama.
Una mujer de talla pequeña, de gustos refinados y etiqueta aprendida en escuela, le gustaba disfrutar del sexo.
Al día siguiente recibí otra papeleta, en tono mas fuerte que el anterior, y esta decía:
“Le pegaste a mi padre, le pegaste a mi hermano, ahora deseo que me pegues a mi
Tenorio Puma.”
En el lugar de siempre detrás de la iglesia, vi y tasé al muchacho de nombre Tenorio Puma, este gallo era menos gallo que su padre y su hermano que habían caído con relativa facilidad, así que confiaba en mis fuerzas, esta excesiva confianza hizo que me acercase demasiado a este contrincante que me engancho un derechazo, convirtiendo mi ojo izquierdo en una manzana verde y abultada, esto me enfureció y le pegué una golpiza de padre y señor mío.
Al final cuando la pelea casi había terminado apareció mi tía, Virginia trayendo una jarra de agua al mismo tiempo que pedía calma, mi tía me acerco un vaso de agua para mi y otro para el caído en combate, a lo que llevado por la furia dije, tía a este perro no le demos ni agua.
Los días eran felices, la caja, la economía y las finanzas de casa estaban cada vez mejor, no faltaban las tareas ni los trabajos, nuestro engreído burro echor no procreaba, las mulas que esperábamos criar nacían, teníamos un potro burrero, que tampoco era muy efectivo, la tropa que si funcionaba era la de caballos castaños, que trajimos de la costa, eran unos lindos caballitos de paso, crías de un potro que mi padre había truequeado por 20 toros grandes. Nuestra tropa de cerriles era hermosa los caballos los teníamos en Pajchilo, Joñani, Totoral, era una época de bonanza.
Fueron varios años de trabajo, y como siempre ocurre en la vida, los cambios se presentaron sin avisar, el primer cambio fue el de mi madrastra que era la adoración de papá una mujer de talla pequeña, gustos refinados y etiqueta aprendida, que gustaba disfrutar del sexo en grupo, (no por nada estábamos en los locos años 20s) la fortuna que había en casa era sustraída sistemáticamente en complicidad de su hermana y cuñado.
Todo a espaldas de papá que no sabia del asunto, cuando mi viejo se entero de las travesuras y triquiñuelas de doña Sarilla, se le cayo el mundo, lo cogió una depresión, ya no trabajaba a gusto.
Al poco tiempo expulsó a la infiel fuera de la vista pero no de su corazón, la doña cambio de residencia de Soras se fue a Puquio, llevándose a su hermana, cuñado y mas de la mitad de la fortuna
Mi papá no dejó de tomar, hasta el día que murió, tomaba día y noche, quería ahogar a las penas, pero las malditas sabían nadar.
La madrastra no quedo satisfecha con la resolución adoptada y me inventó una conspiración contra el gobierno. La gendarmería llego a Soras a buscárme, pero fuimos alertados oportunamente de los motivos de esa comisión, por lo que tuve que refugiarme en la casa de campo de mi tío, Justo, (aquel de los duraznos cuando fui niño).
Mi tío tenia cinco hijas casi de mi edad que se turnaban para llevarme el almuerzo a unas cuevas que estaban cerca de la casa, esto ocurría una vez al día, la situación era sumamente aburrida, ya que no podía salirde mi escondite, un día que me llevo el almuerzo una de mis primas, de la conversación fuimos al juego y del juego fuimos al fuego, ese único día que estuvimos juntos sucedió todo lo que debía suceder.
Cansado de vivir en el refugio 1,935 un día salí y me entregue a la gendar-mería con la condición de que no ser esposado y les prometí que no escaparía, ese viaje lo hice en mi ya famoso machito negro. Realmente no escape por que no quise.
El segundo cambio se produjo cuando llegamos a Puquio, sería liberado solo si prometía no volver a Soras, por un buen tiempo, mi madrastra tenía la secreta esperanza de poder volver con mi padre y su aparente obstáculo era yo, nunca hubo reconciliación entre ellos, estando en Puquio decidí seguir viaje a Lima, la ciudad del gran desafío.
Cuando llegué a Lima me volví a encontrar con mi primo y paisano Abraham Padilla con quien entramos a trabajar de ayudantes de sastre, la paga era poca, pero daba oportunidad de estudiar en la escuela nocturna, yo tenia poca paciencia, para ser sastrecillo valiente, así que iba buscando diferentes oportunidades, hasta que mi tío Manuel Bustamante, me recomendó para trabajar con un “Turco” que era dueño en una nueva fabrica de medias que habían traído a Lima, vía el Callao.
El primer día de trabajo conocí a un español de apellido Ferradas que huía de la guerra española, él era obrero como yo, él me enseño a economizar en la hora del almuerzo, este señor solo pedía, un trozo de chicharrón, sacaba un pan grande del bolsillo, abría el pan e introducía el chicharrón con una porción de camote frito, todo esto lo partía y lo compartía diciendo, este es el mejor almuerzo del mundo. Este ritual lo hicimos por semanas, la paga era escasa, había que ahorrar.
El sueldo que ganaba era de un sol diario, después de algunas semanas de trabajo el Italiano Squilachi que habían contratado para hacer el montaje de la fabrica me identifico, y me pidió para ser su ayudante, como mi desempeño cada vez era mejor, el Italiano Squilachi me aumento a cinco soles por día.
La maquinaria ya funcionaba y fueron contratadas cientos de mujeres para trabajar con las mulitas. Se les decía mulitas a las maquinas tejedoras, que eran operadas por generalmente por una obrera yo trabajaba de ayudante del mecánico de mantenimiento de las mulitas, estas por la calidad del hilo se paraban con bastante frecuencia, los dueños de la fabrica habían definido su política salarial: pagarían a destajo, es decir pagaban mas a mayor producción, las obreras fueron capacitadas, y empezó la producción.
Donde y cuando se paraba una maquina, yo era solicitado, tanto que me convertí en el hombre mas popular de la fábrica todas me llamaban Alfredito, Alpi, Alfre, lo que llenaba mi ego, poco a poco perdí mi natural timidez de serranito, ya era nuevamente el rey, el dueño del desarmador y el alicate, esta súbita popularidad, un salario cinco veces superior al promedio de los obreros, me permitieron conocer y redescubrir el sexo, corría el año 1,938. Todas las chicas querían mi compañía, todas deseaban que estuviera a sus lados, el interés era al ayudante de mecánico no al hombre.
Los lugares de mi predilección fueron la playa, los carnavales de Barranco; adopte un estilo de gentelman. Cada día era solicitado por mis compañeras de trabajo, a las que complacía, lo que hasta hoy no me explico es como salve de contraer cualquier clase de enfermedad de transmisión sexual, eso muy iba bien, el jefe de mantenimiento, el Italiano creyó cumplida su misión en Lima y se disponía a partir a su país, él me ofreció el puesto de jefe de mantenimiento, con una paga de 14 soles diarios, al mismo tiempo que me ofrecía él puesto, me dijo: piénsalo y me das la respuesta mañana; salí a pasear al Jirón de la Unión, pensando que la inspiración me llegaría de golpe, y llegó, allí me encontré en forma casual con el hermano del diputado por mi zona un señor Calle, con quien comente el asunto que me afligía, él me pregunto en que trabajaba, a lo que respondí con lujo de detalles, yo no sabía ese momento, este señor estaba reclutando gente para la policía, y me dijo en tono convincente:
“Alfredo, no sigas en ese trabajo te vas a volver tuberculoso”
Alfredo, no sigas en ese trabajo te vas a volver tuberculoso Mientras yo pensaba -este como sabe de mi vida nocturna-, él continuo diciendo:
Hermano deja ese trabajo, por que los tejidos desprenden un polvillo que entra en los pulmones y te jodes para siempre. Que te parece si te recomiendo para la escuela de policía, allá estudias 6 meses y te haces asignar a nuestro pueblo, en condición de autoridad te ira mejor sobre todo con tu salud.
La idea me pareció estupenda, en ese momento asocie, alto pago con alto riesgo, y pensé me pagarían bien por que el trabajo, que haría sería de riesgo; dadas esas condiciones preferí renunciar, es así que me aliste en la escuela de policía.
Termine el curso de Policía, me destaque como furriel, al tiempo que pedía mi cambio para mi pueblo, en el escalafón de policía, no había plaza para mi pueblo y solo había plazas para Chalhuanca, lugar al que fui con el mayor agrado por estar cerca de mi casa, con la ilusión de volver al terruño, una vez que me instale en Chalhuanca, lleve conmigo mi nuevo estilo citadino, mi clase de nuevo gentleman.
Yo no era un bailarín es mas no bailaba ni cantaba, pero si era un buen organizador, cada sábado organizábamos las famosas sabatinas, tanto en Chalhuanca Abancay, Talavera, ó Grau, teníamos un equipo de música portátil, una vitrola de buena calidad, a la que sacábamos buen provecho. Fui encomendado a diferentes comisiones y misiones, para establecer la verdad en un sin numero de casos, que es historia aparte, mi condición de buen jinete me permitía viajar a todos esos lugares con relativa facilidad.
Me hice popular entre las damas de la zona, seria por el estilo o por cualquier otra causa, los niños venían con juicios, los pedidos de pensión eran cosa de todos los días, los malentendidos eran frecuentes aun cuando jamás conté a nadie sobre mi vida.
Estando en Chalhuanca, caí enfermo, una mula del puesto me pateo de mala manera, y la herida se complico, el Dr. Díaz quien luego fue mi compadre en Abancay me atendía a diario, mi única hermana Marina fue a visitarme, mi querida madre también y se quedo acom-pañándome 45 días hasta que me recuperé de mis dolencias, mi padre también estuvo conmigo en esos momentos. pero me recuperé y salve.
Estando ya recuperado deje el puesto de Chalhuanca y me destacaron a Andacho, allí ya tenia 29 años, era un muchachon cotizado, lucia un bigote siempre bien recortado y pintado de acuerdo la moda de la época, yo siempre negué lo de la pintura, pero era una buena estrategia de conquista, las damas siempre querían acercarse a ver mi bigote, la segunda guerra estaba en todo su furor, las provisiones escaseaban, y se corría toda clase de rumores sobre la bomba atómica y el fin del mundo.
Había conocido a Agripina en Pampachiri, pero no éramos amigos, esta segunda ves que la veía, me impresiono mucho, ya que se trataba de una mujer dueña de sí, poseía simpatía, natural, inteligencia superior, y cultura, ella era la presidenta de un club de señoritas que hacían poesía, tocaba música europea en una mandolín, jugaba tenis en el club social, era la mujer ideal, y quede totalmente enamorado, sin embargo no había forma de acercarse, ya que era muy sobrada, así que utilice una estrategia militar, conquiste al papá de Pina, a don Leoncio Espinoza, él estaba techando su casa en la Quinta No Me Olvides, cuando me presente con dos peones para ayudar en las labores del techado.
Ya cumplidos los 30, pensé en casarme, así le propuse a Pina, quien me acepto con cierta demora.
Así llegue al día de mi matrimonio el 18 de Marzo del 44, con los antecedentes que les fui contando, había muchas, señoritas que me de-seaban soltero, o mejor dicho no deseaban que me case, pero yo estaba enamorado y me quería casar, y me case y fui muy feliz.
FIN
[1] Raimi, es una costumbre andina, es la siembra colectiva de un territorio, que pertenece a muchos propietarios, se comparte las tareas, y los benefios. Con participaciones previamente definidas (accionistas y dividendos)
Señorita Agripina
La Señorita Agripina
Era 1908, cuando vi a Hono, era la ciudad del Cusco como escenario de fondo, esas ruinas incaicas, el colegio Educandas, la plaza de armas, que lugares mágicos, el colegio Salesianos[1] de Cusco y Yucay.
Era el Domingo, 23 de junio de 1907, la víspera de la fiesta del Cusco, el sábado por la noche estuvimos cantando canciones religiosas en honor a San Juan, la noche del 22 no me imagine que al día siguiente conocería a Hono, quien era una Colegiala del Internado del Colegio para señoritas de Educandas, su cara me pareció angelical, sus suaves facciones, su sonrisa discreta, la determinación que había en su mirada, ese domingo nos levantamos a las 06 de la mañana como todos los días, bajamos a las duchas, y subimos las escaleras en tropel, cual maratón al cielo, nos pusimos el traje dominguero, que consistía en un pantalón y saco de color azul marino, con camisa blanca de algodón perfectamente almidonada, y corbata de color guinda; esa mañana como todos los domingos no tomábamos desayuno, hasta después de volver de misa, la misa era a las nueve de la mañana en la iglesia de la Compañía de Jesús, que estaba en la plaza de Armas de la ciudad del Cusco, a pocos metros de la imponente catedral de Cusco.
La misa era a las nueve de la mañana, todos éramos jóvenes del Cusco o de los alrededores, como era mi caso, que venía desde Toraya, Aymaraes, Apurimac, tenía la suerte de tener un tío perteneciente a la curia, hermano de mi padre don …. Espinoza, Mi tío el Cura Espinoza, me recomendó en la nueva escuela Agrícola y de Artes y Oficios, todos los jóvenes, rezamos en la capilla del Colegio, hasta las ocho de la mañana, para bajar de manera ordenada por la empedrada calle de Suecia, llegamos a la plaza de armas que se levantaba tan imponente, tan majestuosa, con tanta piedra en su construcción que parecía eterna.
Dimos la vuelta por dentro de los portales de la plaza, cruzamos la calle de procuradores, seguimos por los portales, cruzamos por espaderos, seguíamos dentro de los portales, luego cruzamos la calle del medio, seguimos caminando hasta donde aparecía mágicamente el rio Huatanay, por dentro de las casa, para desembocar en el borde de la plaza de armas, cruzamos por la puerta de la Universidad San Antonio Abad, que se veía magnifica e imponente, hasta que llegamos a la puerta de la compañía, todos, en silencio, todos anonadados, por esa plaza, todos con ganas de vivir, luego entramos por la puerta pequeña, del lado derecho, al ingresar, sentimos la presencia del espíritu santo, dentro de ese recinto tan bellamente ornamentado, la mismísima casa de Dios.
Nos colocamos al final del lado derecho de las bancas, muy cerca de la puerta, estuvimos rezando en silencio, mirando, de manera discreta el enorme edificio, que dejaba pasar los rayos de luz del sol transformando el lugar en un espectáculo de luz y sombras.
Luego de un instante paso por nuestro costado derecho una enorme delegación de damitas del Colegio educandas, que también venían a misa, que tropel, que silencio, no se distinguía ningún rostro, todas ellas igualitas, con su uniforme gris oscuro, con cuellos de color blanco, y bordados singulares, y cubrían sus cabezas unos velos de color blanco, totalmente tupidos, donde era imposible reconocer a alguien. Pero, solo era cuestión de hacerse a la tenue luz de la Iglesia de Jesús, para ver que el velo no cubría la cara de las niñas, el velo solo cubría su cabello, y sus rostros se veían diminutos, se podía ver sus enormes ojos, su nariz y sus labios.
Llegaron las familias cusqueñas a oír la misa de las nueve, las familias más antiguas pasaron a tomar asiento en las primeras filas que los aguardaban silenciosas, la comitiva era casi similar, llegaba el principal, seguido por su señora, seguían la abuelita, cosa rara no había abuelitos, casi todas las señoras mayores eran mujeres, luego estaban los jovenzuelos, con un hormigueo interno que se dejaba resaltar de manera discreta, luego venían las damitas de la casa, acompañadas por las tías solteronas, detrás venia el personal de servicio cargando a los niños, tanto a los pequeñuelos de 3 y 4 años así como a los niños de año, los recién nacidos estaban exentos de cumplir el mandato de ir a misa los domingos. Cada familia tenía por lo menos 10 hijos, era una época de renacimiento.
Por el sonido que hacían los caballos de silla muchas familias llegaban de sus haciendas montados en hermosas acémilas, que no las veía por mi posición dentro de la iglesia pero si las podía escuchar, y sentir su brío por la repicancia de sus pisadas y de sus bien herrados cascos.
En un santiamén la iglesia se lleno, algo que me llamo la atención fue que a este templo no ingresaron los nativos del Cusco, que si lo hacían a otras templos, como los de mi pueblo en Aymaraes, lo intuía aun cuando no estaba seguro de que pasaba, este era un templo para blancos y criollos únicamente aun cuando ya nacía el siglo 20.
La misa fue larguísima, fue cantada en latín, duro casi dos horas, todos los jóvenes estábamos allí a pie firme participando pasivamente de esa bien cantada misa de domingo, el cura se dirigió al pulpito y desde allí nos dio una arenga sobre la conducta y la moral, sobre como guardar el cuerpo que estaba consagrado a Dios. Luego vino la comunión, a la que acudimos en fila de uno, allí me di de cara con ese bello rostro que volvía de la comunión, tenía la cara de una santa, era la última de la fila, pero ¿Quién era? ¿De dónde salió? Porque era diferente a las demás, si todas las niñas parecían iguales.
Termino la misa y escuchamos algo así como vayan en paz. Salimos como entramos en silencio, las familias daban la vuelta a la plaza de armas, en sentido anti horario. Los padres salesianos habían hecho traer el desayuno que nos correspondía a la puerta del Templo, allí dos mamachas, que tenían sus quipis nos dieron chocolate a los 30 muchachos del internado del Salesiano, acompañados por unos biscochos dulces. Los dos padres que nos acompañaban también tomaros sus respectivos chocolates, cuidando sus bien cuidadas sotanas domingueras.
LA orden fue sencilla, podíamos dar una vuelta a la plaza, antes de partir rumbo al colegio después de las 12 para iniciar el almuerzo del domingo, los alumnos que tenían familia en la ciudad del Cusco podrían ir a almorzar con ellos, los alumnos de provincia debían retornar al colegio a almorzar.
Fue en esa primera vuelta a la plaza, que me cruce nuevamente con ese rostro angelical, y pregunte abiertamente a mi compañero, sabes quién es? El de inmediato me contesto es la señorita Honorata Hernandez Osorio de Andahuaylas, Pampachiri. Oh, quede mudo, tenía un rostro y un nombre, era un ángel real, un ángel verdadero.
Muchos años más tarde nació mi tercera hija, un día igual al día que conocí a mi amada esposa, ese martes, 23 de Junio de 1914, llame a mi hija de la misma manera como hacía años habían nombrado a su mamá, eres le dije la señorita Agripina.
[1] Los primeros salesianos que llegaron a la ciudad imperial fueron los padres Ciriaco Santinelli y Alfredo Sacheti en 1903. Partieron de Arequipa y fueron recibidos con gran alegría. El 27 de setiembre del mismo año, el Obispo y los salesianos firmaron un convenio, el cual estipulaba la apertura de la primera Escuela Agrícola y de Artes y oficios, que debían verificarse en 1904. Sin embargo, la presencia de salesiana se hizo realidad todavía en 1905. Se comenta con gran alegría esos momentos. De Lima parte el padre Santinelli con el personal destinado a la casa del Sur. Luego de breve permanencia en la Ciudad Blanca, viaja al Cusco el 21 de febrero de 1905, en compañía del padre Miguel Baldi.
Era 1908, cuando vi a Hono, era la ciudad del Cusco como escenario de fondo, esas ruinas incaicas, el colegio Educandas, la plaza de armas, que lugares mágicos, el colegio Salesianos[1] de Cusco y Yucay.
Era el Domingo, 23 de junio de 1907, la víspera de la fiesta del Cusco, el sábado por la noche estuvimos cantando canciones religiosas en honor a San Juan, la noche del 22 no me imagine que al día siguiente conocería a Hono, quien era una Colegiala del Internado del Colegio para señoritas de Educandas, su cara me pareció angelical, sus suaves facciones, su sonrisa discreta, la determinación que había en su mirada, ese domingo nos levantamos a las 06 de la mañana como todos los días, bajamos a las duchas, y subimos las escaleras en tropel, cual maratón al cielo, nos pusimos el traje dominguero, que consistía en un pantalón y saco de color azul marino, con camisa blanca de algodón perfectamente almidonada, y corbata de color guinda; esa mañana como todos los domingos no tomábamos desayuno, hasta después de volver de misa, la misa era a las nueve de la mañana en la iglesia de la Compañía de Jesús, que estaba en la plaza de Armas de la ciudad del Cusco, a pocos metros de la imponente catedral de Cusco.
La misa era a las nueve de la mañana, todos éramos jóvenes del Cusco o de los alrededores, como era mi caso, que venía desde Toraya, Aymaraes, Apurimac, tenía la suerte de tener un tío perteneciente a la curia, hermano de mi padre don …. Espinoza, Mi tío el Cura Espinoza, me recomendó en la nueva escuela Agrícola y de Artes y Oficios, todos los jóvenes, rezamos en la capilla del Colegio, hasta las ocho de la mañana, para bajar de manera ordenada por la empedrada calle de Suecia, llegamos a la plaza de armas que se levantaba tan imponente, tan majestuosa, con tanta piedra en su construcción que parecía eterna.
Dimos la vuelta por dentro de los portales de la plaza, cruzamos la calle de procuradores, seguimos por los portales, cruzamos por espaderos, seguíamos dentro de los portales, luego cruzamos la calle del medio, seguimos caminando hasta donde aparecía mágicamente el rio Huatanay, por dentro de las casa, para desembocar en el borde de la plaza de armas, cruzamos por la puerta de la Universidad San Antonio Abad, que se veía magnifica e imponente, hasta que llegamos a la puerta de la compañía, todos, en silencio, todos anonadados, por esa plaza, todos con ganas de vivir, luego entramos por la puerta pequeña, del lado derecho, al ingresar, sentimos la presencia del espíritu santo, dentro de ese recinto tan bellamente ornamentado, la mismísima casa de Dios.
Nos colocamos al final del lado derecho de las bancas, muy cerca de la puerta, estuvimos rezando en silencio, mirando, de manera discreta el enorme edificio, que dejaba pasar los rayos de luz del sol transformando el lugar en un espectáculo de luz y sombras.
Luego de un instante paso por nuestro costado derecho una enorme delegación de damitas del Colegio educandas, que también venían a misa, que tropel, que silencio, no se distinguía ningún rostro, todas ellas igualitas, con su uniforme gris oscuro, con cuellos de color blanco, y bordados singulares, y cubrían sus cabezas unos velos de color blanco, totalmente tupidos, donde era imposible reconocer a alguien. Pero, solo era cuestión de hacerse a la tenue luz de la Iglesia de Jesús, para ver que el velo no cubría la cara de las niñas, el velo solo cubría su cabello, y sus rostros se veían diminutos, se podía ver sus enormes ojos, su nariz y sus labios.
Llegaron las familias cusqueñas a oír la misa de las nueve, las familias más antiguas pasaron a tomar asiento en las primeras filas que los aguardaban silenciosas, la comitiva era casi similar, llegaba el principal, seguido por su señora, seguían la abuelita, cosa rara no había abuelitos, casi todas las señoras mayores eran mujeres, luego estaban los jovenzuelos, con un hormigueo interno que se dejaba resaltar de manera discreta, luego venían las damitas de la casa, acompañadas por las tías solteronas, detrás venia el personal de servicio cargando a los niños, tanto a los pequeñuelos de 3 y 4 años así como a los niños de año, los recién nacidos estaban exentos de cumplir el mandato de ir a misa los domingos. Cada familia tenía por lo menos 10 hijos, era una época de renacimiento.
Por el sonido que hacían los caballos de silla muchas familias llegaban de sus haciendas montados en hermosas acémilas, que no las veía por mi posición dentro de la iglesia pero si las podía escuchar, y sentir su brío por la repicancia de sus pisadas y de sus bien herrados cascos.
En un santiamén la iglesia se lleno, algo que me llamo la atención fue que a este templo no ingresaron los nativos del Cusco, que si lo hacían a otras templos, como los de mi pueblo en Aymaraes, lo intuía aun cuando no estaba seguro de que pasaba, este era un templo para blancos y criollos únicamente aun cuando ya nacía el siglo 20.
La misa fue larguísima, fue cantada en latín, duro casi dos horas, todos los jóvenes estábamos allí a pie firme participando pasivamente de esa bien cantada misa de domingo, el cura se dirigió al pulpito y desde allí nos dio una arenga sobre la conducta y la moral, sobre como guardar el cuerpo que estaba consagrado a Dios. Luego vino la comunión, a la que acudimos en fila de uno, allí me di de cara con ese bello rostro que volvía de la comunión, tenía la cara de una santa, era la última de la fila, pero ¿Quién era? ¿De dónde salió? Porque era diferente a las demás, si todas las niñas parecían iguales.
Termino la misa y escuchamos algo así como vayan en paz. Salimos como entramos en silencio, las familias daban la vuelta a la plaza de armas, en sentido anti horario. Los padres salesianos habían hecho traer el desayuno que nos correspondía a la puerta del Templo, allí dos mamachas, que tenían sus quipis nos dieron chocolate a los 30 muchachos del internado del Salesiano, acompañados por unos biscochos dulces. Los dos padres que nos acompañaban también tomaros sus respectivos chocolates, cuidando sus bien cuidadas sotanas domingueras.
LA orden fue sencilla, podíamos dar una vuelta a la plaza, antes de partir rumbo al colegio después de las 12 para iniciar el almuerzo del domingo, los alumnos que tenían familia en la ciudad del Cusco podrían ir a almorzar con ellos, los alumnos de provincia debían retornar al colegio a almorzar.
Fue en esa primera vuelta a la plaza, que me cruce nuevamente con ese rostro angelical, y pregunte abiertamente a mi compañero, sabes quién es? El de inmediato me contesto es la señorita Honorata Hernandez Osorio de Andahuaylas, Pampachiri. Oh, quede mudo, tenía un rostro y un nombre, era un ángel real, un ángel verdadero.
Muchos años más tarde nació mi tercera hija, un día igual al día que conocí a mi amada esposa, ese martes, 23 de Junio de 1914, llame a mi hija de la misma manera como hacía años habían nombrado a su mamá, eres le dije la señorita Agripina.
[1] Los primeros salesianos que llegaron a la ciudad imperial fueron los padres Ciriaco Santinelli y Alfredo Sacheti en 1903. Partieron de Arequipa y fueron recibidos con gran alegría. El 27 de setiembre del mismo año, el Obispo y los salesianos firmaron un convenio, el cual estipulaba la apertura de la primera Escuela Agrícola y de Artes y oficios, que debían verificarse en 1904. Sin embargo, la presencia de salesiana se hizo realidad todavía en 1905. Se comenta con gran alegría esos momentos. De Lima parte el padre Santinelli con el personal destinado a la casa del Sur. Luego de breve permanencia en la Ciudad Blanca, viaja al Cusco el 21 de febrero de 1905, en compañía del padre Miguel Baldi.
POTAJES DE ABANCAY
Potajes de Abancay es un cuento que narra las experiencias culinarias de una familia típica de Abancay una ciudad del interior del Perú, ubicada en los Andes, por la forma de los cerros la tierra plana es muy escasa, la agricultura y la ganadería están limitadas a pequeñas áreas, sin embargo la imaginación del poblador andino ha hecho que estas dificultades sean su oportunidad para presentar platos típicos y adaptados de la cultura peruana e internacional.
Este cuento es la recopilación de varias cartas escritas por el autor a sus hermanos, ahora se los presenta en un solo documento corrido pero guarda la misma estructura original.
Se le ha recreado con fotos que no necesariamente corresponden a los paisajes típicos ni fotos de la época, lo que se quiere es simplemente que el autor disfrute de la comida y si es posible la imagine y la saboreé mentalmente.
POTAJES DE AHUANUQUE[1]
El día de hoy 29 de diciembre de 2008, fui a visitar a mi querida mamá Agripina, con quien me puse a conversar sobre los potajes que nos brindaba mientras era niño.
Le comencé a narrar los potajes de la hacienda Ahuanuque allí había:
Cuajada que era una leche cortada para hacer queso, se servía con azúcar rubia, se le degustaba, cada mañana una hora después del ordeño, el mismo que se iniciaba a las 7 de la mañana, tomar cuajada, era toda una ceremonia, se servía en vasos de cerveza, adaptados para beber cuajada, eran de cristal de forma muy esbelta, eran vasos con la base gruesa, toda la leche era cuajada para caer el queso de la hacienda, una parte de el era derivada a los jóvenes que esperaban ansiosos, la dotación, tal era la cantidad de cuajada que muchos de mis hermanos tomaban doble ración, para comerlo había que tener una cucharilla muy larga, con la que se iba separando la parte solida de la liquida, suero. Todos disfrutaban de esta faena diaria, los perros esperaban el suero, los jóvenes la cuajada y el personal de la casa el queso fresco para seguir haciendo su trabajo.
Luego hablamos de la calabaza horneada, rellena de chancaca, la que se cocinaba a fuego lento durante toda la noche, era tan buena la pulpa como la Pepa negra que contenía una almendra de buen sabor. La calabaza era verde por fuera de pulpa blanca y semillas negras, externamente parecía una sandia, era ovalada, para vaciarle la chancaca se le hacia una pequeña incisión en forma cuadrada tronco cónica con la ayuda de un cuchillo, por allí se podía poner también azúcar rubia, o un pedazo de chancaca, se la horneaba con cascara, al dia siguiente se partía la cascara y quedaba dentro un postre delicioso de color acaramelado con textura por las fibras de la calabaza, se servía en platitos de postre, se podía agregar más miel o mas azúcar al gusto, generalmente ya venía con la proporción exacta, muchas veces se le agregaba una porción de clavo de olor y canela antes de cocinar..
Estábamos imaginando cuando se presento el rey de los postres andinos, el manjar blanco que elaboraba mi querida abuelita mamá Hono[2], con una paciencia infinita, en vista que debía hacerse a fuego lentísimo para evitar que se quemara así como para que evaporara toda el agua posible y tomara punto. Ella misma escogía la leña, los palitos secos, ningún leño que diera fragancia o estuviere verde porque hacia humo o podía transmitir olor a la leche, lavaban bien el perol de cobre donde entraban 15 litros de leche, lavaban un gran cucharon de palo, que solo servía para el manjar blanco, no podía tener ningún otro uso culinario porque se contaminaba, ese cucharon estaba en la despensa al lado del comedor, colgado de la pared. La leche era parcialmente descremada, filtrada, luego pasaba a la fase de producción, allí en una hornilla especial en la cocina a leña empezaba, lentamente, evitando que el fuego calentara la lecha en demasía y provocara un rebalse generalizado, se usaba leche de vaca, azúcar blanca, en proporción cuatro a uno, cuatro tazas de leche una taza de de azúcar, canela y clavo de olor, todos los ingredientes juntos empezaban a ser calentados y la abuela con su huislla (cucharon de palo), dando vueltas y vueltas en el sentido de las manijas del reloj, evitando se calentara demasiado el preparado, bajando el fuego, pidiendo más leña, hurgando el fuego, un proceso de cuatro horas de duración, a la segunda hora había ya un manjar blanco en los bordes del perol, que la abuela repartía en cucharitas a los que merodeábamos cerca de allí, usábamos las cucharillas como si fueran paletas de helados, catando el sabor, dando más vueltas hasta que nos dieran otra cucharadita, y luego a jugar, antes de comer se hacía enfriar por razones de palatabilidad así como por razones digestivas, comer manjar caliente era estar mal del estomago de inmediato. El palo se movía lentamente casi una vuelta en 10 segundos, había que tener paciencia durante las cuatro horas.
El japchi de queso.- De la cuajada se preparaba un queso fresco, muy bueno, de ese queso fresco y con ayuda de un tenedor se elaboraba un ccapchi o japchi de queso con algunas yerbas de color verde conocidas como asnapas[3], y o un poco de rabillo de cebollita china, y perejil para darle sabor, se combinaba con un poco de sal y papas cocidas recién cosechadas de la huerta ese mismo día. Era una entrada de primera clase, las raciones eran abundantes, las papas pequeñas, parecían una especie de papas tipo cóctel, eran bocadillos exquisitos.
La torta Carmen con medio kilo de mantequilla, dos tazas de harina de trigo sin preparar, 6 huevos, azúcar, polvo de hornear, y un horno caliente, la preparación era muy sencilla ya que se mezclaba el royal con la harina, la mantequilla con el azúcar y luego los huevos, para luego hacer una sola mezcla, se cocinaba a fuego fuerte, durante una hora.
El mote de maíz, consistía en sancochar maíz amartillo duro de tamaño intermedio, los granos pequeños se escogían para los pollos, era un potaje de primera se comía a diario con queso elaborado en la misma casa hacienda, en los meses de enero a marzo también había en la meza los deliciosos choclos, el mote muchas veces era acompañado por haba sancochada, que se le conocía como puspu.
La fruta de la hacienda era, manzana, pera y tumbo, que servía para hacer refresco, las naranjas eran muy populares, pero no se producía en la hacienda, así que había que traerlas de la hacienda vecina, Auquibamba. Recuerdo los duraznos solo porque lo contaba mi mama, ella decía que alguna vez hubo abundancia de ellos en forma de blanquillos y corrientes pero que habían enfermado de tristeza. ( en los 60s se presento un hongo que ataco muchos frutales de la zona)
De juegos recordé el tiro al blanco con la carabina de viento y la carabina 22, del juego de apaches y vaqueros recuerdo a mis hermanos mayores, todos atrincherados en la puerta de la casa de maquinas peleando una colina; del cuartito chico donde despachaba mi querido papa Alfredo recuerdo el color caqui, de los cascos, y de los muebles, así como el color purpura de la tinta para el uso de tampones con los que se sellaba las ordenes de la hacienda, allí mismo había una colección de fusiles, escopetas, carabinas, era toda una colección de la época de ñangue. Tenía sus cajas de balas, hasta había una Winchester de repetición del siglo XIX.
Los juegos de tenis que la mamá Pina fomentaba, se realizaban en el patio central de la casa hacienda, frente a una de capillita, el patio daba por el otro lado al comedor, en el lado frente a la capilla estaba la oficina de la hacienda, y el otro lado daba al corral de vacas. EL patio tenía una puerta principal al lado de la capilla con hojas muy grandes, que permitían que se pudiera ingresar a la casa montado sobre los caballos, el patio servía de lugar de carga, allí se ensillaban los caballos y allí llegaba la carga de Abancay. El patio tenía una puerta al corral, pero que no estaba en servicio, solo transitaban por allí personas, luego estaba la puerta que daba al patio interior donde estaban las gallinas, y demás aves de corral, así como a la cocina, los baños, y el cuarto de monturas.
Fuera de la casa estaba la casa de maquinas que tenía una central eléctrica Pelton, era la casa de fuerza eléctrica, para mover el molino de caña, nunca la vi trabajar, esa fecha había ya algunos cambios en el clima, que produjeron plagas como la del quicuyo una planta rastrera que cubría todo un piso ecológico matando a otras plantas nativas, así como se presento una plaga de piriplasmosios, que diezmo el ganado vacuno, se sabía que también hubo plaga de langostas en los valles más profundos, en los humanos que habitaban Abancay hubo una epidemia de Hepatitis.
En el corral de vacas, destacaban los toros, el toro mocho y el toro con cachos, uno se llamaba Pepe y el otro se llamaba Pepe Lucho. Las vacas eran de color blanco y negro del típico color de las vacas de raza Holstein, el toro mocho era blanquinegro y el astado era de color negro chillo.
Comíamos mantequilla de la hacienda Carhuacahua de propiedad de los compadres Velarde, con don Julio a la cabeza, Héctor y Amílcar así como su mama la comadre María. De las chicas recuerdo que se llamaban Nilda, Olga, Nora y alguien más que no recuerdo.
En la casa Vivian mis hermanos mayores, papá Juan, Violetita Miss Ahuanuque, Chechare, y don Hugo el sabio. Había un conejito a cuerda, aparatos para ver fotos usando el truco de la estereoscopia, se vean las imágenes de manera tridimensional, un trompo nuevo y un trompo viejo que bailaba haciendo música luego que se le daba cuerda.
Un juego que me heredaron mis hermanos mayores era el rompecabezas tridimensional, para armar castillos, que sirvió de base para mi formación matemática.
Los relojes de mi hermano Juan así como los de mi papa eran cronómetros de uno era de oro y el otro de acero. El cuento consistía que por ellos se podía ver televisión.
La casa tenía muchos perros uno era Sultán que era hijo de Danny y de Marquesa, Duquesa que era la otra perra dio a luz a los perros ovejeros, cabreros, chancheros, caballeros y vaqueros, todos los perros se criaban con el propósito de cuidar los activos de la hacienda incluido la huerta, que era tarea de Sultán, también estaba Rin tintín, que era un pastor belga, la tahuañahui de Violetita,
Los caballos eran una herramienta de trabajo importante, el fundo estaba a 5 kilómetros de la carretera, y debía viajarse a caballo dicho tramo, desde la casa hacienda que estaba en un clima, templado, hasta la punta de carretera llamado Alfapata, lugar más bajo, donde abundaban los mosquitos, el viaje duraba una hora a paso lento, el caballo huaycho blanco era de de papa Alfredo, era un caballo maduro de 10 años de edad de paso llano, de tamaño grande, capaz de soportar los 100 kilogramos de peso de mi papa así como de su alforja, y muchas veces yo lo acompañaba en la monta, hasta que el caballo espanto y casi nos bota a los dos, ese día dijo, prefiero que tu vivas hijo tu iras cargado por uno de los peones, esa fecha tenía tres años, al año siguiente cuando cumplí los cuatro años ya montaba a caballo, me amarraban con una sobrecincha, para ese propósito estaba el caballo mas manso de la manada de nombre Pacho, el alazán de mama Pina, era un caballo de paso peruano, muy fino de calidad que lo compro especialmente para que pudiera llevar a mi mamá, luego estaba el Saíno de papa Juan, el Cruzado de Chechar, el Negro de Juan, no recuerdo haberlos visto pero me hablaron del Overo, del burro de paso. La caballería, estaba saliendo de la casa por el portón, allí había unos 20 caballos de diversa edad, finos y chuscos, esperando sus tareas, cargar, transportar a los jefes o la familia, en el patio interior había un cuarto de monturas donde destacaba la montura Huancavelicana de Don Alfredo, la montura de lado de las antiguas dueñas de la hacienda, la montura de Cesar que era diferente, las monturas de Juan y Hugo que eran gemelas, la montura del caballo de mama Pina era totalmente liviana, había riendas tejidas y con incrustaciones de plata así como aperos sencillos, los frenos resonaban cuando uno cargaba el apero, y las espuelas roncadoras no dejaban de sonar en todo el viaje, avisando a toda la comitiva cual era el paso, así como a los que vinieran en el otro sentido que había una caravana en camino.
El pequeño cuarto de monturas estaba a cargo de Don León Navarro, mandón de la Hacienda, allí estaban los tapaojos, los frenos, las bridas, los estribos, las cinchas, las baticolas, las caronas, así como las caronas de suela, el olor a caballo transpirado, era característico del cuartito, allí también estaban las rasquetas, los cepillos, las tijeras para atusar a los caballos así como los herrajes, los clavos, las escofinas, los cuchillos, los martillos, las tenazas, el aceite quemado para curar las heridas de los caballos.
EN el patio de arriba estaban el cuarto de las gallinas, allí dormían, y ponían huevos, las gallinas ponedoras seria por lo menos 30, las que ponían entre 14 a 15 huevos diarios, que servían para la reproducción así como para la despensa. El cuarto de las gallinas tenia trampas en cada entrada a los nidos para que al entrar la gallina, no entrase ninguno de los perros, y se comiera la producción, una vez que la gallina ponía un huevo, esta se ponía a cacarear, le seguían los gallos, señal que servía para liberarla de su nido, se sacaba el huevo y se colocaba otra vez la trampa.
Los gansos, los patos, y los pavos compartían el patio de las aves de corral, al centro del patio corría un arroyo de agua, que tenía una hoja de cabuya que servía para cambiar el curso de agua a la manera de una pileta pública, allí tomaban agua todos los seres vivos del patio de arriba, incluido los humanos.
El baño con cuatro inodoros, una proeza de ingeniería sanitaria, una tasa para cada culo, la más grande para el papa, la mediana para la juventud y la más pequeña para mí. Nunca supe quien usaba la tasa número tres, la mediana chica, estimo que era para niños de 8 a 10 años.
Mañana, les contare la comida de Santo Tomas, con sus paltas, mangos, limones, cañazo, pan común, fideos, cabrito con yuca, sopa de papa lisas, batido de huevo y naranja, gallina en ají de gallina con papas, tallarín con queso al horno, almidón de yuca con colorante vegetal y en los mejores momentos con airampo. Tallarines hechos en casa, picarones fritos por la tía Indalecia, upé calientito, filtrado y con limón, papas en huatia, sopa de chochoca, sopa de lisas, sarapela, papa tojo, chicharrón de cerdo, truchas del rio Pachachaca, un pez barbado bagre, que no recuerdo su nombre científico, ni andino, solo sé que era barbado. Tal vez pez gato o bagre, Venado cazado por el compadre Nemesio Gutiérrez, y sobre todo los dos postres de la casa: la tuna, y la caña de azúcar masticada por unas muelas humanas poderosas. Zanahorias de Roberto y lechugas, papayas, zacha tomate y otras delicias de la casa.
Un abrazo a cada uno de ustedes
SANTO TOMAS BEVERANGE
Como les decía ayer, les contare sobre la comida de Santo Tomas, con sus mini paltas negras, los súper mangos rojos que eran muy escasos en la huerta de la loma, los mangos criollos que brotaban a montones, limones amarillos y ácidos tal vez limones sutil, cañazo cosechado en las pampas de santoto y en las laderas; de caña india y caña mestiza, pan carioca comprado en la panadería de la señora Zoraida, y pan común del horno de la calle Junín, a fideos tubino y cabello de ángel, cabrito asado al horno con yuca, pierna de cordero al horno en yerbas verdes, que mi papa solía cortar personalmente y repartir las raciones en la meza según los gustos de cada uno, sopa de papa lisas, chupe de sarapela, por las mañanas batido de huevo con naranja, en los almuerzos ají de gallina con papas sin arroz, tallarín al horno cubierto de quesos crocantes, por las tardes noches almidón de yuca con colorante vegetal y en los mejores momentos coloreados con airampo.
Los días que nos visitaba la tía Inda, tallarines hechos en casa, picarones amasados y fritos por la tía Indalecia, cubiertos de miel de caña, upi[4] calientito, filtrado y con limón, en las noches que se quemaba la cosecha de la caña se preparaban papas en huatia, las mismas que eran cocidas bajo los carbones que quedaban calientes luego de haber quemado los campos de caña, mi sopa preferida era el Chupe de chochoca, preparado a base de maíz hervido, secado y helado en las noches mas frias del invierno de la sierra, generalmente no se compraba, esperábamos la encomienda que enviaba mi abuela paterna Doña Leocadia desde su residencia en Puquio, en encomiendas empaquetadas en bolsitas que simulaban costales en miniatura, la sopa preferida por la familia era papa tojo, que consistía en escoger las papas más grandes que un pucho, hacerles una caverna e insertarles un relleno de carne guisa, con un poco de pasas, huevos duros, zanahorias y un aderezo de color rojizo, en los días festivos y especiales mi papa Alfredo preparaba chicharrón de cerdo, en un perol de cobre, para esto previamente había cortado de manera cuidadosa cada pedazo de carne usando sus cuchillos bien afilados, en la casa hacienda había gente de apoyo aficionada a la pesca quienes traían las famosas truchas del rio Pachachaca, en los días de avenida con gran caudal en el rio luego de alguna lluvia copiosa en las alturas de Chalhuanca, comíamos un pez barbado que no recuerdo su nombre científico, ni andino, solo sé que era barbado, que era grasosos, pero no era la chalhua, era otro, tal vez pez gato. Algunos pensaban que era un bagre.
Algunas veces pero no con mucha frecuencia probamos venado con un encebollado y tomatada al estilo de Chorrillos, con bastante jugo, estos animalitos eran cazados por el compadre Nemesio Gutiérrez. Teníamos dos perros galgos Dani y Diana, nietos del gran Dani de Auquibamba y los frutos mas difíciles de consumir fueron la tuna y la caña de azúcar que se consumían con el debido cuidado, por los abrojos, la cascara dura y el proceso de ingesta dificultoso, pero siempre bien recompensado por lo agradable del sabor, pelar con cuidado, era la consiga; allí en la hacienda fortalecíamos nuestros molares masticando cual molinos humanos las dulces cañas de azúcar.
También disfrutamos de las zanahorias de Roberto, quien para elaborar su tesis de ingeniero sembró una parcela de zanahorias, en nuestra huerta había lechugas, papayas, zacha tomate, paltos, limoneros, manos, plátanos perita y plátanos comunes, yuca, camote, betarraga y algo más que no recuerdo. Casi todos los domingos teníamos visitantes, que hacíamos recorrer las instalaciones del molino, los toneles de chicha en fermentación, la falca y de todas maneras se hacía degustar un poco de cañazo de cabeza. Los que siempre estaban los días de semana era el conto metrista, que estaba cual policía de investigaciones, auscultando la producción del día a día, nosotros lo veíamos como a un zángano, no producía pero si comía.
El rio Pachachaca era nuestro lugar de diversión, nuestra playa propia, al lado del puente Pachachaca y otra playa cerca al remolino, donde don Chechare tenía su astillero para fabricar un barco que lo llevara a Iquitos. En la playa fabricábamos castillos de arena, carreteras con curvas y desarrollos difíciles, allí es que mi padre me dijo, tú tienes que ser ingeniero, trazas muy bien las carreteras. Teníamos días de campo al borde del rio, bañarse era difícil pero divertido, lo único molesto eran los mosquitos amarillos que había por miles, que caían sobre nuestros visitantes sin ninguna contemplación, a los mas blanquiñosos les daba chapetonada.
En la puerta de la casa estaba nuestra GMC una camioneta de color blanco con capacidad para cargar 5,000. Libras de peso, que servía de movilidad a la familia, nuestro fundo estaba a 15 Km de la ciudad de Abancay, distancia que recorríamos en una hora, los lunes eran días difíciles, para mí, porque debía dejar San Toto para ir al Colegio.
Nuestro baño lo fabrico el alemán Barnikel, con ducha, inodoro y lavamanos. El agua era tibia porque provenía del retorno de la falca, era muy agradable bañarse allí. En la casa jugábamos con mi hermano Hugo unas guerras interminables entre los Zuylucus, que eran unas semillas esféricas de una saponina. En casa teníamos pilas rayovac a montones que servían de Tanques panzer, para el ejercito de tiros contra zuylucos, siempre ganaban los tiros, por tener más peso especifico, eran una especie de conquistadores, mientras los zuylucos eran los nativos, no pesaban nada y valían muy poco en cambio los tiros eran valiosísimos, entre ellos estaban los gemelos Téllez, el mariscal de campo Von Bismarck, el general Patón y muchos otros actores creados en la imaginación de los niños.
En la escuela interna teníamos como compañeros a todos los héroes de nuestra patria, como Bolívar, San Martin Alfonzo Ugarte, Miguel Grau, Francisco Bolognesi y otros más. En la casa había una hamaca, un chailón y seis perezosas, todos sin excepción preferían el chailon, era tan incomodo pero todos lo disputaban en las tardes de domingo cuando papa Juan escuchaba tan emocionado, las carreras de caballos desde una radio Philips, así como los partidos de futbol. Muchas noches escuchamos los juegos panamericanos donde destaco Changanaqui y Johnny Bello.
Una vez en el 67 llego Roberto con su camioneta nueva un Volkswagen, en el que llegamos de Santoto a Abancay en 15 minutos bajo reloj, ese fue un viaje fantástico, mas aun que según la imaginación y los planes de los viajeros, la familia podía ir al cine Nilo, desde la haciendo en solo 15 minutos, los planes nunca se cumplieron pero se quedaron en el recuerdo, y en las conversaciones diarias.
Chechare tenía una gallina de nombre Hortensia que ponía huevos de dos yemas, Freddy tenía un gallo llamado Espolón de color rojo, era un gallo amaestrado, que viajaba cada semana de Abancay a la Haciendo y viceversa, era muy querido y reconocido por toda la familia. Espolón murió de viejo luego de muchos años. En la hacienda también teníamos una vaca que sufría mucho había demasiados bichos y hacía calor, también teníamos un caballito bayo que mi papá lo hizo traer de Ahuanuque, para el uso diario. Había mucho murciélago.
Los que disfrutaban del lugar eran los mulos que comían toda la caña de azúcar, había 12 mulos para caña y 6 mulos más pequeños para traer leña, los mulos pequeños eran dóciles, los mulos grandes eran briosos, especialmente uno de color huaycho negro, que había venido de Tucumán, era un saldo de un lote de mulos que regularmente traía mi abuela Honorata para hacer sus negocios, allá por los años 40s. Los mulos eran amaestrados, todos viajaban solos desde la zafra hasta la casa hacienda que estaba adornada por su campanario y su gran rueda hidráulica, a la que yo bautice como rueda pelton. Era una maquina de 8 HP.
La casa tenía un corredor muy amplio y un comedor dentro de casa, así como una cocina afuera, en el segundo piso estaba un corredor similar al corredor del primer piso, el cuartito chico y el cuarto grande, había tres cuartos que nunca tuvieron piso, sobre el cuarto de herramientas.
En el dormitorio grande había una carabina 22 en la cabecera de la cama de mi papa así como una carabina de repetición en la otra esquina. Tuvimos la suerte de nunca disparar, salvo en los días de entrenamiento; todos aprendimos a manejar el arma desde muy niños.
Para el buen uso del carrizo o para comer frutas o caña, teníamos un cuchillo al cinto con su forro de cuero, que me acompañaba a todas partes, en un extremo tenía un cordel para que no se perdiera, hasta que lo preste a un hermano mayor, que perdió mi cuchillo, aun cuando tener un cuchillo era solo cuestión de pedirlo al maestro herrero quien en un santiamén y a golpes forjaba uno nuevo, el decía, busca acero y te hago un bonito cuchillo, para eso me quedaba en la fragua soplando y resoplando con el fuelle, hasta que saliera mi cuchillo nuevo, el maestro herrero debía hacer lampas, y picos a diario, no hacia hachas ni azuelas esas debíamos comprarlas fuera porque tenían otro temple. Los mejores picos se hacían de muelle de carro.
Una vez que vino a visitarnos mi tío Pedro. Lo hizo en compañía de Gustavo, su hijo menor, y para que nos divirtiéramos mi padre ordeno que nos prepararan unas escopetas de carrizo, que funcionaban con municiones de zuylucos, el resorte era de la misma caña de carrizo, tenía un alcance de tres metros y no hacían daño a las víctimas. (gallinas, patos, etc.)
También venia a la hacienda el compadre Barrios, con toda su familia, el trabajaba en el Banco de Crédito. Tenía una esposa, espesa, que se fijaba en todo, y no estaba contenta con nada, especialmente le molestaban los mosquitos, que no le dejaban comer su almuerzo, las benditas moscas se le metían por el ojo, la nariz y por cuanto orificio pudieran atacar, fue la primera vez que comprendí que es un saco largo, al que mas molestaba era al susodicho compadre. Sus hijos eran de mi edad solo recuerdo el Nombre de Lalo, no recuedo el nombre del menor que era el ahijado de mi papa.
La fiesta del bautizo fue fantástica, allí gritábamos el cebo padrino[5] el padrino que en este caso era mi papa lo repartió en cantidades extremas, Hugo era el coleccionista y mi héroe, tenia cientos de monedas de 10 centavos.
Un abrazo a todos.
POTAJES DE ABANCAY Década del 60.
sobre los potajes servidos en Abancay y lo primero fue la entrada, papa a la Abanquina, de lejos superior a la papa abanquina, que tenia queso estrujado con tenedor, mayonesa hecha en casa y algo de picante, con papas cosechadas ese mismo día, papa nativa de colores rojos, azules y yana suytus[6], así como con flor blanca.
Los aperitivos eran de cañazo, el cañasour[7], una variante difundida por nuestro querido papa Alfredo, luego estaba el Canadá dry con cañazo, algo excelente, batido de huevos con cañazo, y una chispita de canela, el vino Chianti[8] de Italia, el aceite Capri. Por los cientos de botellas que había en la casa del fondo me imagino que las celebraciones eran generosas.
Las fiestas del Rotary Club[9], con su dar de sí antes de pensar en sí. Las fiestas de navidad en el club Unión de la Plaza de armas donde don Alfredo se lucia con su tremenda familia, luego venia la fiesta de fin de año, con el clásico lechón[10] en el almuerzo, cine por la tarde. (A mí me encantaba aun cuando desde esa época me caía pesado) Una vez tuvieron que llevarme cargado de emergencia al hospital donde me atendió el Doctorcito Díaz, Guillermo Díaz que había estudiado en Medicina en Francia, y tenía gran amistad con Don Alfredo, la mama Pinita estaba cada navidad preparando los regalos para los niños pobres, en la prefectura de Abancay, ese día regalaban un pan dulce con chocolate.
En noviembre 1ero, comprábamos las huahuas y los caballos de la panadería de la Señora Zoraida que estaba en la esquina de la calle Cusco con Díaz Bárcenas, a dos cuadras de nuestra casita del Jr. Arequipa, 508. Frente al Banco de Crédito, Banco que me propuse asaltar de niño a los 4 años con la pistola que me regalo papa Noel.
Las sopas de Chairo estaban reservadas para días festivos o celebraciones de la Escuela Pre vocacional # 661, que era dirigido por el profesor Jesús Sierra China Cunca[11].
EL ají de gallina era de uso frecuente pero no del diario, las gallinas siempre fueron escasas, el caldo de gallina era más frecuente, era un caldito ligero, sin arroz ni papa era casi puro, se tomaba en una pequeña tasita acompañado de un ala, era una merienda de las 11 de la mañana, antes del almuerzo, era un bocadillo para abrir el apetito.
El pastel de choclo era de uso intensivo así como las humitas dulces y saladas, el mote y los choclos, éramos una cultura que consumía mucho maíz, el pastel de choclo y las humitas tenían la misma receta, las humitas eran envueltas en la panca del choclo, un plato pionero de la era ecológica porque su envase era biodegradable, y cocidas al vapor, mientras el pastel de choclo era cocida al horno. La elaboración era simple pero interesante, se molía 2 kilogramos de choclo desgranado semi seco, el choclo en la maquina moledora o en el batan de piedra, luego se mezclaba con 200 ml de aceite vegetal alguna vez usábamos manteca de cerdo, o 200 gramos de mantequilla, a mamá Pina no le gustaba la manteca y prefería el aceite vegetal, seis de huevos, 325 gramos de azúcar, una pisca de sal, sal, un poquito de cañazo, se ponía dos tipos de queso uno para el exterior, que era laminado y otro para el interior que eran trozos pequeños, para que se distribuyera por toda la masa. El pastel de choclo tenía una cobertura de queso laminado mas azúcar espolvoreada, que cuando salía del horno era crocante y sabroso. Las humitas también tenían rellenos diversos, desde queso pasas, aceituna, huevos según sea la ocasión, generalmente eran simples, las humitas más sabrosas eran las del día anterior, cuando se las soasaba sobre la plancha de la cocina, y se los consumía calientitos.
El postre era cosa delicada y de larga preparación, allí estaba la torta moca, que era una torta Carmen decorada con crema de café y mantequilla y azúcar impalpable así como podía ser de bizcochuelo, que era de almidón de papa también conocido como chuño ingles, desde los años 70 para adelante fuimos los principales fabricantes de Apurímac, la receta original del bizcochuelo es así, una cuchara de almidón, un huevo y una cuchara de azúcar, royal y cañazo. Se baten los huevos en punto nieve, se vierte el azúcar cuando está listo de vierte el almidón espolvoreando finamente, el almidón estaba previamente mezclado con el royal, se termina el proceso con una copita de cañazo, y de inmediato al horno caliente, la cocción dura 20 minutos, el molde debe ser de preferencia con hueco al centro.
Después venia el postre estrella, la carlota rusa, que era con yemas de huevo, colapez, leche, airampo, era de un proceder infinito, era un postre laborioso no muy frecuente, era obligatorio en el cumpleaños de Juanito. Los demás cumpleaños eran celebrados con una variante post moderna de la carlota rusa que consistía en leche gloria batida en punto nieve mezclada con gelatina royal con sabor a fresa o frambuesa, mas la respectiva gelatina en cajita que se preparaba leyendo estrictamente la receta.
Los flanes y budines de chocolate eran de rotación lenta, en cambio la manzana al horno era del diario, dada día preparaban manzana al horno, luego la leche azada, otro postre del diario así como la mazamorra morada con airampo, algunas noches se preparaba un pudin de leche fresca con maicena, que era una variante mejorada de la mazamorra de leche con harina en su versión popular, la mazamorra de leche tenia la cualidad de ser agradable en la noche, pero se consagraba al día siguiente, donde amanecía ya cuajada, en punto de gelatina, la misma que se comía dando vuelta al plato, parecía una gelatina de leche, era deliciosa contenía clavo y canela. También estaba el arroz con leche, postre que se servía bastante suelto, no tan espeso como el arroz con Leche Limeño.
Arroz a la cubana
A mi madre le encantaba el arroz a la cubana, plato que se convirtió en plato de bandera en nuestra casita de Abancay, era un postre hecho segundo, los plátanos fritos, con huevo y arroz, los plátanos hechos torreja con huevo y arroz, u sus mil variantes como el lomo a la americana, donde el ingrediente principal era el plátano.
En la mañanas, también se comía un calentadito[12], pero generalmente quaker americano de lata, y los días de viaje largo cuando mis hermanos partían para el Cusco a eso de las seis de la mañana se comía un bistec a la chorrillana con mucha cebolla y tomates, totalmente jugoso con carne suave de primera clase, acompañado de papas fritas separadas en el mismo plato, casi nunca le pusieron arroz.
Una vez mi querida tía Marina nos envió una docena de ranas en forma de charqui, que mi papá lo hacía preparar para mi, inter diario, mezcladas con caldo de gallina, eran una especie de tónico para fortificar a los niños, fue todo una jornada larga, cuyo sabor recuerdo aun. Era deliciosa.
La entrada de casi todos los días era de palta, con pan común del horno de la calle Junín, para beber teníamos siempre limonada con Limón de la Hacienda Santoto. En los cumpleaños siempre había gelatina, era obligatorio, con torta decorada, galletas hechas en la casa, moldeadas con una copita, y amasadas por los cumpleañeros, la mamá Pina, las muchachas y las tías mayores.
En Navidad preparábamos el nacimiento, e íbamos a la misa de gallo, no se acostumbraba cenar el 24, los regalos llegaban un día antes o después, la bicicleta, o triciclo con llantas inflables, el triciclo de Hugo que me quedo chico, el carrito a pilas y control remoto, el súper automóvil en miniatura Ford farlaine, con pilas para las luces, llantas de jebe y una volante que actuaba como motor, de esos juguetes el mas fantástico era el carrito a pilas que movía el timón y motor eléctrico, manejado por una especie de mando a distancia. En la navidad teníamos un almuerzo especial, con todos los hermanos que habían llegado del Cusco trayendo mandarinas y limas de Quilla bamba, eran frutos muy diferentes a los que había en la plaza (mercado) de Abancay, algunas veces trajeron manzanas de California.
También había frutos prohibidos, como en todo paraíso que se respete, estos eran: los higos, las uvas y de paso la chirimoya, que se suponía estaban contaminadas por la mosca, y producían la muscarina, con el tiempo se supo que era una hepatitis endémica de Abancay, producto de un sistema vetusto de agua potable que se mezclaba con el desagüe. También estaban prohibidos los chocolates. Esa fue la época que se enfermo don Hugo, el sabio, y su cinco por ocho igual cuarenta i uno. Que venía de una canción que se cruzaba con los estudios regulares de primaria, la canción decía, “cinco por ocho cuarenta, y contigo cuarenta y uno, pero a ti solita te quiero ay, ay, ay”.
Cada mañana invitaba a mi abuelo Leoncio una copita de cañazo para espantar al demonio, de cuatro dedos ralos, pero era solo una broma, el solía tomar un pequeño copetín muy temprano tal vez a las seis de la mañana, él nos visitaba de cuando en cuando trayéndonos sus duraznos abridores y los de color amarillo así como los deliciosos blanquillos, frutos que el había injertado y cultivaba en Jesús María, un fundito que tenia encima de Chaca puente, camino a Chalhuanca.
Mi abuelita mamá Hono nos acompaño hasta el 63, año que también murió Kennedy, el día que murió mi abuelita querida, todos lloraban, fui a verla y estaba en manos del doctor Alosilla el cardiólogo del Pueblo, quien decía, ya murió, ya murió, mi abuelita tenia los ojitos abiertos, sin parpadear, fue una imagen fuerte, el velatorio fue en la misma casa, a mi me mandaron deportado a casa de Etelvina.
Mi abuelo Guillermo nos acompaño hasta el 65, el Murió en el Cusco en Abril ese año estuvimos en Lima acompañando a Roberto quien había sido intervenido de apendicitis, en el hospital del Empleado del Seguro Social. Cuando llegamos a Lima, las prohibiciones de comer uvas se acabaron, en Lima comí cantidades de uvas blancas, las uvas Italia, higos en cantidades, las de color blanco así como las de color morado, también comí chocolates y de beber Inca Kola de sabor nacional, conocí el mar acompañado de mi hermana Viole, almorzamos en la herradura allí, ella me regalo una caparazón de caracol donde se escuchaba el rumor del mar, comimos cojinova frita con arroz y papas doradas, todos comimos el mismo potaje. Nos alojamos en casa de la Señora Sofía Viuda de Benavides en la Avenida Manco Capac en la Victoria. Allí tomábamos como desayuno un café con leche, un “extraño” pan llamado francés, y mantequilla vegetal, todo era nuevo para mí. También conocí la televisión en blanco y negro (1965).
A la vuelta en Abancaycito nos esperaba el Abuelito Guillermo que no podía hacer la pila estaba mal de la próstata, le acompañamos a al Cusco donde falleció en la sala de operaciones dos días después de mi cumpleaños. Esos días conocí la ciudad imperial con mi guía y cicerón Hugo, Juanito estaba en la "U" y se movilizaba en el ómnibus universitario hasta la ciudad universitaria de Perayoc.
one, two, three
Me tome algunas fotos con la cámara fotográfica que me regalo mi tío y padrino Darío Jerónimo, hermano de mi papa. Ese año conocí a doña Felicidad que tenía su tienda en la avenida Sol, allí estaban sus hijos que hablaban ingles. Ese día supe que existían más números y letras que el one, two, three, que repetía luego de oír las canciones de los Beatles. Mi hermano Hugo se quedo en Cusco y yo volvi para Abancaycito, en un taxi del señor Silva. Era un Chevrolet nuevo, había seis taxis en la plaza de armas del Cusco, que fueron patrocinados por el Municipio para atender a los turistas.
En Abancay la vida continuaba, inauguraron el nuevo camal frigorífico y mi papá traía carne con nuevos cortes, nosotros aprendimos a comer uno muy bueno era un corte del pecho del ternero, que se describe así, carne suave, con algo de grasa, cortada en trozos regulares, luego sancochado, se arrebozaba con huevo y se servía con arroz. No le puse nombre pero era buenísimo, este potaje se repetía de manera continua. En Abancay no preparábamos chicharrones por respeto a los vecinos y para que no se antojaran, este potaje estaba reservado para ser preparado en la hacienda,
Por aquellos días de los años 60 mi mamá estaba en la onda vegetariana, así que comíamos jugo de zanahoria a diario, unas veces con azúcar y otras veces con huevo, para eso íbamos adonde una señora que preparaba jugos en el mercado modelo, en una maquinita especial, hasta que mi papá compro la famosa maquinita national, desde ese día hasta que la maquina se acabo tomamos jugo de zanahoria a pasto, alguna vez mi mama me dio a tomar jugo de alfalfa, que no era tan rica, luego mejoramos la dieta y era endulzado con miel de abejas, lo que era mucho mejor que endulzado con azúcar. El problema con la alfalfa era que podía contener ccallo un parasito del hígado, por lo cual dejamos de tomar jugo de alfalfa.
El tallarín nicolini N. 42 con gallina, remplazo al tallarín hecho en casa. Cada día comíamos tallarín, a mi papá le gustaba comer así. Una sola idea. Si algo le gustaba, le daba duro al potaje. La ensalada de cebollitas rojas con tomate, era infaltable en la mesa aliñada con aceite de oliva que venía en una lata, papá era el encargado de picar nuevamente la cebolla la picaba finita también el rocoto. Desde que tenía cuatro años tomaba vivo Chianti, en los almuerzos con invitados, fue una gran decisión, nunca fui aficionado al alcohol.
EL caldo de cabeza de cordero era todo un ritual, mi papa personalmente repartía las partes de la cabeza según la preferencia de los comensales, a mi me gustaba la lengua, y la quijada, no me gustaba el ojo ni la nariz ni las orejas. También me gustaban los sesos, eran, deliciosos. Al día siguiente el banquete continuaba, se servía el caldo, con criadillas, las mismas que estaban reservadas para mí. Al sub siguiente día y cuatro días mas se servía un día por pierna y brazo, hasta agotar el stock, el mejor día era el que preparaban la sopa de columna de cordero con su chilina[13] blanca, era un rito comer la columna en una sopa deliciosa.
No comíamos cuyes aun cuando si los criábamos en Abancay. Si comíamos cachicurpas alternados por quesos de hacienda. No comíamos quinua, habas ni arvejas, pero yo veía que diariamente eran compradas en el mercado, me imagino que eran para el personal de la casa, que siempre era numeroso. El 69 la cosa cambio de manera radical, la hacienda ya no era nuestra y la reforma agraria cambio los patrones de consumo, fue una época de crisis para la familia, no teníamos servicio en casa, ya estábamos en pleno trasvase a Soras, que es historia aparte. El viaje del 66 con Alejito N. dos. El Viaje en camión de Soras a Puquio, el rencuentro con el pasado más lejano.
Un abrazo a todos luego del tercer reportaje culinario.[14]
MAS DE ABANCAYCITO
En Abancaycito cada navidad comíamos el famoso panetón MOTA de kilo y medio, que venía en cuatro presentaciones, de un kilo y medio, de un kilo, de tres cuartos y de medio kilo.
!Papa¡ decia H con voz casi temblorosa, ¿Cual compro?
El papá decía “no hay que comer cojudeces, compra el de kilo y medio hijo”. Hugo que era el especialista en compras, visitaba la tienda y traía el paneton gigante que disfrutábamos entre toda la familia.
Muchas veces comíamos una sopa verde con cordero, fideos canutos grandes y albaca, era una sopa contundente una especie de menestrón Abanquino. Para los entremeses teníamos galletas de soda en lata, las que comíamos de manera generosa, unas galletitas de mantequilla que venía en latas más pequeñas, las latas después servían de envasé para guardar tesoros, como fotografías, medallas del colegio que ganaban cada año mis hermanos mayores.
Los postres tenían manzanas de California, plátanos de Guayaquil y naranjas Huando, toda una hazaña por lo distante de Abancay de Lima, cuyo viaje duraba 48 horas. En las mañanas comíamos, nata fresca, queso fresco con miel de abejas, mantequilla de Carhuacahua, que traía regularmente Hugo, por encargo de su padrino Julio Velarde.
Alguna vez comíamos atajo picante, ensalada de berros, canchita de maíz chulpi, quesos de Puquio, quesos de Carhuacahua, quesos de Ahuanuque y cachipas compradas en el mercado. Los más agradables eran los quesos de Carhuacahua, porque no eran tan ácidos, luego los quesos duros de Puquio que entraban dentro del mote o soasados sobre la plancha de la cocina, que obligaba a comer charqui de vacuno, el charqui es carne seca salada y helada, generalmente preparada en invierno. También había charqui de oveja que era de color blanco, no muy popular y el charqui de llama para el personal de servicio. La leche gloria batida, era acompañada por una porción generosa de papaya picada, pero el postre tradicional de la familia era el durazno al jugo en su versión importada, que venía en latas desde Chile, y la versión nacional que se preparaba en casa cociendo duraznos nativos con agua, canela y clavo.
La broma clásica de mis abuelos era: Freddy, te busca.
Quien abuelito. Este Chuto.
Les deseo feliz año nuevo 2009. Hoy es 31.12.2008.
CARTA DE CESAR SOBRE LA COCINA DE AUQUIBAMBA
Don Alfredo:
Para que esa inspiración culinaria esté completa se debe incorporar la cocina de Auquibamba. Para empezar en Auquibamba la voz cantante en este tema la llevaba Honorata Hernández, toda una institución. Ella dirigía y la mano hechicera está a cargo de doña Susana y su legión de seis o siete ayudantes. La cocina estaba instalada a un extrema del patio interior y rodeado de instalaciones donde se criaba los animales que serían el ingrediente principal de las comidas. En esos corrales techados había diversos tipos de gallinas que estaban encargadas de proveer excelentes huevos, pollos de crianza y por último ellas mismas se sacrificaban con tal de que la mesa este bien servida.
Había también abundancia de patos, pavos, gansos y cuyes. Al extremo derecho estaban los hornos, uno pequeño para el diario y uno grande para las grandes fiestas y comilonas oficiales. Un misterio para mí era que el corral de carneros y cabras siempre era numeroso a pesar de que la casa consumía gran cantidad de estos animales no solo entregando muchos animales al personal de trabajo, sino que era muy regular entregar animales a toda la parentela y amigos que llegaban a la hacienda. Un día descubrí que de una gran tropa de ovinos se iba sacando uno de cada diez animales. Era el famoso rodeo y la cobranza del herbaje, costumbre ancestral que se practicaba en los años 50 y hasta los 60. Luego esa tropilla era enviada a la estancia de la puna donde había abundantes patos para esos animales. Desde allí cada semana eran enviados los animales para la atención de la haciendo. Lo mismo ocurría con otros animales como los porcinos, los caprinos, y sobre todo con los vacunos. Develado el misterio ahora podemos seguir con el asunto culinario, ya seguros de que la provisión de carnes nunca se acabaría.
Con las gallinas se hacían excelentes potajes ya descritos muy bien por Alfredo. Los pavos eran material que se usaba solo dos o tres veces al año, ya que el encargado no podía descubrir la mejor forma de criarlos y de cada camada solo se salvan dos o tres pavipollos, lo que restringía la provisión. En cambio los porcinos, que tenían sus corrales especiales igual que las ovejas y cabras, si se reproducían con regularidad, lo que aseguraba esos excelentes lechones y Chicharrones que recuerda Alfredo, pero los ricos porcinos también tenían otros usos, principalmente se preparaban los adobos, los churrascos de pierna y los embutidos. Estos últimos solo se preparaban cuando nos visitaban los mecánicos alemanes, cuya costumbre era llegar a arreglar los molinos de caña acompañados por toda su familia. En esos casos se preparaba toda clase de embutidos y las señoras alemanas nos enseñaros que del cerdo no se desperdiciaba absolutamente nada. De la cabeza preparaban una excelente queso de chancho que en los desayunos era una maravilla servirlos calientitos y el jugosas rodajas. Y qué decir del relleno que se preparaba con la sangrecita del animal y eran como salchichas negras condimentadas con perejil ajo, cebolla y otras yerbas.
Pasemos a patos. De este animal solo recuerdo un arroz con pato de excelente factura, el mismo que si debía ser supervisado muy de cerca por mamá Honorata, que tenía la receta de las dos versiones de pato con arroz. Una era con arroz seco, verde y con grandes presas. la otra versión era casi la misma receta pero se servía en plato hondo y era muy semejante a una sopa espesa. Ambas versiones eran muy buenas y de grata recordación.
De los cabritos. Lo principal era cabrito tierno al horno. Este era seleccionado por el mismo don Alfredo generalmente escogía dos animales que no estuvieran flacos, pero tampoco muy gordos. Los hacía capar unas dos semanas antes de la festividad. Aquí la mano la ponía doña Susana. Los condimentaba con yerbas de la huerta que ella misma supervisaba con dedicación y las hacía macerar con ellas toda la noche. A la mañana siguiente los animales iban al horno acompañados de grandes fuentes de yucas. Era un palto espectacular, que se repetía con mucha frecuencia porque los amigos de Abancay lo solicitaban con gran insistencia. También hemos comido algunos estofados de cabrito de gran factura, pero éstos sobre todo en las comidas familiares diarias.
Con los porcinos ya dijimos casi todo, solo faltaría agregar el lechón, que era preparado con mucha ceremonia, para que su carne estuviera blanda y suave en la noche anterior el lechón ya listo era colgado de una pierna y flagelado durante varias horas por varios muchachos a los que de vez en cuando había que animar con un vaso de aguardiente para que recobrara las fuerzas y pudiera seguir con el fuete ablandador.
La lista de platos era interminable, solo quiero recordar los principales. Las sopas que preparaba, Ña Susana en Auquibamba eran memorables. Destacaba entre ellas la sopa de menestrón. Esta era una sopa memorable. Desde temprano hervía la carne de carnero muy bien escogida, sobre todo la parte de la columna que era cortada con cuidado en cada vértebra. Luego se introducía las hiervas aromática donde reinaba y sobresalía la albahaca, terminando con las sabrosas papas recién cosechadas y los fideos canuto.
Otras sopas muy recordadas es la sopa de carnero, la sopa de calabaza, la de trigo en caldo de carne y la crema de maíz ya sea en caldo de carne o con queso y yerbas.
Hay mucho más que relatar sobre Auquibamba que en su tiempo era como la sucursal del paraíso, porque proveía casi todo lo necesario para una cocina de gran factura. Si es necesario buscaremos otro momento y una conversación con los mayores para completar este capítulo.
Lima 02 de Enero del 2009
Un abrazo para todos
César Vásquez
El 30 de diciembre de 2008 12:58, Alfredo Vásquez escribió:
Teléfono (511) 999 263 408
Lima Peru
[1] Ahuanuque es un paraje real que está a 2,400 msnm, con clima templado, especial para la crianza de ganado vacuno, es un piso ecológico primaveral los 12 meses del año.
[2] Mamá Hono, era doña Honorta Hernández Osorio, dama notable de Pampachiri, hija de don Pedro Pablo Hernández y doña, Hipólita Osorio, fue hija única. Estudio en el Colegio Educandas del Cusco, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, negociaba con panes, tenía un campo de trigo en Aymaraes y transportaba a lomo de mula más de 150 kilómetros hasta el molino de Talavera, de allí una vez procesada la harina volvía con su preciosa carga a Pampachiri donde elaboraba el pan durante todo el año, para el transporte compraba mulas por piaras en Tucumán Argentina. Era casada con Don Leoncio Espinoza Cancho, Natural de Toraya, quien también estudio en Cusco, en el campo de los curas Salesianos de Yucay Urubamba, a inicios del siglo XX, allí aprendió horticultura, fotografía, injerto de frutales, hacer sellos, y leer el periódico el Comercio como una fuente de cultura y actualidad.
[3] Las asnapas, son las finas yerbas aromáticas de la región que le dan sabor y color a las comidas, estaban el paico, el romero, el perejil, la hierba buena, la hierba luisa, el berros, etc. Se cogían a discreción y la cocinera escogía la requerida para el potaje.
[4] El upi, es el jugo de caña, hervido, dentro del proceso para obtener cañazo, o alcohol de caña.
[5] Cebo padrino, era el grito de todos los niños después de cada bautizo, el padrino hacia gala, de ser un hombre rico y arrojaba monedas a todos los asistentes al bautizo.
[6] Las papas yana suytu, son papas ovaladas y alargadas, con cascara oscura generalmente de color azul.
[7] El Cañasour, es una variante del piscosour, la bebida de tradición nacional en Perú, el Cañasour, tiene el sabor regional, con sus variantes llamadas chancaquichachi, o en castellano facilitador de las relaciones sociales.
[8] El Chianti (pronúnciese Kianti) es uno de los vinos tintos italianos más prestigiados y conocidos en el mundo. Históricamente se produce en tres aldeas en la provincia de Siena: Radda in Chianti, Castellina in Chianti y Gaiole in Chianti situadas en las Colinas del Chianti.
[9] Los miembros de un club rotario son conocidos como rotarios y son profesionales o líderes de empresas, quienes (desde el punto de vista de esta organización) "proporcionan servicio humanitario, alientan altos estándares de ética en todas las vocaciones y ayudan a crear buena voluntad y paz en el mundo".
[10]
[11] “China cunca” es un sobrenombre vinculado a su voz delgada, también hacía referencia a lo delgado y largo que era su cuello.
[12] Un calentado, era la comida del día anterior que se servía en porciones diminutas en la mañana del día siguiente, siempre fueron sabrosas, hasta que llego un medico amigo de la familia y los prohibió, por ser un producto oxidado.
[13] Chilina, es el nombre quechua de medula.
[14] La próxima entrega es la comida de Cusco, con sus restaurants internacionales que compartíamos con los turistas
Este cuento es la recopilación de varias cartas escritas por el autor a sus hermanos, ahora se los presenta en un solo documento corrido pero guarda la misma estructura original.
Se le ha recreado con fotos que no necesariamente corresponden a los paisajes típicos ni fotos de la época, lo que se quiere es simplemente que el autor disfrute de la comida y si es posible la imagine y la saboreé mentalmente.
POTAJES DE AHUANUQUE[1]
El día de hoy 29 de diciembre de 2008, fui a visitar a mi querida mamá Agripina, con quien me puse a conversar sobre los potajes que nos brindaba mientras era niño.
Le comencé a narrar los potajes de la hacienda Ahuanuque allí había:
Cuajada que era una leche cortada para hacer queso, se servía con azúcar rubia, se le degustaba, cada mañana una hora después del ordeño, el mismo que se iniciaba a las 7 de la mañana, tomar cuajada, era toda una ceremonia, se servía en vasos de cerveza, adaptados para beber cuajada, eran de cristal de forma muy esbelta, eran vasos con la base gruesa, toda la leche era cuajada para caer el queso de la hacienda, una parte de el era derivada a los jóvenes que esperaban ansiosos, la dotación, tal era la cantidad de cuajada que muchos de mis hermanos tomaban doble ración, para comerlo había que tener una cucharilla muy larga, con la que se iba separando la parte solida de la liquida, suero. Todos disfrutaban de esta faena diaria, los perros esperaban el suero, los jóvenes la cuajada y el personal de la casa el queso fresco para seguir haciendo su trabajo.
Luego hablamos de la calabaza horneada, rellena de chancaca, la que se cocinaba a fuego lento durante toda la noche, era tan buena la pulpa como la Pepa negra que contenía una almendra de buen sabor. La calabaza era verde por fuera de pulpa blanca y semillas negras, externamente parecía una sandia, era ovalada, para vaciarle la chancaca se le hacia una pequeña incisión en forma cuadrada tronco cónica con la ayuda de un cuchillo, por allí se podía poner también azúcar rubia, o un pedazo de chancaca, se la horneaba con cascara, al dia siguiente se partía la cascara y quedaba dentro un postre delicioso de color acaramelado con textura por las fibras de la calabaza, se servía en platitos de postre, se podía agregar más miel o mas azúcar al gusto, generalmente ya venía con la proporción exacta, muchas veces se le agregaba una porción de clavo de olor y canela antes de cocinar..
Estábamos imaginando cuando se presento el rey de los postres andinos, el manjar blanco que elaboraba mi querida abuelita mamá Hono[2], con una paciencia infinita, en vista que debía hacerse a fuego lentísimo para evitar que se quemara así como para que evaporara toda el agua posible y tomara punto. Ella misma escogía la leña, los palitos secos, ningún leño que diera fragancia o estuviere verde porque hacia humo o podía transmitir olor a la leche, lavaban bien el perol de cobre donde entraban 15 litros de leche, lavaban un gran cucharon de palo, que solo servía para el manjar blanco, no podía tener ningún otro uso culinario porque se contaminaba, ese cucharon estaba en la despensa al lado del comedor, colgado de la pared. La leche era parcialmente descremada, filtrada, luego pasaba a la fase de producción, allí en una hornilla especial en la cocina a leña empezaba, lentamente, evitando que el fuego calentara la lecha en demasía y provocara un rebalse generalizado, se usaba leche de vaca, azúcar blanca, en proporción cuatro a uno, cuatro tazas de leche una taza de de azúcar, canela y clavo de olor, todos los ingredientes juntos empezaban a ser calentados y la abuela con su huislla (cucharon de palo), dando vueltas y vueltas en el sentido de las manijas del reloj, evitando se calentara demasiado el preparado, bajando el fuego, pidiendo más leña, hurgando el fuego, un proceso de cuatro horas de duración, a la segunda hora había ya un manjar blanco en los bordes del perol, que la abuela repartía en cucharitas a los que merodeábamos cerca de allí, usábamos las cucharillas como si fueran paletas de helados, catando el sabor, dando más vueltas hasta que nos dieran otra cucharadita, y luego a jugar, antes de comer se hacía enfriar por razones de palatabilidad así como por razones digestivas, comer manjar caliente era estar mal del estomago de inmediato. El palo se movía lentamente casi una vuelta en 10 segundos, había que tener paciencia durante las cuatro horas.
El japchi de queso.- De la cuajada se preparaba un queso fresco, muy bueno, de ese queso fresco y con ayuda de un tenedor se elaboraba un ccapchi o japchi de queso con algunas yerbas de color verde conocidas como asnapas[3], y o un poco de rabillo de cebollita china, y perejil para darle sabor, se combinaba con un poco de sal y papas cocidas recién cosechadas de la huerta ese mismo día. Era una entrada de primera clase, las raciones eran abundantes, las papas pequeñas, parecían una especie de papas tipo cóctel, eran bocadillos exquisitos.
La torta Carmen con medio kilo de mantequilla, dos tazas de harina de trigo sin preparar, 6 huevos, azúcar, polvo de hornear, y un horno caliente, la preparación era muy sencilla ya que se mezclaba el royal con la harina, la mantequilla con el azúcar y luego los huevos, para luego hacer una sola mezcla, se cocinaba a fuego fuerte, durante una hora.
El mote de maíz, consistía en sancochar maíz amartillo duro de tamaño intermedio, los granos pequeños se escogían para los pollos, era un potaje de primera se comía a diario con queso elaborado en la misma casa hacienda, en los meses de enero a marzo también había en la meza los deliciosos choclos, el mote muchas veces era acompañado por haba sancochada, que se le conocía como puspu.
La fruta de la hacienda era, manzana, pera y tumbo, que servía para hacer refresco, las naranjas eran muy populares, pero no se producía en la hacienda, así que había que traerlas de la hacienda vecina, Auquibamba. Recuerdo los duraznos solo porque lo contaba mi mama, ella decía que alguna vez hubo abundancia de ellos en forma de blanquillos y corrientes pero que habían enfermado de tristeza. ( en los 60s se presento un hongo que ataco muchos frutales de la zona)
De juegos recordé el tiro al blanco con la carabina de viento y la carabina 22, del juego de apaches y vaqueros recuerdo a mis hermanos mayores, todos atrincherados en la puerta de la casa de maquinas peleando una colina; del cuartito chico donde despachaba mi querido papa Alfredo recuerdo el color caqui, de los cascos, y de los muebles, así como el color purpura de la tinta para el uso de tampones con los que se sellaba las ordenes de la hacienda, allí mismo había una colección de fusiles, escopetas, carabinas, era toda una colección de la época de ñangue. Tenía sus cajas de balas, hasta había una Winchester de repetición del siglo XIX.
Los juegos de tenis que la mamá Pina fomentaba, se realizaban en el patio central de la casa hacienda, frente a una de capillita, el patio daba por el otro lado al comedor, en el lado frente a la capilla estaba la oficina de la hacienda, y el otro lado daba al corral de vacas. EL patio tenía una puerta principal al lado de la capilla con hojas muy grandes, que permitían que se pudiera ingresar a la casa montado sobre los caballos, el patio servía de lugar de carga, allí se ensillaban los caballos y allí llegaba la carga de Abancay. El patio tenía una puerta al corral, pero que no estaba en servicio, solo transitaban por allí personas, luego estaba la puerta que daba al patio interior donde estaban las gallinas, y demás aves de corral, así como a la cocina, los baños, y el cuarto de monturas.
Fuera de la casa estaba la casa de maquinas que tenía una central eléctrica Pelton, era la casa de fuerza eléctrica, para mover el molino de caña, nunca la vi trabajar, esa fecha había ya algunos cambios en el clima, que produjeron plagas como la del quicuyo una planta rastrera que cubría todo un piso ecológico matando a otras plantas nativas, así como se presento una plaga de piriplasmosios, que diezmo el ganado vacuno, se sabía que también hubo plaga de langostas en los valles más profundos, en los humanos que habitaban Abancay hubo una epidemia de Hepatitis.
En el corral de vacas, destacaban los toros, el toro mocho y el toro con cachos, uno se llamaba Pepe y el otro se llamaba Pepe Lucho. Las vacas eran de color blanco y negro del típico color de las vacas de raza Holstein, el toro mocho era blanquinegro y el astado era de color negro chillo.
Comíamos mantequilla de la hacienda Carhuacahua de propiedad de los compadres Velarde, con don Julio a la cabeza, Héctor y Amílcar así como su mama la comadre María. De las chicas recuerdo que se llamaban Nilda, Olga, Nora y alguien más que no recuerdo.
En la casa Vivian mis hermanos mayores, papá Juan, Violetita Miss Ahuanuque, Chechare, y don Hugo el sabio. Había un conejito a cuerda, aparatos para ver fotos usando el truco de la estereoscopia, se vean las imágenes de manera tridimensional, un trompo nuevo y un trompo viejo que bailaba haciendo música luego que se le daba cuerda.
Un juego que me heredaron mis hermanos mayores era el rompecabezas tridimensional, para armar castillos, que sirvió de base para mi formación matemática.
Los relojes de mi hermano Juan así como los de mi papa eran cronómetros de uno era de oro y el otro de acero. El cuento consistía que por ellos se podía ver televisión.
La casa tenía muchos perros uno era Sultán que era hijo de Danny y de Marquesa, Duquesa que era la otra perra dio a luz a los perros ovejeros, cabreros, chancheros, caballeros y vaqueros, todos los perros se criaban con el propósito de cuidar los activos de la hacienda incluido la huerta, que era tarea de Sultán, también estaba Rin tintín, que era un pastor belga, la tahuañahui de Violetita,
Los caballos eran una herramienta de trabajo importante, el fundo estaba a 5 kilómetros de la carretera, y debía viajarse a caballo dicho tramo, desde la casa hacienda que estaba en un clima, templado, hasta la punta de carretera llamado Alfapata, lugar más bajo, donde abundaban los mosquitos, el viaje duraba una hora a paso lento, el caballo huaycho blanco era de de papa Alfredo, era un caballo maduro de 10 años de edad de paso llano, de tamaño grande, capaz de soportar los 100 kilogramos de peso de mi papa así como de su alforja, y muchas veces yo lo acompañaba en la monta, hasta que el caballo espanto y casi nos bota a los dos, ese día dijo, prefiero que tu vivas hijo tu iras cargado por uno de los peones, esa fecha tenía tres años, al año siguiente cuando cumplí los cuatro años ya montaba a caballo, me amarraban con una sobrecincha, para ese propósito estaba el caballo mas manso de la manada de nombre Pacho, el alazán de mama Pina, era un caballo de paso peruano, muy fino de calidad que lo compro especialmente para que pudiera llevar a mi mamá, luego estaba el Saíno de papa Juan, el Cruzado de Chechar, el Negro de Juan, no recuerdo haberlos visto pero me hablaron del Overo, del burro de paso. La caballería, estaba saliendo de la casa por el portón, allí había unos 20 caballos de diversa edad, finos y chuscos, esperando sus tareas, cargar, transportar a los jefes o la familia, en el patio interior había un cuarto de monturas donde destacaba la montura Huancavelicana de Don Alfredo, la montura de lado de las antiguas dueñas de la hacienda, la montura de Cesar que era diferente, las monturas de Juan y Hugo que eran gemelas, la montura del caballo de mama Pina era totalmente liviana, había riendas tejidas y con incrustaciones de plata así como aperos sencillos, los frenos resonaban cuando uno cargaba el apero, y las espuelas roncadoras no dejaban de sonar en todo el viaje, avisando a toda la comitiva cual era el paso, así como a los que vinieran en el otro sentido que había una caravana en camino.
El pequeño cuarto de monturas estaba a cargo de Don León Navarro, mandón de la Hacienda, allí estaban los tapaojos, los frenos, las bridas, los estribos, las cinchas, las baticolas, las caronas, así como las caronas de suela, el olor a caballo transpirado, era característico del cuartito, allí también estaban las rasquetas, los cepillos, las tijeras para atusar a los caballos así como los herrajes, los clavos, las escofinas, los cuchillos, los martillos, las tenazas, el aceite quemado para curar las heridas de los caballos.
EN el patio de arriba estaban el cuarto de las gallinas, allí dormían, y ponían huevos, las gallinas ponedoras seria por lo menos 30, las que ponían entre 14 a 15 huevos diarios, que servían para la reproducción así como para la despensa. El cuarto de las gallinas tenia trampas en cada entrada a los nidos para que al entrar la gallina, no entrase ninguno de los perros, y se comiera la producción, una vez que la gallina ponía un huevo, esta se ponía a cacarear, le seguían los gallos, señal que servía para liberarla de su nido, se sacaba el huevo y se colocaba otra vez la trampa.
Los gansos, los patos, y los pavos compartían el patio de las aves de corral, al centro del patio corría un arroyo de agua, que tenía una hoja de cabuya que servía para cambiar el curso de agua a la manera de una pileta pública, allí tomaban agua todos los seres vivos del patio de arriba, incluido los humanos.
El baño con cuatro inodoros, una proeza de ingeniería sanitaria, una tasa para cada culo, la más grande para el papa, la mediana para la juventud y la más pequeña para mí. Nunca supe quien usaba la tasa número tres, la mediana chica, estimo que era para niños de 8 a 10 años.
Mañana, les contare la comida de Santo Tomas, con sus paltas, mangos, limones, cañazo, pan común, fideos, cabrito con yuca, sopa de papa lisas, batido de huevo y naranja, gallina en ají de gallina con papas, tallarín con queso al horno, almidón de yuca con colorante vegetal y en los mejores momentos con airampo. Tallarines hechos en casa, picarones fritos por la tía Indalecia, upé calientito, filtrado y con limón, papas en huatia, sopa de chochoca, sopa de lisas, sarapela, papa tojo, chicharrón de cerdo, truchas del rio Pachachaca, un pez barbado bagre, que no recuerdo su nombre científico, ni andino, solo sé que era barbado. Tal vez pez gato o bagre, Venado cazado por el compadre Nemesio Gutiérrez, y sobre todo los dos postres de la casa: la tuna, y la caña de azúcar masticada por unas muelas humanas poderosas. Zanahorias de Roberto y lechugas, papayas, zacha tomate y otras delicias de la casa.
Un abrazo a cada uno de ustedes
SANTO TOMAS BEVERANGE
Como les decía ayer, les contare sobre la comida de Santo Tomas, con sus mini paltas negras, los súper mangos rojos que eran muy escasos en la huerta de la loma, los mangos criollos que brotaban a montones, limones amarillos y ácidos tal vez limones sutil, cañazo cosechado en las pampas de santoto y en las laderas; de caña india y caña mestiza, pan carioca comprado en la panadería de la señora Zoraida, y pan común del horno de la calle Junín, a fideos tubino y cabello de ángel, cabrito asado al horno con yuca, pierna de cordero al horno en yerbas verdes, que mi papa solía cortar personalmente y repartir las raciones en la meza según los gustos de cada uno, sopa de papa lisas, chupe de sarapela, por las mañanas batido de huevo con naranja, en los almuerzos ají de gallina con papas sin arroz, tallarín al horno cubierto de quesos crocantes, por las tardes noches almidón de yuca con colorante vegetal y en los mejores momentos coloreados con airampo.
Los días que nos visitaba la tía Inda, tallarines hechos en casa, picarones amasados y fritos por la tía Indalecia, cubiertos de miel de caña, upi[4] calientito, filtrado y con limón, en las noches que se quemaba la cosecha de la caña se preparaban papas en huatia, las mismas que eran cocidas bajo los carbones que quedaban calientes luego de haber quemado los campos de caña, mi sopa preferida era el Chupe de chochoca, preparado a base de maíz hervido, secado y helado en las noches mas frias del invierno de la sierra, generalmente no se compraba, esperábamos la encomienda que enviaba mi abuela paterna Doña Leocadia desde su residencia en Puquio, en encomiendas empaquetadas en bolsitas que simulaban costales en miniatura, la sopa preferida por la familia era papa tojo, que consistía en escoger las papas más grandes que un pucho, hacerles una caverna e insertarles un relleno de carne guisa, con un poco de pasas, huevos duros, zanahorias y un aderezo de color rojizo, en los días festivos y especiales mi papa Alfredo preparaba chicharrón de cerdo, en un perol de cobre, para esto previamente había cortado de manera cuidadosa cada pedazo de carne usando sus cuchillos bien afilados, en la casa hacienda había gente de apoyo aficionada a la pesca quienes traían las famosas truchas del rio Pachachaca, en los días de avenida con gran caudal en el rio luego de alguna lluvia copiosa en las alturas de Chalhuanca, comíamos un pez barbado que no recuerdo su nombre científico, ni andino, solo sé que era barbado, que era grasosos, pero no era la chalhua, era otro, tal vez pez gato. Algunos pensaban que era un bagre.
Algunas veces pero no con mucha frecuencia probamos venado con un encebollado y tomatada al estilo de Chorrillos, con bastante jugo, estos animalitos eran cazados por el compadre Nemesio Gutiérrez. Teníamos dos perros galgos Dani y Diana, nietos del gran Dani de Auquibamba y los frutos mas difíciles de consumir fueron la tuna y la caña de azúcar que se consumían con el debido cuidado, por los abrojos, la cascara dura y el proceso de ingesta dificultoso, pero siempre bien recompensado por lo agradable del sabor, pelar con cuidado, era la consiga; allí en la hacienda fortalecíamos nuestros molares masticando cual molinos humanos las dulces cañas de azúcar.
También disfrutamos de las zanahorias de Roberto, quien para elaborar su tesis de ingeniero sembró una parcela de zanahorias, en nuestra huerta había lechugas, papayas, zacha tomate, paltos, limoneros, manos, plátanos perita y plátanos comunes, yuca, camote, betarraga y algo más que no recuerdo. Casi todos los domingos teníamos visitantes, que hacíamos recorrer las instalaciones del molino, los toneles de chicha en fermentación, la falca y de todas maneras se hacía degustar un poco de cañazo de cabeza. Los que siempre estaban los días de semana era el conto metrista, que estaba cual policía de investigaciones, auscultando la producción del día a día, nosotros lo veíamos como a un zángano, no producía pero si comía.
El rio Pachachaca era nuestro lugar de diversión, nuestra playa propia, al lado del puente Pachachaca y otra playa cerca al remolino, donde don Chechare tenía su astillero para fabricar un barco que lo llevara a Iquitos. En la playa fabricábamos castillos de arena, carreteras con curvas y desarrollos difíciles, allí es que mi padre me dijo, tú tienes que ser ingeniero, trazas muy bien las carreteras. Teníamos días de campo al borde del rio, bañarse era difícil pero divertido, lo único molesto eran los mosquitos amarillos que había por miles, que caían sobre nuestros visitantes sin ninguna contemplación, a los mas blanquiñosos les daba chapetonada.
En la puerta de la casa estaba nuestra GMC una camioneta de color blanco con capacidad para cargar 5,000. Libras de peso, que servía de movilidad a la familia, nuestro fundo estaba a 15 Km de la ciudad de Abancay, distancia que recorríamos en una hora, los lunes eran días difíciles, para mí, porque debía dejar San Toto para ir al Colegio.
Nuestro baño lo fabrico el alemán Barnikel, con ducha, inodoro y lavamanos. El agua era tibia porque provenía del retorno de la falca, era muy agradable bañarse allí. En la casa jugábamos con mi hermano Hugo unas guerras interminables entre los Zuylucus, que eran unas semillas esféricas de una saponina. En casa teníamos pilas rayovac a montones que servían de Tanques panzer, para el ejercito de tiros contra zuylucos, siempre ganaban los tiros, por tener más peso especifico, eran una especie de conquistadores, mientras los zuylucos eran los nativos, no pesaban nada y valían muy poco en cambio los tiros eran valiosísimos, entre ellos estaban los gemelos Téllez, el mariscal de campo Von Bismarck, el general Patón y muchos otros actores creados en la imaginación de los niños.
En la escuela interna teníamos como compañeros a todos los héroes de nuestra patria, como Bolívar, San Martin Alfonzo Ugarte, Miguel Grau, Francisco Bolognesi y otros más. En la casa había una hamaca, un chailón y seis perezosas, todos sin excepción preferían el chailon, era tan incomodo pero todos lo disputaban en las tardes de domingo cuando papa Juan escuchaba tan emocionado, las carreras de caballos desde una radio Philips, así como los partidos de futbol. Muchas noches escuchamos los juegos panamericanos donde destaco Changanaqui y Johnny Bello.
Una vez en el 67 llego Roberto con su camioneta nueva un Volkswagen, en el que llegamos de Santoto a Abancay en 15 minutos bajo reloj, ese fue un viaje fantástico, mas aun que según la imaginación y los planes de los viajeros, la familia podía ir al cine Nilo, desde la haciendo en solo 15 minutos, los planes nunca se cumplieron pero se quedaron en el recuerdo, y en las conversaciones diarias.
Chechare tenía una gallina de nombre Hortensia que ponía huevos de dos yemas, Freddy tenía un gallo llamado Espolón de color rojo, era un gallo amaestrado, que viajaba cada semana de Abancay a la Haciendo y viceversa, era muy querido y reconocido por toda la familia. Espolón murió de viejo luego de muchos años. En la hacienda también teníamos una vaca que sufría mucho había demasiados bichos y hacía calor, también teníamos un caballito bayo que mi papá lo hizo traer de Ahuanuque, para el uso diario. Había mucho murciélago.
Los que disfrutaban del lugar eran los mulos que comían toda la caña de azúcar, había 12 mulos para caña y 6 mulos más pequeños para traer leña, los mulos pequeños eran dóciles, los mulos grandes eran briosos, especialmente uno de color huaycho negro, que había venido de Tucumán, era un saldo de un lote de mulos que regularmente traía mi abuela Honorata para hacer sus negocios, allá por los años 40s. Los mulos eran amaestrados, todos viajaban solos desde la zafra hasta la casa hacienda que estaba adornada por su campanario y su gran rueda hidráulica, a la que yo bautice como rueda pelton. Era una maquina de 8 HP.
La casa tenía un corredor muy amplio y un comedor dentro de casa, así como una cocina afuera, en el segundo piso estaba un corredor similar al corredor del primer piso, el cuartito chico y el cuarto grande, había tres cuartos que nunca tuvieron piso, sobre el cuarto de herramientas.
En el dormitorio grande había una carabina 22 en la cabecera de la cama de mi papa así como una carabina de repetición en la otra esquina. Tuvimos la suerte de nunca disparar, salvo en los días de entrenamiento; todos aprendimos a manejar el arma desde muy niños.
Para el buen uso del carrizo o para comer frutas o caña, teníamos un cuchillo al cinto con su forro de cuero, que me acompañaba a todas partes, en un extremo tenía un cordel para que no se perdiera, hasta que lo preste a un hermano mayor, que perdió mi cuchillo, aun cuando tener un cuchillo era solo cuestión de pedirlo al maestro herrero quien en un santiamén y a golpes forjaba uno nuevo, el decía, busca acero y te hago un bonito cuchillo, para eso me quedaba en la fragua soplando y resoplando con el fuelle, hasta que saliera mi cuchillo nuevo, el maestro herrero debía hacer lampas, y picos a diario, no hacia hachas ni azuelas esas debíamos comprarlas fuera porque tenían otro temple. Los mejores picos se hacían de muelle de carro.
Una vez que vino a visitarnos mi tío Pedro. Lo hizo en compañía de Gustavo, su hijo menor, y para que nos divirtiéramos mi padre ordeno que nos prepararan unas escopetas de carrizo, que funcionaban con municiones de zuylucos, el resorte era de la misma caña de carrizo, tenía un alcance de tres metros y no hacían daño a las víctimas. (gallinas, patos, etc.)
También venia a la hacienda el compadre Barrios, con toda su familia, el trabajaba en el Banco de Crédito. Tenía una esposa, espesa, que se fijaba en todo, y no estaba contenta con nada, especialmente le molestaban los mosquitos, que no le dejaban comer su almuerzo, las benditas moscas se le metían por el ojo, la nariz y por cuanto orificio pudieran atacar, fue la primera vez que comprendí que es un saco largo, al que mas molestaba era al susodicho compadre. Sus hijos eran de mi edad solo recuerdo el Nombre de Lalo, no recuedo el nombre del menor que era el ahijado de mi papa.
La fiesta del bautizo fue fantástica, allí gritábamos el cebo padrino[5] el padrino que en este caso era mi papa lo repartió en cantidades extremas, Hugo era el coleccionista y mi héroe, tenia cientos de monedas de 10 centavos.
Un abrazo a todos.
POTAJES DE ABANCAY Década del 60.
sobre los potajes servidos en Abancay y lo primero fue la entrada, papa a la Abanquina, de lejos superior a la papa abanquina, que tenia queso estrujado con tenedor, mayonesa hecha en casa y algo de picante, con papas cosechadas ese mismo día, papa nativa de colores rojos, azules y yana suytus[6], así como con flor blanca.
Los aperitivos eran de cañazo, el cañasour[7], una variante difundida por nuestro querido papa Alfredo, luego estaba el Canadá dry con cañazo, algo excelente, batido de huevos con cañazo, y una chispita de canela, el vino Chianti[8] de Italia, el aceite Capri. Por los cientos de botellas que había en la casa del fondo me imagino que las celebraciones eran generosas.
Las fiestas del Rotary Club[9], con su dar de sí antes de pensar en sí. Las fiestas de navidad en el club Unión de la Plaza de armas donde don Alfredo se lucia con su tremenda familia, luego venia la fiesta de fin de año, con el clásico lechón[10] en el almuerzo, cine por la tarde. (A mí me encantaba aun cuando desde esa época me caía pesado) Una vez tuvieron que llevarme cargado de emergencia al hospital donde me atendió el Doctorcito Díaz, Guillermo Díaz que había estudiado en Medicina en Francia, y tenía gran amistad con Don Alfredo, la mama Pinita estaba cada navidad preparando los regalos para los niños pobres, en la prefectura de Abancay, ese día regalaban un pan dulce con chocolate.
En noviembre 1ero, comprábamos las huahuas y los caballos de la panadería de la Señora Zoraida que estaba en la esquina de la calle Cusco con Díaz Bárcenas, a dos cuadras de nuestra casita del Jr. Arequipa, 508. Frente al Banco de Crédito, Banco que me propuse asaltar de niño a los 4 años con la pistola que me regalo papa Noel.
Las sopas de Chairo estaban reservadas para días festivos o celebraciones de la Escuela Pre vocacional # 661, que era dirigido por el profesor Jesús Sierra China Cunca[11].
EL ají de gallina era de uso frecuente pero no del diario, las gallinas siempre fueron escasas, el caldo de gallina era más frecuente, era un caldito ligero, sin arroz ni papa era casi puro, se tomaba en una pequeña tasita acompañado de un ala, era una merienda de las 11 de la mañana, antes del almuerzo, era un bocadillo para abrir el apetito.
El pastel de choclo era de uso intensivo así como las humitas dulces y saladas, el mote y los choclos, éramos una cultura que consumía mucho maíz, el pastel de choclo y las humitas tenían la misma receta, las humitas eran envueltas en la panca del choclo, un plato pionero de la era ecológica porque su envase era biodegradable, y cocidas al vapor, mientras el pastel de choclo era cocida al horno. La elaboración era simple pero interesante, se molía 2 kilogramos de choclo desgranado semi seco, el choclo en la maquina moledora o en el batan de piedra, luego se mezclaba con 200 ml de aceite vegetal alguna vez usábamos manteca de cerdo, o 200 gramos de mantequilla, a mamá Pina no le gustaba la manteca y prefería el aceite vegetal, seis de huevos, 325 gramos de azúcar, una pisca de sal, sal, un poquito de cañazo, se ponía dos tipos de queso uno para el exterior, que era laminado y otro para el interior que eran trozos pequeños, para que se distribuyera por toda la masa. El pastel de choclo tenía una cobertura de queso laminado mas azúcar espolvoreada, que cuando salía del horno era crocante y sabroso. Las humitas también tenían rellenos diversos, desde queso pasas, aceituna, huevos según sea la ocasión, generalmente eran simples, las humitas más sabrosas eran las del día anterior, cuando se las soasaba sobre la plancha de la cocina, y se los consumía calientitos.
El postre era cosa delicada y de larga preparación, allí estaba la torta moca, que era una torta Carmen decorada con crema de café y mantequilla y azúcar impalpable así como podía ser de bizcochuelo, que era de almidón de papa también conocido como chuño ingles, desde los años 70 para adelante fuimos los principales fabricantes de Apurímac, la receta original del bizcochuelo es así, una cuchara de almidón, un huevo y una cuchara de azúcar, royal y cañazo. Se baten los huevos en punto nieve, se vierte el azúcar cuando está listo de vierte el almidón espolvoreando finamente, el almidón estaba previamente mezclado con el royal, se termina el proceso con una copita de cañazo, y de inmediato al horno caliente, la cocción dura 20 minutos, el molde debe ser de preferencia con hueco al centro.
Después venia el postre estrella, la carlota rusa, que era con yemas de huevo, colapez, leche, airampo, era de un proceder infinito, era un postre laborioso no muy frecuente, era obligatorio en el cumpleaños de Juanito. Los demás cumpleaños eran celebrados con una variante post moderna de la carlota rusa que consistía en leche gloria batida en punto nieve mezclada con gelatina royal con sabor a fresa o frambuesa, mas la respectiva gelatina en cajita que se preparaba leyendo estrictamente la receta.
Los flanes y budines de chocolate eran de rotación lenta, en cambio la manzana al horno era del diario, dada día preparaban manzana al horno, luego la leche azada, otro postre del diario así como la mazamorra morada con airampo, algunas noches se preparaba un pudin de leche fresca con maicena, que era una variante mejorada de la mazamorra de leche con harina en su versión popular, la mazamorra de leche tenia la cualidad de ser agradable en la noche, pero se consagraba al día siguiente, donde amanecía ya cuajada, en punto de gelatina, la misma que se comía dando vuelta al plato, parecía una gelatina de leche, era deliciosa contenía clavo y canela. También estaba el arroz con leche, postre que se servía bastante suelto, no tan espeso como el arroz con Leche Limeño.
Arroz a la cubana
A mi madre le encantaba el arroz a la cubana, plato que se convirtió en plato de bandera en nuestra casita de Abancay, era un postre hecho segundo, los plátanos fritos, con huevo y arroz, los plátanos hechos torreja con huevo y arroz, u sus mil variantes como el lomo a la americana, donde el ingrediente principal era el plátano.
En la mañanas, también se comía un calentadito[12], pero generalmente quaker americano de lata, y los días de viaje largo cuando mis hermanos partían para el Cusco a eso de las seis de la mañana se comía un bistec a la chorrillana con mucha cebolla y tomates, totalmente jugoso con carne suave de primera clase, acompañado de papas fritas separadas en el mismo plato, casi nunca le pusieron arroz.
Una vez mi querida tía Marina nos envió una docena de ranas en forma de charqui, que mi papá lo hacía preparar para mi, inter diario, mezcladas con caldo de gallina, eran una especie de tónico para fortificar a los niños, fue todo una jornada larga, cuyo sabor recuerdo aun. Era deliciosa.
La entrada de casi todos los días era de palta, con pan común del horno de la calle Junín, para beber teníamos siempre limonada con Limón de la Hacienda Santoto. En los cumpleaños siempre había gelatina, era obligatorio, con torta decorada, galletas hechas en la casa, moldeadas con una copita, y amasadas por los cumpleañeros, la mamá Pina, las muchachas y las tías mayores.
En Navidad preparábamos el nacimiento, e íbamos a la misa de gallo, no se acostumbraba cenar el 24, los regalos llegaban un día antes o después, la bicicleta, o triciclo con llantas inflables, el triciclo de Hugo que me quedo chico, el carrito a pilas y control remoto, el súper automóvil en miniatura Ford farlaine, con pilas para las luces, llantas de jebe y una volante que actuaba como motor, de esos juguetes el mas fantástico era el carrito a pilas que movía el timón y motor eléctrico, manejado por una especie de mando a distancia. En la navidad teníamos un almuerzo especial, con todos los hermanos que habían llegado del Cusco trayendo mandarinas y limas de Quilla bamba, eran frutos muy diferentes a los que había en la plaza (mercado) de Abancay, algunas veces trajeron manzanas de California.
También había frutos prohibidos, como en todo paraíso que se respete, estos eran: los higos, las uvas y de paso la chirimoya, que se suponía estaban contaminadas por la mosca, y producían la muscarina, con el tiempo se supo que era una hepatitis endémica de Abancay, producto de un sistema vetusto de agua potable que se mezclaba con el desagüe. También estaban prohibidos los chocolates. Esa fue la época que se enfermo don Hugo, el sabio, y su cinco por ocho igual cuarenta i uno. Que venía de una canción que se cruzaba con los estudios regulares de primaria, la canción decía, “cinco por ocho cuarenta, y contigo cuarenta y uno, pero a ti solita te quiero ay, ay, ay”.
Cada mañana invitaba a mi abuelo Leoncio una copita de cañazo para espantar al demonio, de cuatro dedos ralos, pero era solo una broma, el solía tomar un pequeño copetín muy temprano tal vez a las seis de la mañana, él nos visitaba de cuando en cuando trayéndonos sus duraznos abridores y los de color amarillo así como los deliciosos blanquillos, frutos que el había injertado y cultivaba en Jesús María, un fundito que tenia encima de Chaca puente, camino a Chalhuanca.
Mi abuelita mamá Hono nos acompaño hasta el 63, año que también murió Kennedy, el día que murió mi abuelita querida, todos lloraban, fui a verla y estaba en manos del doctor Alosilla el cardiólogo del Pueblo, quien decía, ya murió, ya murió, mi abuelita tenia los ojitos abiertos, sin parpadear, fue una imagen fuerte, el velatorio fue en la misma casa, a mi me mandaron deportado a casa de Etelvina.
Mi abuelo Guillermo nos acompaño hasta el 65, el Murió en el Cusco en Abril ese año estuvimos en Lima acompañando a Roberto quien había sido intervenido de apendicitis, en el hospital del Empleado del Seguro Social. Cuando llegamos a Lima, las prohibiciones de comer uvas se acabaron, en Lima comí cantidades de uvas blancas, las uvas Italia, higos en cantidades, las de color blanco así como las de color morado, también comí chocolates y de beber Inca Kola de sabor nacional, conocí el mar acompañado de mi hermana Viole, almorzamos en la herradura allí, ella me regalo una caparazón de caracol donde se escuchaba el rumor del mar, comimos cojinova frita con arroz y papas doradas, todos comimos el mismo potaje. Nos alojamos en casa de la Señora Sofía Viuda de Benavides en la Avenida Manco Capac en la Victoria. Allí tomábamos como desayuno un café con leche, un “extraño” pan llamado francés, y mantequilla vegetal, todo era nuevo para mí. También conocí la televisión en blanco y negro (1965).
A la vuelta en Abancaycito nos esperaba el Abuelito Guillermo que no podía hacer la pila estaba mal de la próstata, le acompañamos a al Cusco donde falleció en la sala de operaciones dos días después de mi cumpleaños. Esos días conocí la ciudad imperial con mi guía y cicerón Hugo, Juanito estaba en la "U" y se movilizaba en el ómnibus universitario hasta la ciudad universitaria de Perayoc.
one, two, three
Me tome algunas fotos con la cámara fotográfica que me regalo mi tío y padrino Darío Jerónimo, hermano de mi papa. Ese año conocí a doña Felicidad que tenía su tienda en la avenida Sol, allí estaban sus hijos que hablaban ingles. Ese día supe que existían más números y letras que el one, two, three, que repetía luego de oír las canciones de los Beatles. Mi hermano Hugo se quedo en Cusco y yo volvi para Abancaycito, en un taxi del señor Silva. Era un Chevrolet nuevo, había seis taxis en la plaza de armas del Cusco, que fueron patrocinados por el Municipio para atender a los turistas.
En Abancay la vida continuaba, inauguraron el nuevo camal frigorífico y mi papá traía carne con nuevos cortes, nosotros aprendimos a comer uno muy bueno era un corte del pecho del ternero, que se describe así, carne suave, con algo de grasa, cortada en trozos regulares, luego sancochado, se arrebozaba con huevo y se servía con arroz. No le puse nombre pero era buenísimo, este potaje se repetía de manera continua. En Abancay no preparábamos chicharrones por respeto a los vecinos y para que no se antojaran, este potaje estaba reservado para ser preparado en la hacienda,
Por aquellos días de los años 60 mi mamá estaba en la onda vegetariana, así que comíamos jugo de zanahoria a diario, unas veces con azúcar y otras veces con huevo, para eso íbamos adonde una señora que preparaba jugos en el mercado modelo, en una maquinita especial, hasta que mi papá compro la famosa maquinita national, desde ese día hasta que la maquina se acabo tomamos jugo de zanahoria a pasto, alguna vez mi mama me dio a tomar jugo de alfalfa, que no era tan rica, luego mejoramos la dieta y era endulzado con miel de abejas, lo que era mucho mejor que endulzado con azúcar. El problema con la alfalfa era que podía contener ccallo un parasito del hígado, por lo cual dejamos de tomar jugo de alfalfa.
El tallarín nicolini N. 42 con gallina, remplazo al tallarín hecho en casa. Cada día comíamos tallarín, a mi papá le gustaba comer así. Una sola idea. Si algo le gustaba, le daba duro al potaje. La ensalada de cebollitas rojas con tomate, era infaltable en la mesa aliñada con aceite de oliva que venía en una lata, papá era el encargado de picar nuevamente la cebolla la picaba finita también el rocoto. Desde que tenía cuatro años tomaba vivo Chianti, en los almuerzos con invitados, fue una gran decisión, nunca fui aficionado al alcohol.
EL caldo de cabeza de cordero era todo un ritual, mi papa personalmente repartía las partes de la cabeza según la preferencia de los comensales, a mi me gustaba la lengua, y la quijada, no me gustaba el ojo ni la nariz ni las orejas. También me gustaban los sesos, eran, deliciosos. Al día siguiente el banquete continuaba, se servía el caldo, con criadillas, las mismas que estaban reservadas para mí. Al sub siguiente día y cuatro días mas se servía un día por pierna y brazo, hasta agotar el stock, el mejor día era el que preparaban la sopa de columna de cordero con su chilina[13] blanca, era un rito comer la columna en una sopa deliciosa.
No comíamos cuyes aun cuando si los criábamos en Abancay. Si comíamos cachicurpas alternados por quesos de hacienda. No comíamos quinua, habas ni arvejas, pero yo veía que diariamente eran compradas en el mercado, me imagino que eran para el personal de la casa, que siempre era numeroso. El 69 la cosa cambio de manera radical, la hacienda ya no era nuestra y la reforma agraria cambio los patrones de consumo, fue una época de crisis para la familia, no teníamos servicio en casa, ya estábamos en pleno trasvase a Soras, que es historia aparte. El viaje del 66 con Alejito N. dos. El Viaje en camión de Soras a Puquio, el rencuentro con el pasado más lejano.
Un abrazo a todos luego del tercer reportaje culinario.[14]
MAS DE ABANCAYCITO
En Abancaycito cada navidad comíamos el famoso panetón MOTA de kilo y medio, que venía en cuatro presentaciones, de un kilo y medio, de un kilo, de tres cuartos y de medio kilo.
!Papa¡ decia H con voz casi temblorosa, ¿Cual compro?
El papá decía “no hay que comer cojudeces, compra el de kilo y medio hijo”. Hugo que era el especialista en compras, visitaba la tienda y traía el paneton gigante que disfrutábamos entre toda la familia.
Muchas veces comíamos una sopa verde con cordero, fideos canutos grandes y albaca, era una sopa contundente una especie de menestrón Abanquino. Para los entremeses teníamos galletas de soda en lata, las que comíamos de manera generosa, unas galletitas de mantequilla que venía en latas más pequeñas, las latas después servían de envasé para guardar tesoros, como fotografías, medallas del colegio que ganaban cada año mis hermanos mayores.
Los postres tenían manzanas de California, plátanos de Guayaquil y naranjas Huando, toda una hazaña por lo distante de Abancay de Lima, cuyo viaje duraba 48 horas. En las mañanas comíamos, nata fresca, queso fresco con miel de abejas, mantequilla de Carhuacahua, que traía regularmente Hugo, por encargo de su padrino Julio Velarde.
Alguna vez comíamos atajo picante, ensalada de berros, canchita de maíz chulpi, quesos de Puquio, quesos de Carhuacahua, quesos de Ahuanuque y cachipas compradas en el mercado. Los más agradables eran los quesos de Carhuacahua, porque no eran tan ácidos, luego los quesos duros de Puquio que entraban dentro del mote o soasados sobre la plancha de la cocina, que obligaba a comer charqui de vacuno, el charqui es carne seca salada y helada, generalmente preparada en invierno. También había charqui de oveja que era de color blanco, no muy popular y el charqui de llama para el personal de servicio. La leche gloria batida, era acompañada por una porción generosa de papaya picada, pero el postre tradicional de la familia era el durazno al jugo en su versión importada, que venía en latas desde Chile, y la versión nacional que se preparaba en casa cociendo duraznos nativos con agua, canela y clavo.
La broma clásica de mis abuelos era: Freddy, te busca.
Quien abuelito. Este Chuto.
Les deseo feliz año nuevo 2009. Hoy es 31.12.2008.
CARTA DE CESAR SOBRE LA COCINA DE AUQUIBAMBA
Don Alfredo:
Para que esa inspiración culinaria esté completa se debe incorporar la cocina de Auquibamba. Para empezar en Auquibamba la voz cantante en este tema la llevaba Honorata Hernández, toda una institución. Ella dirigía y la mano hechicera está a cargo de doña Susana y su legión de seis o siete ayudantes. La cocina estaba instalada a un extrema del patio interior y rodeado de instalaciones donde se criaba los animales que serían el ingrediente principal de las comidas. En esos corrales techados había diversos tipos de gallinas que estaban encargadas de proveer excelentes huevos, pollos de crianza y por último ellas mismas se sacrificaban con tal de que la mesa este bien servida.
Había también abundancia de patos, pavos, gansos y cuyes. Al extremo derecho estaban los hornos, uno pequeño para el diario y uno grande para las grandes fiestas y comilonas oficiales. Un misterio para mí era que el corral de carneros y cabras siempre era numeroso a pesar de que la casa consumía gran cantidad de estos animales no solo entregando muchos animales al personal de trabajo, sino que era muy regular entregar animales a toda la parentela y amigos que llegaban a la hacienda. Un día descubrí que de una gran tropa de ovinos se iba sacando uno de cada diez animales. Era el famoso rodeo y la cobranza del herbaje, costumbre ancestral que se practicaba en los años 50 y hasta los 60. Luego esa tropilla era enviada a la estancia de la puna donde había abundantes patos para esos animales. Desde allí cada semana eran enviados los animales para la atención de la haciendo. Lo mismo ocurría con otros animales como los porcinos, los caprinos, y sobre todo con los vacunos. Develado el misterio ahora podemos seguir con el asunto culinario, ya seguros de que la provisión de carnes nunca se acabaría.
Con las gallinas se hacían excelentes potajes ya descritos muy bien por Alfredo. Los pavos eran material que se usaba solo dos o tres veces al año, ya que el encargado no podía descubrir la mejor forma de criarlos y de cada camada solo se salvan dos o tres pavipollos, lo que restringía la provisión. En cambio los porcinos, que tenían sus corrales especiales igual que las ovejas y cabras, si se reproducían con regularidad, lo que aseguraba esos excelentes lechones y Chicharrones que recuerda Alfredo, pero los ricos porcinos también tenían otros usos, principalmente se preparaban los adobos, los churrascos de pierna y los embutidos. Estos últimos solo se preparaban cuando nos visitaban los mecánicos alemanes, cuya costumbre era llegar a arreglar los molinos de caña acompañados por toda su familia. En esos casos se preparaba toda clase de embutidos y las señoras alemanas nos enseñaros que del cerdo no se desperdiciaba absolutamente nada. De la cabeza preparaban una excelente queso de chancho que en los desayunos era una maravilla servirlos calientitos y el jugosas rodajas. Y qué decir del relleno que se preparaba con la sangrecita del animal y eran como salchichas negras condimentadas con perejil ajo, cebolla y otras yerbas.
Pasemos a patos. De este animal solo recuerdo un arroz con pato de excelente factura, el mismo que si debía ser supervisado muy de cerca por mamá Honorata, que tenía la receta de las dos versiones de pato con arroz. Una era con arroz seco, verde y con grandes presas. la otra versión era casi la misma receta pero se servía en plato hondo y era muy semejante a una sopa espesa. Ambas versiones eran muy buenas y de grata recordación.
De los cabritos. Lo principal era cabrito tierno al horno. Este era seleccionado por el mismo don Alfredo generalmente escogía dos animales que no estuvieran flacos, pero tampoco muy gordos. Los hacía capar unas dos semanas antes de la festividad. Aquí la mano la ponía doña Susana. Los condimentaba con yerbas de la huerta que ella misma supervisaba con dedicación y las hacía macerar con ellas toda la noche. A la mañana siguiente los animales iban al horno acompañados de grandes fuentes de yucas. Era un palto espectacular, que se repetía con mucha frecuencia porque los amigos de Abancay lo solicitaban con gran insistencia. También hemos comido algunos estofados de cabrito de gran factura, pero éstos sobre todo en las comidas familiares diarias.
Con los porcinos ya dijimos casi todo, solo faltaría agregar el lechón, que era preparado con mucha ceremonia, para que su carne estuviera blanda y suave en la noche anterior el lechón ya listo era colgado de una pierna y flagelado durante varias horas por varios muchachos a los que de vez en cuando había que animar con un vaso de aguardiente para que recobrara las fuerzas y pudiera seguir con el fuete ablandador.
La lista de platos era interminable, solo quiero recordar los principales. Las sopas que preparaba, Ña Susana en Auquibamba eran memorables. Destacaba entre ellas la sopa de menestrón. Esta era una sopa memorable. Desde temprano hervía la carne de carnero muy bien escogida, sobre todo la parte de la columna que era cortada con cuidado en cada vértebra. Luego se introducía las hiervas aromática donde reinaba y sobresalía la albahaca, terminando con las sabrosas papas recién cosechadas y los fideos canuto.
Otras sopas muy recordadas es la sopa de carnero, la sopa de calabaza, la de trigo en caldo de carne y la crema de maíz ya sea en caldo de carne o con queso y yerbas.
Hay mucho más que relatar sobre Auquibamba que en su tiempo era como la sucursal del paraíso, porque proveía casi todo lo necesario para una cocina de gran factura. Si es necesario buscaremos otro momento y una conversación con los mayores para completar este capítulo.
Lima 02 de Enero del 2009
Un abrazo para todos
César Vásquez
El 30 de diciembre de 2008 12:58, Alfredo Vásquez
Teléfono (511) 999 263 408
Lima Peru
[1] Ahuanuque es un paraje real que está a 2,400 msnm, con clima templado, especial para la crianza de ganado vacuno, es un piso ecológico primaveral los 12 meses del año.
[2] Mamá Hono, era doña Honorta Hernández Osorio, dama notable de Pampachiri, hija de don Pedro Pablo Hernández y doña, Hipólita Osorio, fue hija única. Estudio en el Colegio Educandas del Cusco, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, negociaba con panes, tenía un campo de trigo en Aymaraes y transportaba a lomo de mula más de 150 kilómetros hasta el molino de Talavera, de allí una vez procesada la harina volvía con su preciosa carga a Pampachiri donde elaboraba el pan durante todo el año, para el transporte compraba mulas por piaras en Tucumán Argentina. Era casada con Don Leoncio Espinoza Cancho, Natural de Toraya, quien también estudio en Cusco, en el campo de los curas Salesianos de Yucay Urubamba, a inicios del siglo XX, allí aprendió horticultura, fotografía, injerto de frutales, hacer sellos, y leer el periódico el Comercio como una fuente de cultura y actualidad.
[3] Las asnapas, son las finas yerbas aromáticas de la región que le dan sabor y color a las comidas, estaban el paico, el romero, el perejil, la hierba buena, la hierba luisa, el berros, etc. Se cogían a discreción y la cocinera escogía la requerida para el potaje.
[4] El upi, es el jugo de caña, hervido, dentro del proceso para obtener cañazo, o alcohol de caña.
[5] Cebo padrino, era el grito de todos los niños después de cada bautizo, el padrino hacia gala, de ser un hombre rico y arrojaba monedas a todos los asistentes al bautizo.
[6] Las papas yana suytu, son papas ovaladas y alargadas, con cascara oscura generalmente de color azul.
[7] El Cañasour, es una variante del piscosour, la bebida de tradición nacional en Perú, el Cañasour, tiene el sabor regional, con sus variantes llamadas chancaquichachi, o en castellano facilitador de las relaciones sociales.
[8] El Chianti (pronúnciese Kianti) es uno de los vinos tintos italianos más prestigiados y conocidos en el mundo. Históricamente se produce en tres aldeas en la provincia de Siena: Radda in Chianti, Castellina in Chianti y Gaiole in Chianti situadas en las Colinas del Chianti.
[9] Los miembros de un club rotario son conocidos como rotarios y son profesionales o líderes de empresas, quienes (desde el punto de vista de esta organización) "proporcionan servicio humanitario, alientan altos estándares de ética en todas las vocaciones y ayudan a crear buena voluntad y paz en el mundo".
[10]
[11] “China cunca” es un sobrenombre vinculado a su voz delgada, también hacía referencia a lo delgado y largo que era su cuello.
[12] Un calentado, era la comida del día anterior que se servía en porciones diminutas en la mañana del día siguiente, siempre fueron sabrosas, hasta que llego un medico amigo de la familia y los prohibió, por ser un producto oxidado.
[13] Chilina, es el nombre quechua de medula.
[14] La próxima entrega es la comida de Cusco, con sus restaurants internacionales que compartíamos con los turistas
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